Los mejores recuerdos de Irene Villa (Madrid, 1978) antes de cumplir los doce años -la edad con la que perdería las dos piernas tras el cruento atentado de ETA- son casi siempre en verano. Será que el verano es la infancia: más que una estación, un estado luminoso y trivial lleno de primeras veces, una pompa temporal donde el dolor no parece posible. Donde la vida sale a recibirte.

Piensa en aquellas acampadas. En el sonido de los grillos. En las playas nuevas, inmensas. La niña Irene no podía dormir en toda la noche de pura excitación: qué bello era todo, qué burbujeante el mundo, qué stendhalazos constantes para una cría como ella, tan vitalista y pizpireta. Le llegaba la madrugada despierta, disparando a las sombras con una linterna y elucubrando qué animalillo iría a visitarla a la tienda.

Recuerda el baloncesto. Y su equipo de colegas llamado las Vikingas, con las que hizo un pacto de sangre inquebrantable. Recuerda cómo admiraba a las culebrillas del río. Tan escurridizas y libres como ella acabaría siendo. Cantaba en el coro, patinaba sobre hielo. Los suyos la cubrían de amor aunque no había mucho dinero en casa ni planes para ir a Disneyland. Su madre decía que para Irene cada día era el día más feliz de su vida. 

Nunca se atrevió a contárselo a nadie, pero ya un tiempo antes de la fatídica explosión de aquel coche, empezó a tener pesadillas horribles: soñaba constantemente que a su madre y a ella la perseguían por toda la casa unos hombres vestidos de negro, sin rostro, hasta que un día consiguieron atraparlas y colocarlas en una mesa dura y gélida, como la de los quirófanos, para mutilarles partes del cuerpo con una sierra eléctrica. Cuando se despertaba, daba las gracias por poder andar, por tener ojos y por usarlos. Por estar viva. 

Irene Villa 30 años después Carmen Suárez

La mañana del 17 de octubre de 1991, jueves, se levantó pletórica: tenía un partido importante y muchas estrategias que poner a prueba. Mientras desayunaba, escuchó la explosión de la primera bomba de aquella jornada. "Nadie quiere hacernos daño a nosotras, ¿verdad?", le preguntó a su madre. "Claro que no, ¿cómo puedes pensar eso? Eso sólo le ocurre a gente importante y nosotras no lo somos", le respondió María Jesús. Aun con todo, antes de subirse en el coche, la cría insistió: "¿Y si nos han puesto una bomba a nosotras también?". "Anda, anda, sube ya y no digas tonterías". 

Después: tubos, luces, el espíritu magullado probando a volar y el cuerpo -con los médicos volcados- agarrándolo fuerte. No, tú para adentro. De ésta salimos. De ésta salimos. Irene perdió las dos piernas y tres dedos de una mano. Su madre, una pierna y una brazo. Claro que creyó que todo había acabado. Claro que pensó que nadie volvería a quererla, que qué había hecho tan malo ella para merecer ese castigo, que por qué no la dejaban dormir, que por qué no la dejaban en paz. Su padre pensó que era lo mejor. Llegó a decirles a los doctores que le permitieran morir. 

Al cabo de los días, Irene le pidió a su vecina que le rascase el pie -se lo inventó, a ver qué pasaba- y ya notó la pantomina. Le pidió que abriera la ventana porque tenía calor y aprovechó que se apartaba para levantar la sábana y descubrir las vendas. Y el hueco. Gritó mucho. Gritó largo y lloró. Gritó para que le devolvieran sus piernas. Gritó para preguntar si le volverían a crecer las piernas que conocía, las de los patinajes y los bailes y los nados. Pensó en Se le apagó la luz, de su cantante favorito, Alejandro Sanz. Pensó mucho tiempo en la canción y en que ahora le recordaba a sí misma.  

