Hay dos eventos anuales que todo español de pro espera como agua de mayo: la llegada de las vacaciones y las fiestas de su pueblo. Porque todo español que se precie tiene un pueblo. Y cada pueblo a lo largo y ancho de nuestro territorio patrio tiene una fiestas que son las mejores del mundo. En total, se calcula que en España hay 8.114 fiestas patronales sin parangón.

Es precisamente en la época estival, tal y como cuenta Pedro Vera en su 'Ranciofacts', donde “las manifestaciones lúdicas del acervo popular alcanzan su mayor apogeo”. Tanto es así que, si hay un lugar en la Tierra en el que uno puede experimentar emociones fuertes de verdad, redimir sus pecados entre litros de alcohol en vaso de plástico, entregarse a los placeres de la carne (el montadito de lomo o el bocata de panceta), y reencontrarse con el origen de nuestra especie en un viaje espacio-temporal a la inversa, ése es su pueblo. Ni el Primavera Sound con Radiohead, ni el FIB con The Prodigy o el Tomorrowland puesto de MDMA hasta las trancas: Villarriba, Guarromán, Pelayos de la Presa, Los Infiernos o Villanueva del Pardillo en fiestas.

Un festival de los excesos

Si por algo se diferencian las fiestas patronales es porque son un festival del exceso en toda regla. Se come y se bebe a dolor. Hasta reventar. Porque si hay algo que nos gusta, eso es comer y beber. A poder ser sin moderación, cordura ni sensatez. Y-por-cua-tro-du-ros. Uno sabe cómo llega a las fiestas de su pueblo pero no cómo va a salir. Ni siquiera si podrá sobrevivir. Porque tras la ruta de la tapa llega la fiesta de la cerveza, la batalla del vino, el concurso de migas o de paellas y el festival de la croqueta. Y de postre, churros.

La música

Sonia y Selena, Los Chichos, David Bisbal, Fórmula V, Daddy Yankee o Mago de Oz. ¿Te gustan? No. ¿Te sabes sus hits? De pe a pa. Porque estos pelotazos atemporales componen la banda sonora de tu vida y que suenen en unas fiestas populares, ya sea en la disco móvil, gracias a Paco y sus electrónicos o a la Orquesta Duende en la verbena, facilitan la integración de cualquiera con un entorno (a veces) hostil. Así, en el momento menos pensado uno se encuentra en medio del jolgorio, amarrado a la cintura de 'La Doloricas', que luce orgullosa una banda con la bandera de España y ha sido elegida por tercer año consecutivo como 'Reina de la Tercera Edad', y bailando La Mandanga. Tan pancho. 

El camuflaje con el entorno

Recuerdo el último festival 'indie' al que acudí. Un amigo, en mitad del concierto de Los Planetas, pronunció la siguiente secuencia semántica. “¡A ver si tocan Años 80!”. En este entorno, semejante sacrilegio (confundir al grupo de Granada con Los Piratas) casi le cuesta la lapidación.

Acudir a un festival de música sin haber leído antes el ‘Manual del buen gafapasta’ es una práctica de máximo riesgo. Camuflarse con habilidad entre su fauna requiere un ejercicio de impostura tal, que ser pillado en un renuncio te abocaría al destierro intelectual de por vida. Así que, amigo, un consejo: no arriesgues.  

No ocurre así en las fiestas patronales, dónde uno puede mostrarse tal y como es. A calzón quitado. Sin miedo al ridículo. Para ello se diseñan toda una serie de actividades lúdicas y deportivas -recogidas en el programa de fiestas- cuyo principal objetivo es tender lazos con el forastero y reforzarlos (o terminar de destruirlos) con los :el concurso de disfraces, el lanzamiento de hueso de oliva o de bombona de butano, la carrera de cintas (ya sea en caballo, en moto o en bici -en su versión infantil-), el volteo de rueda de tractor, el partido de fútbol de solteros contra casados o la cucaña. ¿Que huele a rancio? Sí. ¿Que ha hecho mucho más por la unión de los pueblos que cualquier declaración de las Naciones Unidas? También.

Darwin y sus teorías

Pero las fiestas de pueblo son mucho mejores que casi cualquier otro jolgorio del mundo porque suponen un terrible baño de realidad que difícilmente se da en un lugar rodeado de hipsters o en una fiesta en Pachá Ibiza con Paris Hilton, cuya entrada cuesta 70 euros. Entre "cubastas" a cuatro euros y minis de cerveza a tres con 'El Pintas', 'El Canito' y 'El Chino', uno llega a comprender muchas de las cosas que ocurren en la sociedad española. Y es importante saber adaptarse al medio, torear en todo tipo de plazas. Ya lo dijo Darwin: "No es el más inteligente ni el más fuerte el que sobrevive, sino aquel que más se adapta a los cambios".

Eso sí, el efecto catártico que sigue provocando, año tras año, 'Paquito El Chocolatero' sirve para constatar que, a lo mejor, la Teoría de la Evolución tiene algunas lagunas. Pero vaya, que nos quiten lo bailao'.