16 marzo, 2024 01:54

Henar Álvarez (Madrid, 1984) es una fuerza de la naturaleza: no existe en todo el país, por más que uno busque, una voz tan carismática, brillante, salvaje, verborreica, divertida, punzante y culta como la de ella. Es conmovedora, es expectorante, es vitriólica. Es ternura y punk, es luminosa y cruda, es análisis y patada en la puerta. Es un carro en llamas. No se puede salir indemne de su palabra. Escribe, rumia y dispara. A veces habla y parece que rapea: te deja atravesado por su sentencia más genial como una estaca.

Es la ‘podcaster’ total: todo lo que toca se vuelve gracia y brío, inteligencia espídica echada a rodar. Esta mujer anfíbica (con un pie en la biblioteca y otro en la calle) te cuenta cuatro verdades desde ‘Buenismo Bien’ o desde ‘Estirando el Chicle’ y te cambia los muebles de la cabeza de sitio. Seguro te saca de tu casilla, te revolea y te pone a pensar. Si Évole le hace una entrevista en la tele, engancha a más de un millón de espectadores. Tiene público por todos lados: es una artista total, profunda desde la comedia, reveladora desde la empatía.

Después de un cómic tan catártico y exitoso como La mala leche llega su primera novela, Ansia, también publicada por Planeta: el delirio genial de una mujer deseante y voraz que vive avasallando, siendo caprichosa, contradictoria, egoísta, sumisa a ratos, cruel, lúbrica… en fin, ¡humana!, una antiheroína magnética tan negligente y maravillosa, al mismo tiempo, como los protagonistas hombres de los libros que amamos.

Henar con su libro.

Henar con su libro. Cristina Villarino.

Me cuenta Henar que nuestros referentes hablan por nosotras: a ella le fascinaron (aún le fascinan) personajes como Kerouac, Henry Miller o el mismísimo Sabina… hasta que estalló de frustración al darse cuenta de que sus obras nunca estarían protagonizadas por una mujer como ella. “Nosotras éramos las rubias camareras que les ponían cubatas en sus libros o canciones, o las amantes, o las esposas, pero nunca podríamos cantar ni escribir lo mismo que ellos, porque en el momento en el que una mujer hace alarde de su vida sexual se convierte en una mala mujer”, explica. “Ellos no escribían ni sobre mí, ni para mí”.

¿Qué hace una cuando le va supurando la herida de sentirse abandonada por los viejos héroes de la ficción? Henar tiene la clave: “Leer a mujeres. Ahí empecé a sentirme reconfortada”. Ahora se toma la revancha poética, la más burbujeante de las revanchas.

P.- Parece que la ansiedad es patrimonio de las mujeres. Cuando nosotras somos compulsivas, estamos diagnosticadas. Para ellos, ser compulsivos (querer comer, beber, salir, tener sexo, gastar dinero) es un martes normal.

R.- Totalmente. Parece que como nos hemos salido del estereotipo, somos una especie de monstruo que ha perdido el control. No: soy una persona, soy un ser humano. Por eso quería que esta historia fuera universal, como las que nos han contado ellos toda la vida: la historia de una persona que pierde el control porque el deseo se le ha ido de las manos, no porque sea una histérica. Tenía ganas de hablar de eso y del abuso de poder, que es una cosa que me obsesiona muchísimo.

Henar.

Henar. Cristina Villarino.

P.- ¿Cuándo empezaste a pensar en ello?

R.- Creo que pienso en ello desde siempre, porque desde pequeña no llevaba bien la autoridad de los otros. Incluso con mis padres, ¿sabes? Si decían “vamos aquí de vacaciones”, yo quería ir al otro lado. Era una forma de rebelión.

P.- El arte de la desobediencia.

R.- Sí. Me gusta mandar. No sé de dónde parte. Observo día a día que todo son dinámicas de poder. Los padres con los hijos, con los compañeros de clase, con los jefes… Hay algo que hacemos todos y que ojalá no fuera así, pero este mundo es el que es: si en un lugar tú eres la víctima, en cuanto puedes, en el otro lado te vas a convertir en verdugo. Eso me apasiona. Lo veo día a día. Yo también lo he hecho. Es flipante ver cómo una persona puede pasarlo fatal y luego ser un hijo de puta. O al revés: ves al hijo de puta, al que tiene una personalidad arrolladora, ¡de repente, dejándose mangonear…! ¡Con lo que él es…!

"Nunca he llevado bien la autoridad de los otros: a mí me gusta mandar" 

P.- Puestos a elegir, y ya que sólo se puede ser mandón o mandado, mejor que mandemos nosotras, ¿no?

R.- Desde luego.

