A veces los calendarios de estreno perjudican a las series. Estación Once llegó a HBO Max una semana antes de las navidades pasadas, cuando lo último que seguramente querían muchos era ver una historia relacionada con la pandemia, y esto ha hecho que muchos decidieran ignorarla. Pero ahora que ha terminado (y lo ha hecho de forma brillante) es el momento de recuperarla, porque, creedme, es una de esas series que se quedan con nosotros para siempre.

Basada en un libro de Emily St. John Mandel, que se desarrolla después de que un virus letal acabara con el más del 90% de la población, es inevitable establecer conexiones con nuestra situación actual. Pero ni el libro (publicado en 2014) ni la serie (que empezó a rodarse en diciembre de 2019) se han inspirado en estos hechos. La pandemia en sí tampoco es el foco de la narración, que con un diálogo de sus diferentes líneas temporales, se centra en las historias personales de los supervivientes en el presente y 20 años en el futuro.

Kirsten y David en 'Estación Once'.

Entre los supervivientes del futuro seguimos Kirsten, interpretada por Mackenzie Davis, uno de los miembros de "La sinfonía viajera", un grupo de teatro ambulante que va de asentamiento en asentamiento entreteniendo a sus habitantes durante el verano con obras de Shakespeare. Un personaje al que conocemos en el primer episodio como una niña, actriz en El rey Lear, a quien Jeevan, una de las personas del público, acoge porque es capaz de ver lo que nadie más ve, y entiende que ella está sola en ese mundo incierto. Esa relación es el corazón de la serie.  

Es en su delicado hilvanado narrativo donde más brilla Estación Once. La historia va y viene entre el inicio de la pandemia, algunos hechos clave ocurridos antes de que todo cambiara, los primeros 100 días del fin del mundo y 20 años después. Pero esta decisión creativa no es un mero recurso. Cada nueva pieza llega, no solo poner en contexto escenas que hemos visto antes, sino para conectarlas emocional y temáticamente, para resignificarlas. Y cuando se revisitan esos momentos y reinterpretamos lo que hemos visto, más que una revelación encontramos una recompensa.

Arthur y Miranda en 'Estación Once'.

La serie está estructurada de tal forma que los episodios impares cuentan una historia del pasado y los pares la del presente. Personajes y situaciones que parecen no estar relacionados en un principio se revelan, a su debido tiempo, profundamente conectados. Y el punto de unión emocional de todo es un cómic llamado Station Eleven, que alguien escribió solo para procesar su propio trauma. Una narración en la que otros personajes encuentran eco y refugio de sus propias experiencias, porque ese es el poder de las historias, llegan a nosotros cuando más las necesitamos y nos tocan profundamente porque sentimos que hablan de nosotros mismos. 

Aunque la presencia de un cómic que parece visionario y un personaje llamado el profeta puedan hacer pensar en una conspiración o un gran misterio por resolver, no son esos los resortes de Estación Once. El eje de esta historia es emocional e íntimo, vivencias a escala personal, relaciones surgidas de encuentros fortuitos que tienen más fuerza que los lazos de sangre, traumas compartidos, el arte como elemento sanador. Y la humanidad que prevalece en la adversidad, porque en tiempos difíciles la vida de una persona puede cambiar para siempre si un extraño decide ayudar. Nunca el apocalipsis había sido tan esperanzador e inspirador. 

'Estación Once' está disponible al completo en HBO Max.

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