El futuro del cine español seguirá hablando en femenino. La desarmante honestidad y emoción de Cinco lobitos apunta a Alauda Ruiz de Azúa como primera aspirante seria a continuar la histórica racha de cineastas noveles en los Goya. No estará sola en la carrera por el “cabezón” (Carlota Pereda y Elena López Riera han estrenado sus primeros largometrajes en Sundance y Cannes), pero la vasca ya ha salido más que airosa de su paso por la Berlinale y el Festival de Málaga -donde su debut recibió ocho premios- gracias una historia desgraciadamente actual sobre los cuidados, la maternidad y, en definitiva, la familia

Cuando nos sumergimos en el reconocible mundo de Cinco lobitos, Amaia (Laia Costa) acaba de ser madre junto a su novio, Javi (Mikel Bustamante). Ninguno de los dos sabe cómo enfrentarse a sus nuevas responsabilidades. Cuando él abandona el hogar común temporalmente por trabajo (ambos son autónomos), la joven madre decide irse a casa de sus padres, en un bonito pueblo costero del País Vasco, para compartir la responsabilidad de cuidar a su bebé con sus padres (Ramón Barea y Susi Sánchez). Lo que no sabe Amaia es que, aunque ahora sea madre, no dejará de ser hija.

En una primera instancia, la propuesta de Ruiz de Azúa parecía ser una continuación más naturalista de La hija oscura, la impactante ópera prima como directora de Maggie Gyllenhaal que destapa la cara oculta y amarga de la maternidad. Amaia no es una “mala madre”, como el complejo personaje que Olivia Colman humanizaba en la adaptación de la novela de Elena Ferrante, sino una víctima más de una sociedad en la que el reparto de los cuidados y la crianza sigue anclado en un sistema patriarcal. 

Cinco lobitos elige ir más allá y convertir la travesía por el desierto de la madre primeriza que es su primer acto en un relato más ambicioso e igualmente identificable que habla sobre roles familiares y herencias generacionales. El título de la película apela a esas nanas que pasan de padres a hijos con una simple pero eficaz metáfora de todos los rasgos que heredamos y transmitimos de una generación a la siguiente. 

La cámara observa a sus personajes con la naturalidad y cotidianidad de reconocidos referentes (desde Yasujirō Ozu a Hirokazu Kore-eda) que marcan el camino a seguir por una directora que no renuncia a hacer un inspirado y empático retrato de las dinámicas de las familias del norte en general, y vascas en particular

La distancia con un padre que siempre está ahí a pesar de no estar en contacto con sus emociones -y las de las personas que le rodean-, la brusquedad de una madre que se ha sacrificado por el bien de su familia, los intentos de un joven padre que no sabe lo que hace y las frustraciones de una madre que se ve superada son algunos de los paradigmas que explora un drama que jamás jugzga a sus personajes. En su lugar, Cinco lobitos prefiere poner en entredicho a un sistema que todavía tiene demasiadas cuentas pendientes con la conciliación y el reparto y reconocimiento de los cuidados

La maternidad y los cuidados están en el centro de 'Cinco lobitos'.

Los grandes aliados de Ruiz de Azúa son su extraordinario elenco protagonista comandado por una sutil y medida interpretación de Laia Costa (en su mejor interpretación en España), la contundente y emocionante aspereza de Susi Sánchez y un secundario como Ramón Barea que, como siempre, mejora cualquiera de las películas en las que aparece. Hasta Bustamante, el más inexperimentado del reparto, le aguanta a la plana a un estelar trío protagonista que parece una familia de verdad.  

Cinco lobitos es desde ya una de las grandes películas españolas del 2022 gracias a la construcción de unas dinámicas familiares en las que todos los espectadores pueden una conexión personal con la historia y su destreza para encontrar el difícil equilibrio entre la emoción y la contención, lo preciso y lo universal. Una joya que no debería pasar desapercibida. 

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