José Andrés Gómez Paolo Fava

En los últimos días, un mensaje publicado en Twitter por Alejandro Pino, director de Publimetro Colombia, está corriendo como la pólvora por las redes sociales. Se trata de la respuesta que dieron a través del Facebook de este periódico colombiano a una de las críticas a las que habitualmente se enfrentan los medios de medio mundo. Saben de lo que les hablo: "Menudo mierda de noticia", "¿Esto es periodismo?" o el siempre presente "Con esto habéis conseguido que me dé de baja como suscriptor".

Desde Publimetro decidieron contestar a un "Ufff, qué noticia tan importante" de una usuaria sobre uno de sus virales tal que así: "No lo es, lo sabemos, pero es una curiosidad que tiene el mayor tráfico de la semana… Lamentablemente, a la gente pareciera no importarle nuestros especiales sobre corrupción, el proceso de paz, la crisis de movilidad en Bogotá, etc. Pero lo seguiremos haciendo porque son necesarios, son importantes y es nuestra misión como medio. Esto es para pagar la nómina de los que hacen esas otras investigaciones y darle gusto a una masa que pareciera despreciar el verdadero periodismo, pero ama lo viral".

La respuesta publicada por Pino acumula alrededor de 3.000 retuits en cuatro días y resume en apenas unas líneas la compleja realidad a la que se enfrentan los medios de comunicación en la actualidad. La irrupción de Internet y de las redes sociales ha provocado una lucha encarnizada por el click, por conseguir llegar cada vez a una mayor audiencia, por ser capaces de captar más usuarios únicos y generar un mayor número de páginas visitas que la competencia para que ello se traduzca en publicidad, la principal fuente de ingresos de los periódicos online. 

Y lo cierto es que, tal y como exponían desde Publimetro, no basta sólo con ofrecer noticias, análisis o reportajes 'serios'. La realidad es mucho más compleja y buena parte de la audiencia (usuarios, en Internet) consume y comparte de forma masiva historias que nada tienen que ver con la política, con el último conflicto bélico en Oriente Próximo o con la subida de la prima de riesgo. Con el periodismo 'serio', vaya. De hecho, basta con adentrarse en cualquier periódico y mirar las noticias más leídas.

Esta realidad no es exclusiva de España, aunque sí es cierto que le afecta más que a otros países. Hace unas semanas, Marty Baron, editor del Washington Post fue a la Universidad de Navarra a explicar la estrategia digital del periódico que adquirió Jeff Bezos, fundador de Amazon, en 2013. Tal y como resumía en un post Vocento Media Lab, Baron y los suyos han apostado por "ampliar al máximo el embudo de captación de usuarios, llevando los contenidos del Post a todas las plataformas posibles". ¿Cómo? Pues, entre otras medidas, adaptándose al consumo de contenido a través de dispositivos móviles, apostando por las nuevas narrativas y (ojo) "rastreando historias con potencial viral" a través de un equipo llamado 'Morning Mix', que trabaja desde primera hora de la mañana.

Por supuesto, Baron defendió que el "buen periodismo" y la "búsqueda de la verdad" no son excluyentes y deben prevalecer por encima de cualquier cosa: "Hay muchas nuevas formas de contar historias, pero ninguna herramienta puede sustituir al buen periodismo", señaló.

Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?

Tal y como señalaba Pino en el hilo de Twitter en el que exponía la crítica que habían hecho a su periódico por publicar contenido viral, en el equilibrio entre el periodismo más serio y el contenido viral (o "basura", como él mismo lo denomina) seguramente se encuentre la clave del asunto. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato? 

Delia Rodríguez, fundadora de Verne y autora del libro 'Memecracia: los virales que nos gobiernan', publicó el pasado mes de diciembre una interesante reflexión en eldiario.es analizando la peligrosa realidad que se ciñe sobre los medios de comunicación. "A un banner le da igual vivir en una exclusiva perseguida durante meses que en un teletipo pegado en un minuto, en un documental que en un vídeo robado de YouTube. Las agencias de medios y los anunciantes, además, perpetúan un sistema en el que solo los líderes en tráfico de cada categoría pueden aspirar a otro tipo de publicidad. Es la maldición de la página vista, la respuesta a la pregunta ¿por qué todos publican lo mismo en todo el mundo, por qué tanta basura?", reflexionaba.

Una mayor cantidad de páginas vistas implica que el medio pueda atraer a más anunciantes. Y como explica Rodríguez, sólo cuando un medio ha alcanzado ese nivel de exposición puede aspirar a formatos publicitarios más agradables para el lector, tales como contenidos patrocinados, y no bombardeos de banners.

Ése es precisamente el motivo por el que los lectores se encuentran lastimeros mensajes pidiendo comprensión cuando usan bloqueadores de publicidad. Si la publicidad no se muestra, la impresión no se cuenta, y el esfuerzo ha sido en balde. De ahí la paradoja de criticar que un medio suplique que quiten los 'adblockers' cuando entramos a leer noticias curiosas: si no estamos viendo las principales informaciones, y si además hurtamos los ingresos publicitarios, es la pescadilla que se muerde la cola.

Algunos medios, como The New York Times, han sido capaces de reducir su dependencia de la publicidad por impresiones. ¿Cómo lo han hecho? Gracias al aumento de sus suscriptores. Pero en la prensa española y latinoamericana, ningún gran medio se sostiene de suscripciones. El lector en castellano no quiere 'casarse' con ninguna cabecera. Asume que, como en la televisión, las finanzas del medio no dependen de que él personalmente haya visto un anuncio o no, cuando en realidad, debido a la precisión milimétrica del 'tracking' de datos, es precisamente así.

El periodismo de calidad

El periodismo de calidad es necesario, pero es caro y requiere de tiempo, dos variables que no todos los medios son capaces de combinar con acierto ante la urgencia de generar ingresos. Además, tal y como señalaba la periodista, "la distribución de las historias ya no depende de tu rotativa, sino de terceros como Facebook y Google, de los que llega la mayor parte del tráfico".

Pero tampoco nos engañemos, los virales existen porque se consumen. Es la ley de la oferta y la demanda elevada a la enésima potencia en Internet. 

"Cuando escribimos una noticia, tenemos muchas cosas en cuenta, la primera de ellas es que sea informativamente relevante, pero el impacto en visitas que pueda tener es un factor. Si es probable que usted no la lea, es probable que yo no la escriba", reflexionaba Antonio Villarreal, periodista de EL ESPAÑOL en un post titulado '¿Quiere un mejor periodismo en 2017? Pues aprenda a quejarse'.

Así, escribir historias que sean susceptibles de ser compartidas y leídas de forma masiva no es incompatible con una de las principales normas del oficio: el rigor. Porque como dice Delia Rodríguez en su artículo, en los tiempos que corren, "el acto de valentía cotidiano no consiste en enfrentarse al Estado, a la Iglesia, a las empresas, sino en decidir no publicar el bulo de que Adele ha perdido 68 kilos. Todo en un oficio que aspiraba a ser justo lo contrario".