Luego, prontísimo -tan insólita y brillante, tan diminuta y esperanzada- se debió de plantear aquello que escribió la poeta Pulitzer Mary Oliver: ¿No es verdad que todo al final se muere, y tan pronto? / Dime, ¿qué planeas hacer con tu preciosa, salvaje y única vida? Han pasado treinta años desde aquel momento y lo cierto es que lo ha hecho todo. Jamás ha sido una mártir. Jamás se ha conformado con el rol que le asignó su tragedia. Se hizo psicóloga y conferenciante y viajera por el ancho mundo y deportista de élite y escritora y esposa y madre de tres criaturas, y perdonó a sus asesinos y hasta se rió de algunos de los chistes negros que le dedicaron -su favorito, dice, es el del estadio Mestalla-. Con un par de ovarios. Ahora abre para EL ESPAÑOL | Porfolio su álbum personal para hablar de lo vivido después de aquella mañana de jueves. 30 años, 30 fotos. 

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Año I. "De esto no me acuerdo, por supuesto. Esta foto me la dio el fotógrafo de la Agencia Efe, que las vendió a los periódicos, y me dijo que en la vida había ganado tanto dinero y en la vida había sufrido tanto. Dice que fue terrorífico y que necesitó ayuda psiquiátrica, y que a día de hoy no se ha quitado ese daño psicológico. Yo creo en poner las fotos tal cual fueron. A mí nadie me ha maquillado la realidad, así que yo no la pienso maquillar. Ni a mis hijos. No quiero tener a la gente entre algodones: ¿para qué, para que sean débiles emocionalmente? Quiero hacer a mis hijos fuertes, más en este mundo paternalista e infantilizado. Mi madre tampoco se acuerda de esa foto. Sólo de que me buscaba, gritaba "mi niña, ¿dónde está mi niña?". Se la llevaron al hospital y le salvaron la vida. Y luego a mí. 

De este instante me acuerdo sólo del cariño y del apoyo de la gente que fue a verme. Cantantes, jugadores de baloncesto (sabían que me encantaba ese deporte), actores, actrices… Me acuerdo de Maribel Verdú. De Alejandro Sanz. De la infanta Elena. Por ahí pasó mucha gente a darme su "ánimo, Irene, no estáis solas". Fue muy emocionante" (1991). 

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Año II. "Fue un año mágico. Conocí a la reina Sofía en las Paralimpiadas de Barcelona y ese mismo año la princesa de Gales me dio un premio de Niños de Europa. Yo nunca había montado en avión, nunca había salido de España… y salí de aquí para ir a Londres, que era la ciudad a la que todo el mundo quería ir, y encima con la realeza. Fue increíble. Recuerdo a los paparazzis, que no nos dejaban ni un segundo. La princesa me dijo "perdona a los fotógrafos, son muy pesados, espero que no te abrumen demasiado y que te guste Londres". Fíjate… y luego ella falleció en una persecución de paparazzis" (1992). 

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Año III. "¡El príncipe Felipe, que ya es rey! Estaba guapísimo, lo sigue estando. Como todas las chavalas, he crecido idolatrándole. Nos encantaba a todas. Tuve la suerte de conocerle en Palma de Mallorca, en unas regatas. Mira qué cara… yo tenía 13 años y él unos cuantos más, veintipocos. Princesa y príncipe (ríe). Luego hemos coincidido en muchísimos eventos, como en congresos de víctimas del terrorismo. Cuando se casó con la reina Letizia nos invitaron, al poco, a un acto muy bonito en Zarzuela… Hemos estado bastante en contacto" (1993). 

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Año IV. "Ha habido mucha gente que nos ha dado cariño, amor. Que venían a los hospitales y hacían bailes regionales o danza. Esas muestras de cariño a día de hoy me siguen alucinando, 30 años después. Y lo que más ilusión me hace es que mis hijos estén delante. Cuando me paran por la calle: "Qué valiente, qué guapa, ay, tus niños…". Ponen una carita de alegría que me muero. Mi vida está orientada a ellos. Todo lo que les pueda enorgullecer me hará feliz" (1994). 

