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Las fruterías de barrio son pequeños rincones que, con la proliferación de grandes superficies, cada vez son menos frecuentes. Francisco lleva trabajando desde los 22 años en la frutería que le dejó su padre en el barrio sevillano de Alcosa.

Reconoce que puede llegar a "facturar unos 8.000 euros", pero que supermercados como Mercadona lo tienen "asfixiado". "Es muy difícil competir con grandes superficies", apunta.

Afirma que los supermercados "compran en volumen y pueden ofrecer precios" que los fruteros de barrio no pueden asumir. "El margen que da la fruta y la verdura es muy, muy pequeño", asegura.

A eso se añade que, "si quieres mantener la calidad y trabajar con productos buenos, el beneficio se reduce muchísimo más aún". "Hay días que solo te da para cubrir gastos", se lamenta.

Con pesar reconoce que en su negocio "nadie se va a hacer rico". "Es un negocio para sobrevivir, no para ganar dinero", insiste, y es que sostiene que trabaja muchas horas, abre muy temprano para ir al mercado y cierra parte para poder llegar a la mayor cantidad de clientes posibles.

"Al final", reconoce, lo hace porque le gusta "el trato con la gente del barrio". Después de tantos años detrás del mostrador, ha conocido "a varias generaciones", y asegura que una de las cosas más bonitas que ve a diario es cómo los nietos han cogido el relevo de los abuelos.

Bien es cierto que antes tenía una mayor clientela diaria, "pero ahora muchos hacen la compra semanal en el supermercado". "Nosotros vivimos de los vecinos que siguen apostando por el comercio de cercanía", asegura.

Uno de los mayores problemas de su negocio es que la materia prima con la que trabajan tiene una vida corta. "La fruta se estropea rápido. Si no la vendes a tiempo, pierdes dinero. No es como otro negocio donde puedes guardar el producto, aquí cada día cuenta", asegura.

Además, asegura que también existe la estacionalidad en su negocio. "Cuando llega el verano y bajan las ventas, es difícil mantener el ritmo. En invierno, con el frío, también hay semanas flojas. No hay un mes igual a otro". Asegura que es "una montaña rusa".

Aun así, él sabe que ofrece productos de calidad y eso le tiene la "conciencia tranquila". "Hay gente que compra aguacates en cualquier supermercado y luego vienen diciéndome que, o no se lo han podido comer por maduro o por inmaduro, yo si te doy un aguacate te lo puedes comer en el día, porque para eso lo has comprado".

Por ello, y aunque las grandes superficies aprietan, Francisco se mantiene en su negocio para seguir sirviendo a sus vecinos de toda la vida. "Me jubilaré aquí, apenas me quedan unos años", se despide.