Cannes

El miércoles en el Festival de Cannes fue la jornada del sexo. También fue la fiesta nacional francesa, pero dentro de las salas de cine era el sexo en sus diferentes vertientes de lo que se hablaba en las dos películas más importantes a competición por la Palma de Oro. En ninguna se hacía de una forma exhibicionista ni amarillista. Pero tanto en Red Rocket como en Les Olympiades es un elemento de una importancia narrativa brutal.

En la primera hasta tal punto que el personaje principal, un actor porno retirado que vuelve a su Texas natal buscándose a sí mismo, lo interpreta el ex actor porno Simon Rex, al que Sean Baker le ha dado la oportunidad de su vida en su nueva película con la que por primera vez está en la Sección Oficial a concurso del Festival de Cannes. Rex fue ayer la estrella de la jornada. Una estrella inesperada. Un ex actor porno, reconvertido en actor -ya lo intentó con filmes como Scary Movie 3-, que llega a La Croisette confesando que tuvo que mirar en Google qué narices era aquello y que se convierte en un candidato al premio a la Mejor interpretación masculina de reparto.

Simon Rex es el centro gravitacional de la película de Baker, que vuelve a hacer lo que mejor sabe: un retrato real de eso que llaman sueño americano y que no es más que una sarta de mentiras. Que le hablen del sueño americano a los habitantes del pueblo de Texas que retrata Baker de manera realista, sin paternalismos y sin demonizarlos. Gente cuya única forma de sobrevivir es hacerse pasar por veteranos de guerra y vender banderitas, los trapicheos con la droga… o el porno.

Simon Rex en Red Rocket.

Eso es a lo que decidió dedicarse el personaje central. Salió de su pueblo hacia California pensando que el sueño americano le esperaba y lo único que logró fue tres veces el premio a la mejor escena de felación en una industria machista de juguetes rotos. En su regreso, Baker le ofrece una posibilidad de redención, pero esa América de 2016 -en plena campaña presidencial de Trump- no se lo pondrá fácil. Un canto triste, con toques de humor, pero demasiado largo y repetitivo. Baker repite las formas de sus anteriores películas pero sin la misma suerte. No tiene la misma frescura de Tangerine, ni la magia de The florida project.

El que no falla es Rex. Se entrega en cuerpo y alma al papel de su vida. Un personaje desagradable, un encantador de serpientes al que dota de carisma. Un jeta con labia que ve de nuevo en el porno la opción de resucitar. En un juego cinematográfico era emocionante ver al actor al borde de las lágrimas escuchando la ovación del certamen más prestigioso del mundo.

Sexo generacional

El sexo también está en el centro del relato de Les Olympiades, el esperadísimo nuevo trabajo de Jacques Audiard. Es en torno a lo que se mueven las relaciones de tres jóvenes en un barrio a las afueras de París. Un sexo que pasa de lo lúdico, a lo triste. Una única forma de escapatoria, de sentirse queridos de una generación a la que se le prometió todo y no tiene nada. Sexo para no sentirse solo, para buscar un apoyo en una sociedad hecha para vivirla en pareja.

Les Olympiades.

Audiard realiza un retrato fino de las relaciones modernas (aplicaciones, bisexualidad…) gracias al guion de Celine Sciamma, pero a la película le falta colmillo para que realmente entendamos bien a sus personajes. Para que nos importen e incluso para que les entendamos como generación perdida. Hay un buen número de aciertos: el cambio de las relaciones con las nuevas tecnologías, la naturalidad de las escenas de sexo, las dinámicas de parejas en las que siempre es el hombre el que lleva la voz cantante (y posesiva).

Una película que se ve con gusto, íntima y delicada, pero que nunca termina de explotar. Audiard sigue demostrando su mano virtuosa como director, aquí con un blanco y negro precioso (quizás demasiado esteta) y una banda sonora potente que pone ritmo a los vaivenes de una juventud perdida, sin rumbo y en el lodo.

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