Y 533 años después de aquel 3 de agosto de 1492 cuando tres carabelas, con Cristóbal Colón a los mandos, partían desde esta tierra hasta lo desconocido, Huelva volvió a vivir su día grande para cerrar la feria con su tradicional corrida de rejones con unos caballos a los que sólo les falta hablar.
Sin que los toros hayan dado el juego deseado, sí brillaron las actuaciones de Diego Ventura y de Andrés Romero.
El rejoneador onubense ha vivido una de sus tardes más emocionantes al despedir a su caballo estrella que lo ha acompañado prácticamente desde sus inicios.
Guajiro, al que en el ruedo le han cortado la coleta -en este caso un trozo de crin-, se ha despedido de la afición onubense con honores después de contribuir a los triunfos que ha cosechado Andrés en esta plaza y en muchas otras.
Y en esta tarde tampoco falló protagonizando un tercio de banderillas batiendo al pitón contrario de mucho ajuste ante un toro en el que se inventó la faena por su poca colaboración. Antes con Quevedo, una de las grandes ilusiones de su cuadra, logró encelarlo con la grupa.
Con el público entregado, a lomos de Piropo quiso rematar la faena con las cortas y el rejón, pero falló y aquello se enfrió. Sin embargo, en el sexto logró subir la temperatura otra vez tras una lección magistral de Diego Ventura a caballo.
Lo recibió a portagayola a lomos de Cisne y logró meter en la canasta a un toro que salió muy desentendido.
Vibrantes fueron las batidas al pitón contrario montando a Fuente Rey, otro caballo estrella de su cuadra con el que hizo unos tierra a tierra que pusieron al público en pie.
Esta vez sí entró el rejón y le cortó las dos orejas dando la vuelta al ruedo acompañado de Guajiro, ese caballo al que le debe tanto.
Diego Ventura ha hecho público un año más el idilio veraniego que tiene con Huelva. En el quinto hubiera rayado el nivel de la perfección ante el quinto si el animal hubiera sido más colaborador al no entregarse nunca.
En los primeros quiebros el animal no llegaba al estribo, cosa que enmendó clavando de poder a poder, en corto y en los medios a lomos del caballo Nivaldo.
Le echó arrestos porque quería salir en volandas del coso de La Merced y se inventó el toro que no existía con Nómada en las mismas tablas para aprovechar la querencia del toro.
Con las rosas, el teléfono y un rejón muy efectivo, el público onubense volvió a entregarse al rejoneador de La Puebla.
Su primero tampoco le gustó. Tuvo que dejárselo llegar mucho a la grupa y encelarlo a dos pistas por los adentros levantando al público de los onubenses.
Sobre todo cuando le quitó la cabezada a Bronce para clavar otra banderilla y despedirse andando hacia atrás demostrando que la doma de sus animales es máxima.
Con las cortas al violín también formó un alboroto, pero el rejón cayó atravesado y tuvo que descabellar y el premio se quedó en una oreja.
Abrió plaza un veterano jinete como Sergio Galán, que con una equitación exquisita no logró conectar con el público por las escasas posibilidades de sus toros.
En cualquier caso, la fiesta se apoderó del día grande de Huelva en una feria en la que el mayor éxito ha sido la asistencia de público con dos tardes llenas y un balance muy positivo del onubense David de Miranda, que ha dejado claro que ya no es un torero local.
El pero, que a Morante no le embistiera ninguno de sus dos toros, una pena porque en El Puerto un día después bajaron hasta los ángeles para verlo torear. Las cosas del destino. El año que viene será.
