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En Bellavista, un barrio popular de Sevilla, Manuel atiende la pollería que regenta desde hace años con la calma de quien conoce a su clientela por nombre. "Vendo cada pollo a 15 euros y saco 3 sueldos fácilmente", dice entre risas mientras prepara encargos para la cena. Su discurso, sencillo y directo, resume la mezcla de orgullo y pragmatismo que caracteriza al negocio local.

La pollería de Manuel es un punto de referencia para vecinos que buscan un buen producto y un trato cercano. "Trabajo desde temprano, selecciono cada pollo y hablo con la gente; aquí no solo se compra pollo, se comparte conversación", explica.

Sus clientes valoran tanto la calidad como la cercanía: llegan familias, estudiantes y trabajadores que confían en sus recomendaciones para la comida diaria.

Para posicionar su negocio en el barrio, Manuel apuesta por la constancia y la atención al detalle. "Lo más importante es que el pollo llegue limpio y a tiempo. Si una familia necesita un pedido grande, nos organizamos; y si un vecino viene a última hora, intentamos ayudar", afirma.

Su política de precios, con el pollo a 15 euros como reclamo, no busca competir por debajo del mercado, sino ofrecer una propuesta clara: producto honesto y servicio amable.

En la pollería también han adaptado la oferta a la demanda del vecindario, y es que preparan pollos asados para llevar, combos familiares y raciones listas para calentar. "A la gente le gusta salir con algo listo para poner en la mesa", comenta Manuel, quien reconoce que la fidelidad de la clientela es la mejor garantía. Además, la tienda mantiene presencia en redes locales y grupos de barrio, donde los vecinos comparten recomendaciones y horarios.

Manuel habla con entusiasmo de los picos de trabajo en fechas señaladas y de cómo su equipo se organiza para atender la demanda. "No es fácil, pero cuando ves a las familias contentas y vuelven, sabes que todo vale la pena", afirma.

Ahora, con la llegada del frío y la Navidad, asegura que "la demanda siempre aumenta". "Paso de vender 15 pollos al día a unos 30, siempre duplicamos la venta en estas fechas", sostiene.

Su historia es la de un negocio cotidiano que sostiene la vida del barrio: alimentar a la comunidad ofreciendo un producto accesible y un trato humano.