P.- ¿Qué lugar ocupas tú ahora?

R.- Depende de en qué. En las relaciones emocionales creo que estoy más arriba, porque durante la adolescencia y cuando era más joven pasé por tantos momentos en los que me mangonearon que he dicho… mira, no. He salido con personas mucho más mayores que yo y me ha pasado de todo, y ya no quiero que me vuelva a pasar más. Por eso tengo que calibrar mucho para no convertirme yo ahora en ese tipo de persona. No quiero volver a tener una pareja que sea más mayor que yo: no quiero. ¿Cómo ha podido calar la idea del ‘sugar daddy’? Es flipante.

¿En qué momento quieres tener una pareja a la que le tengas que pedir dinero? No sé cómo no lo ven… incluso amigas mías que se meten en Raya. ¿No ves que te van a tener controlada en todos tus movimientos y vas a vivir justificándote? No lo entiendo, vamos. Yo he pasado por ahí y no voy a volver a pasar. Ahora me cuesta tener una relación emocional en la que no esté siempre a la defensiva… y no quiero que eso me haga acabar siempre arriba.

Henar Álvarez.

Henar Álvarez. Cristina Villarino.

P.- A la protagonista le gusta jugar un poco a ser ‘sugar mami’. Llegar a un restaurante con su amante, más joven que ella, y pegar unos buenos tarjetazos que dejen claro quién manda. Está mal decirlo… pero mola, ¿no?

R.- (Ríe). A ver. Mola. Primero quiero decir que yo no soy la protagonista. Pero luego quiero decir que me da rabia que ahora todo se mida en términos absolutos: lo que está bien o mal, sin contexto, sin ver de dónde vienes, sin ver a dónde vas, sin ver que hay diferentes tipos de personalidad… mil cosas. No sé si será por las redes sociales o qué. El caso es que ellos han podido fliparse y hacerse los chulos… y yo quiero tener derecho a poder hacerme la chula (ríe). Es una sensación increíble. No quiero renunciar a hacerme la chula, la verdad. Vi el otro día el documental de C. Tangana, “Esta ambición desmedida”, y empatizaba un montón.

P.- Compartís voracidad.

R.- Sí. Pero a la vez… no puedes ir de que no tienes dinero para pagar a tus trabajadores y al final regalarles un anillo de oro, ¿no? (Ríe). No quiere renunciar a hacerse el chulo y yo puedo empatizar completamente con eso. Está fatal, pero es lo que hay.

P.- ¿Por qué vamos a dejar pasar lo divertido?

R.- Exacto. Es divertido, te hace sentirte viva, y joder, a todo el mundo le gusta tener el control.

"Enamorarse es un proceso que se hace de manera consciente: tú decides de quién te vas a enamorar" 

P.- Me gusta que la protagonista sea un ser deseante. Al final es la capitana de todo esto. Su deseo mueve las cosas. Interviene en su propia vida, no es una espectadora, no se deja llevar.

R.- Sí. Vamos, hasta enamorarse se elige. Creo que enamorarse es un proceso, en mi opinión, que se hace de manera consciente. Tú decides de quién te vas a enamorar. Lo pienso así. Y lo he pensado porque hasta mis casi 30 años fueron otras personas las que me eligieron, y yo me enamoré de quien me eligió, pero no fui yo quien tomó la decisión.

P.- Viviste por reacción.

R.- Sí. Claro. Vale, conocí a esta persona, a este hombre. Me atrajo sexualmente o me atrajo emocionalmente… pero me eligió él. Él me entró o ella me entró, ¿sabes? Y luego ya pensé que me parecía guapo o que me caía bien o lo que fuera, y tiré para adelante. Ahora me interesa lo contrario. Es más, creo que ahora voy a una discoteca y alguien me entra y eso hace que me genere rechazo. Yo voy a mirar quién hay aquí y voy a elegir a cuál de todas estas personas quiero llevarme a la cama esta noche. Es muy adictivo. Y algo más adictivo todavía: descubrir el poder de que te la sude que te digan que no.

P.- ¿Cómo es eso?

R.- Es esto de “si tú me has dicho que no, da igual, porque dentro de una hora otra persona me va a decir que sí”. Es siempre mejor esa situación que la contraria, que la de ser mirada o elegida. Estoy hablando de conocer a alguien en un bar, claro, no de alguien que conoces de más tiempo y te gusta. Te digo “hola, qué tal”, ¿y me dices “hasta luego”? Pues perfecto, es que le digo: “Cariño, es más, a esta copa te voy a invitar igualmente”. Claro, tío. Eso es tener el ego cuidado.

Henar Álvarez.

Henar Álvarez. Cristina Villarino.

