Miguel Ángel Murube
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La bodega Amores, situada en el barrio sevillano de Nervión, ha conseguido convertirse en un lugar donde los vecinos se sientan acompañados. "Aquí hay siempre alguien que te está escuchando", comenta una clienta habitual.

Pablo, el propietario del bar, que perdió a su padre hace apenas mes y medio, tuvo la idea tras una conversación con su madre mientras él se encontraba de viaje familiar.

Su madre le comentó que había estado un rato agradable en el bar conversando con otras personas a las que acababa de conocer.

"Me hizo reflexionar, al igual que mi madre puede ir al bar sola un ratito aunque sus amigos no puedan ir ese día, que podía hacerlo extensivo al barrio, para todas aquellas personas que se sientan solas", declara el dueño en un reportaje emitido por Andalucía Directo.

Desde entonces, cada día se reúnen en la Bodega Amores personas que "casi no se conocen", comenta una clienta habitual del establecimiento, compartiendo mesa, conversación y risas.

De forma curiosa, algunos visitantes habituales explican que "aquí se habla de todo, aunque somos prudentes".

Y es que lo que empezó siendo un bar de barrio más, con tapas caseras y ambiente familiar, se ha transformado en un pequeño refugio para quienes buscan conversación, compañía o simplemente un rato agradable sin necesidad de grandes planes.

La magia del lugar reside en lo cotidiano: se habla de lo que ha pasado en el día, del fútbol, del barrio, de los recuerdos. Nadie se impone, pero todos se escuchan.

En la Bodega Amores no importa si eres cliente de toda la vida o si has entrado por primera vez: siempre hay alguien dispuesto a compartir mesa o hacer un hueco en la conversación.

Esa espontaneidad ha sido clave para que muchos vecinos, especialmente personas mayores o que viven solas, encuentren allí una rutina agradable.

Permanecer en el recuerdo

En el restaurante, además, han reservado una de las paredes para dejar huella. La utilizan como pizarra donde "dejamos que escriban un recuerdo, una frase bonita que les inspire", cuenta el empresario.

También funciona para que, mientras la gente se toma un café o una cerveza, uno pueda leer los mensajes y salir del bar más felices.

"Me enorgullece mucho, porque con la pérdida de mi abuelo tan reciente, esto te hace sentir bien hablando de muchas cosas con la gente", comenta con emoción el hijo de Pablo.

Se marchan con una sonrisa

Cada día, los clientes se van a sus casas con algo más que la cuenta pagada. En la Bodega Amores no solo se sirve comida: se cultivan los vínculos vecinales.

"Es un buen sitio de encuentro sevillano con buena gente y con buenas tapas". "Nos vamos desestresados", explican felices varios clientes habituales.

En tiempos donde la soledad crece incluso en medio del bullicio urbano, este pequeño bar se ha convertido en un oasis de humanidad.