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La provincia de Sevilla está llena de pueblos con encanto, muchos de ellos poco conocidos, donde la comida casera, los productos locales y el ambiente tranquilo hacen que cualquier escapada, y más en Semana Santa, se convierta en una experiencia redonda.

Aunque la ciudad de Sevilla tiene una gastronomía espectacular, la provincia entera es un festín de sabores rurales, desde la Sierra Norte hasta la Campiña, pasando por la vía de la Plata y el Guadalquivir. Hay pueblos que combinan excelente cocina, tradición y paisajes y que en Semana Santa se visten de recogimiento, música, incienso y mesas bien puestas.

Es el caso de Cazalla de la Sierra, un lugar ideal para una escapada turística si te gusta el jamón ibérico de bellota, los guisos serranos, las setas, el anís y el aire puro de la montaña.

Cazalla de la Sierra, un pueblo de la Sierra Norte de Sevilla que cumple con esa descripción: desconocido para muchos fuera de Andalucía, pero muy bien valorado por su gastronomía y, en particular, por su jamón ibérico.

Se trata de un precioso pueblo situado en el Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla. Está a unos 80 km de la capital y combina paisaje serrano, arquitectura blanca, naturaleza y buena mesa. Aunque su nombre suena más por el anís ("Anís de Cazalla", famoso en décadas pasadas), lo más impresionante hoy es su jamón ibérico.

¿Qué tiene de especial su jamón? Aquí se produce jamón ibérico de bellota de altísima calidad, gracias a que los cerdos se crían en dehesas propias, alimentados con bellotas y hierbas del monte.

Las condiciones climáticas de Cazalla son ideales para la curación natural del jamón: aire limpio, inviernos fríos y veranos secos. Además, hay secaderos y pequeñas industrias familiares que siguen los métodos tradicionales. Y también cabe destacar que no es producción masiva: es producto artesano y de territorio.

Uno de los referentes es la marca Jamones Eiriz o Sierra de Cazalla, muy valoradas por entendidos.

Más allá del jamón: ¿qué se come en Cazalla? Carne de caza (venado, jabalí) y guisos contundentes de montaña; embutidos ibéricos: caña de lomo, chorizo, salchichón casero; quesos de cabra y oveja de la sierra; setas en temporada (otoño es una delicia), y vinos locales y, por supuesto, el anís de Cazalla, que aunque hoy no tiene el peso de antaño, sigue formando parte del alma del pueblo.