P.- Dices que has decidido no estar con hombres más mayores que tú. Quería preguntarte: ¿qué tiene de bueno estar con hombres más jóvenes que nosotras?

R.- Creo que la mejor pareja que puede tener alguien es alguien de su misma edad, lo creo firmemente. Cuando se produce una diferencia de edad, uno de los dos es el que manda. La experiencia es un grado incomparable. En el monólogo inicial, la protagonista dice que su amante la ha dejado por otra más joven y más guapa, y es mentira: lo que pasa es que por fin ese chico se está haciendo cargo de los actos de ella. Ella le había mangoneado absolutamente.

P.- Le dejaba los tres meses de verano para poder ir de vacaciones con su marido y su hijo sin tener que responder a llamadas… y en septiembre volvía.

R.- Claro. Es que cuando estás con alguien que tiene menos experiencia que tú puedes hacer esas cosas, puedes mangonearle. Así que yo creo que cuanto más se parezcan las personas en edad, en nivel adquisitivo y en todo, más igualitaria podrá ser la relación… todo esto dentro de que pienso que las relaciones igualitarias no existen.

"No quiero volver a tener una pareja que sea más mayor que yo: las relaciones más igualitarias son entre gente de la misma edad”

P.- En un momento del libro dices que el dinero no lo mancha todo, sino que lo arregla todo. ¿Nos han obligado a ser capitalistas, incluso siendo mujeres progresistas? El lenguaje del mundo es el dinero.

R.- Claro. Es que… ¿en qué sistema vivimos? Al final las reglas del juego no las hemos puesto nosotras. Estaría genial romperlas, y de hecho, hay mucha gente luchando por romperlas. Pero mientras tanto, ¿qué haces? Yo lo he pensado con un montón de gente que veo y digo “eres más valioso dentro del sistema que fuera”. O sea, si te pones a liarla mucho, te expulsan, y desde fuera ya seguro que no hacemos nada, ¿sabes? Creo que sí, que a veces hay que ser estratega y hay que saber jugar… conociendo las reglas del juego. Yendo de outsider a veces no se consigue nada.

P.- ¿Por qué los hombres compiten sólo entre ellos pero piensan que las mujeres estamos en otra liga? En una liga distinta… y menor, claro. Entre ellos, competir es excitante y honorable. Pero si les ganamos nosotras…

R.- Sí: para los hombres, que una mujer les supere en algo es una humillación, no lo pueden soportar. Tú trabajas en medios de comunicación igual que yo y lo verás: hay gente que no lo soporta, no soporta que estemos, otra gente lo intenta y le cuesta… pero hay muchos en los que se palpa, que no están dispuestos a soltar ciertas cosas o a asumir que tienen que competir con nosotras. No sólo es rechazo, es miedo: tienen un miedo brutal de competir con nosotras porque les han metido en la cabeza que es una humillación perder ante una mujer y nadie soporta que le humillen. De hecho, cuando a veces me preguntan si con humor entran mejor las cosas, les digo que según, porque creo que si alguien está de acuerdo contigo, entra fácil, pero si no lo está, con el chiste siente que le estás humillando y entonces pone una barrera que lo flipas. Es irreconciliable.

Henar Álvarez.

Henar Álvarez. Cristina Villarino.

P.- ¿En qué consiste liberarse sexualmente? ¿Cómo ha sido tu experiencia al respecto en los últimos años? Hablamos, por fin, de descubrir cosas que ni siquiera sabíamos que nos gustaban.

R.- Yo creo que para mí y para cualquier mujer… ahora mismo, en nuestro contexto, liberarse sexualmente depende de que se quite por fin el prejuicio sobre nuestra sexualidad y no puedan utilizarla como arma arrojadiza, porque es algo que sigue pasando. No hace mucho que una mujer llamada Verónica se suicidó porque le pasaron a toda la empresa un vídeo sexual suyo. Es que yo estoy segura de que recibimos un vídeo de un tío y no pasaría esto, no es como “ah, mira lo que está haciendo”, sino que parece algo normal. No sé cómo se cambia esto. Una de las cosas que digo en el libro es que hasta el tío que se encuentre más en el subsuelo, la mayor cucaracha de todas, puede derribar a una mujer juzgando su sexualidad. Podría acabar hasta con Madonna. Bueno, con Madonna no, porque lo han intentado ya un montón de veces (sonríe).

P.- Es muy flipante el extracto, violento y poético, en el que la protagonista, una vez abandonada por su amante, dice que quiere clavarle los colmillos en el pecho, beberse su sangre… hasta que se acostaría con su madre porque es carne de su carne. Es potentísimo. ¿Eso es amor, eso es puro sexo, eso qué es?

