¿Qué lleva a una niña a matar a su madre? En el caso de Gipsy Blancharde la pregunta es todavía más incómoda. Su madre, Dee Dee, era la única persona que se preocupaba por ella, el único pariente cercano y su única amiga. También era la única que la cuidaba constantemente debido a sus múltiples enfermedades. Gypsy tenía leucemia, distrofia muscular, problemas visuales y también un retraso provocado por la enfermedad. Iba en silla de ruedas a todos los sitios, y sin embargo alguien tan indefenso había sido acusado de asesinar a sangre fría a su progenitora.

Cuando la televisión vio a Gypsy no se lo podía creer. Allí estaba esa joven de 19 años que aparentaba 13. Tenía la voz aniñada, el pelo rapado y los brazos llenos de vías para administrar fármacos. Nadie entendía cómo esa persona había matado a la jovial Dee Dee, a la que todo el pueblo quería y había ayudado. Desde que llegaron a Springfield (Missouri) tras sufrir la violencia del Huracán Katrina en su antigua vivienda, todo el mundo se volcó con ellas. También las ONGs. Les dieron una casa, les ayudaban con dinero, hasta pudieron viajar a Disney World.

Mommy Dead and Dearest (HBO Documentary Films)

La acusación de asesinato no era una suposición de los policías, el novio de Gipsy, Nicholas Godejohn, había reconocido sin ruborizarse en el primer interrogatorio que él había cometido el salvaje crimen, pero que era algo consensuado y premeditado con su pareja, a la que había conocido por internet. Detrás de todo había una historia mucho más sórdida y sorprendente que cuenta el documental Mommy dead and dearest, producido por HBO y dirigido por Erin Lee Carr. El nuevo trabajo de la cadena de televisión por cable de EEUU no descubre nada que no se hubiera publicado en los periódicos, pero lo hace con acceso inédito y único a informes médicos, policiales, e incluso las grabaciones de los interrogatorios a los sospechosos. También con una declaración a cámara de la protagonista, esa joven que al final resultó ser más víctima que verdugo.

"La zorra está muerta"

La primera prueba de que Gipsy y su novio estaban involucrados en el asesinato es el post en la cuenta de Facebook de la primera. "La zorra está muerta" decía un primer mensaje al que siguió uno más escalofriante: “He rajado a esa cerda gorda y he violado a su inocente hijita”. No los posteó ella, sino su pareja, que dijo sin parpadear ante el sheriff que lo había hecho “por mí y por ella”. Cuando llevaron a la niña vieron que podía andar perfectamente, y todo el castillo de naipes creado por su madre durante años se derrumbó.

Dee Dee había engañado a todo el pueblo, pero también a su hija. La había hecho creer desde pequeña que estaba enferma, que no podía moverse, que tenía cáncer y que tenía que comer mediante una sonda. La niña hasta fue operada en varias ocasiones y nunca se le ocurrió pensar que su madre haría algo así, ella sólo quería lo mejor para ella. Sufría lo que se conoce como Síndrome de Münchhausen por poder, una enfermedad mental y una forma de maltrato infantil en el que el cuidador del niño, con frecuencia la madre, inventa síntomas falsos o provoca síntomas reales para que parezca que el niño está enfermo.

Gypsy pensaba que tenía leucemia.

Lo hizo desde que nació, y también engaño al padre de la criatura, al que le decía que había ido al médico y que le habían diagnosticado una apnea del sueño, por lo que le hizo dormir desde bebé con una molesta máquina. Pronto se inventó también su problema muscular por el que le hizo ir 14 años en silla de ruedas. Cuando iba al médico le daba a su hija un juguete y le decía que no moviera las piernas. A veces incluso le tapaba los oídos para no escuchar la conversación con los médicos. Cuando uno de ellos sospechaba cambiaba de doctor. Todo esto provocó que el abogado de Gypsy investigara este abuso, y que lo demostrara consiguiendo que se rebajara la condena de su defendida de pena de muerte a diez años de cárcel. Fue 100 veces al hospital entre 2005 y 2014 y le afeitaba la cabeza para parecer que daba sesiones de quimioterapia, le decía que el pelo se le caería igualmente por su enfermedad.

Fue cuando entró en contacto con el exterior por internet y redes sociales cuando descubrió que su madre estaba encerrándola y mintiendo. Intentó huir, pero su madre se enteró y rompió con un martillo su móvil y su ordenador. También le amenazó con partirle los dedos. Todo lo cuenta Gypsy en primera persona, llorando y con las esposas que atan sus manos antes de acudir al juzgado en el espeluznante documental de HBO.

Y aún así se arrepiente de su decisión, define a su madre como “sobreprotectora” y confiesa que en su interior tenía una extraña sensación, en el fondo sí quería que su novio la asesinara, pero no sabía si su voluntad era real. Hasta que ocurrió. De la cárcel de su madre pasó a una real, pero en la que por primera vez pudo ser ella.

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