R.- Yo creo que eso no es amor. Creo que ese es el discurso de una persona con la autoestima rota. Creo que está en la mierda más absoluta y lo único que quiere es que la quieran, así que haría cualquier cosa por conseguirlo, porque le han dicho que no. Es un horror porque haría cualquier cosa, dejarse pisotear, comerse sus heces si hace falta. Se las come, pero porque está rota.

"Sí hay algo de sumisión en que una mujer le practique sexo oral a un hombre,  porque el porno lo ha mostrado como humillación”

P.- ¿Consideras que el sexo oral a los hombres es sumisión? Eso es un temazo…

R.- Yo creo que hay algo de sumisión porque el porno lo ha mostrado como humillación. Como humillación. Eso se le nota en la cara al hombre cuando lo haces, ¿no? Si él te ha dado placer antes, y ahora lo haces tú, y está todo bien, y notas que en su cara sólo hay “qué placer estoy sintiendo”, pues es perfecto. Pero si le ves en la cara algo raro… es que lo está viendo como sumisión. Se distingue perfectamente. Te deja de hacer gracia estar ahí de rodillas, porque ves que en él está latiendo otra cosa. Tiene que ver con el relato con el que hay que acabar, el de que ellos son los que desean y nosotras las deseadas, ellos cazan y nosotras somos las presas: esto está absolutamente vigente. ¿Qué está pensando un tío si le practicas sexo oral? ¿Que te ha cazado? Pues no, tú también querías tener sexo esa noche y se te puede cortar el rollo al palpar lo que él está pensando y sintiendo. Y esto se ha terminado.

Henar Álvarez.

Henar Álvarez. Cristina Villarino.

P.- En Los Soprano hay un capítulo donde todos se avergüenzan de practicarle sexo oral a sus chicas.

R.- Sí. Es por el mito que se ha creado entorno a que sus genitales son la hostia y los nuestros huelen mal, que es una tontería. Comerte unos genitales a las seis de la mañana después de salir siempre es un asco (ríe). Pero te da igual porque te gusta, o si la persona te gusta. Hay que desacralizar ya esas cosas. Son genitales, no son colonia ni flor de azahar. Menos mal que nosotras estamos empezando a hablar más del tema, ¿no? A las mujeres las han obligado a creer que tienen que estar depiladas, limpias y aseadas para que las quieran. Es horrible.

P.- La protagonista se desfoga viendo porno. ¿Qué relación tienes tú con él?

R.- Ninguna buena relación con él, claro. Me parece una vergüenza absoluta. Tengo un hijo de siete años y he visto en un documental llamado Generación porno que ahora empiezan a verlo con ocho. ¿Que un niño pueda ver cómo a una mujer la penetran por todos los agujeros cuando todavía ni siquiera se ha dado un beso? Es de un nivel de brutalidad… siento que si hubiera páginas web con vídeos gratuitos en las que se le hiciese todo eso a animales o a alguna raza en particular, ¡o a hombres!, o a gente de una determinada edad… te aseguro que eso estaba chapado inmediatamente.

La portada del libro de Henar.

La portada del libro de Henar. Cristina Villarino.

Se ve muy claro. Ancianos, imagínate. O animales. Eso no se permitiría. Pero con las mujeres se permite y existe esa idea de que las mujeres somos sumisas en la cama. Estamos criando una generación de hombres que van a tener unos enormes problemas de disfunción eréctil, no se les va a levantar teniendo una relación sexual normal porque han consumido todo eso. Van a tener que ir todos a terapia. Da pánico. Además, empiezan a ver porno a los ocho años porque a esa edad se genera el deseo en el cerebro. Imagínate.

P.- ¿Por qué la belleza parece que consiste cada vez en parecerse más a algo que no es a una misma? ¿Por qué es tan homogénea? ¿Cómo lidiamos con la presión estética, con el no querer vivir en un quirófano, con no querer jugarnos la salud, con no querer arruinarnos con eso, con aprender a envejecer… con todo este delirio que hace que las niñas estén deseando cumplir 18 para pincharse los labios?

R.- Buf, totalmente. No entiendo cómo una tía puede preferir gastarse dinero en cambiarse la cara para ponerse igual que otra en vez de irse de vacaciones. Bueno, sí lo entiendo: ser joven y guapa significa ser visible y nadie quiere ser invisible. Pero creo que es mentira, que nos la han metido por todas partes para que comulguemos con ello y estemos más preocupadas de eso que de vivir y de hacer otras cosas, de vivir nuestras vidas y de no estar a merced de que alguien destruya nuestra autoestima. Les gusta destruir nuestra autoestima porque eso nos hace manejables. Eso creo. Y también creo que la cultura tiene el poder de cambiar eso.