Año V. "Fue un momento especial. Mi primer baño en la playa, durante el día, después de todo lo que había sufrido" (1995). 

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Año VI. "Con la maravillosa Carmen Sevilla. Yo tenía 18 años y había decidido estudiar Psicología, porque en ese momento no había los psicólogos que hay ahora. La especialización en víctimas del terrorismo empezó mucho más tarde. Yo estaba estudiando Psicología cuando pasó el 11-M y ahí nos volcamos todos los psicólogos, pero en el 91, cuando yo más lo necesité, no había. Recuerdo haber ido a una psiquiatra del Gómez Ulla y que alucinase conmigo más que yo con ella. Me dijo: "Vamos a ver, te acaban de romper la vida y sólo te preocupa aprobar octavo de EGB". Era mi obsesión. No es lo que te pasa, es lo que tú miras, es cómo interpretas lo que te pasa. Yo sólo quería que mis amigas siguieran viéndome, quería seguir estando en los trabajos de clase… venían mis amigas al hospital, yo hecha polvo, y hacía mi parte. Tenemos que motivarnos, desafiarnos y enfocarnos en lo que sí está en nuestra mano" (1996). 

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Año VII. "Viajé a Rusia con mi madre y mi hermana" (1997). 

Año VIII. "Se cumplían 20 años de la Constitución y también cumplía 20 años yo. Nos invitaron al Congreso de los Diputados con Nieves Herrero, Liberto Rabal, Espido Freire... gente del mundo del deporte y de la cultura. Ojalá que la Constitución hubiera servido para calmar esa España dividida. Me da pena que casi 43 años después todavía haya grietas" (1998). 

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Año IX. "Con mi querido abuelo Andrés" (1999). 

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Año X. "Aquí comencé hacer esquí, era el año 2000. Yo siempre he cambiado rápido el foco con lo que me ha pasado. Al principio decía "pero ¿cómo voy a estar yo sin piernas?, esto es dantesco, mi cuerpo no puede cambiar de esta forma tan salvaje de un día para otro…". Antes patinaba sobre hielo, jugaba al baloncesto. Y no sabía qué iba a hacer. De repente dije: "mira, estoy viva. Qué más quiero". Todo en esta vida es relativizar. Pierdes el trabajo, o la pareja… y luego dices "bueno, estoy aquí, que no es poco, y voy a coger las riendas de mi vida y a diseñarla como yo quiera". La gente que ha pasado un cáncer lo dice: "Mi felicidad se la debo al cáncer". Quiero decir: luego todo lo demás es irrisorio. Cualquier cosa que te ocurra, comparada con el gran regalo de estar aquí… se queda pequeña" (2000). 

Año XI. "Esto fue en Nicaragua, con ONGs que ayudan a la infancia, y con mi niño que apadriné. Fue un año muy bonito" (2001). 

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Año XII. "Con Nieves Herrero en un homenaje a las víctimas del terrorismo. Trabajé con ella en Radio Nacional y también me acompañó en la presentación de mi primer libro, Saber que se puede, con Luis del Olmo y el juez Garzón. Recuerdo que en ese momento Garzón había dado golpes increíbles contra ETA y era el adalid de la lucha contra el terrorismo. Conté mi vida en primera persona. Conté cómo era mi vida antes, durante y después del atentado. Cómo eso me transformó, me empoderó en cierta forma. Lo que no me mata, me fortalece. Me han pasado después muchas cosas maravillosas. Y otras dolorosas, claro: aprender a andar, las infecciones, las operaciones…" (2002). 

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Año XIII. "Con mi hermana y con mi madre en la India" (2003). 

Año XIV. "Esta fue nadando en Baja California con un león marino. Aprendí a bucear y ahí he sentido mucha felicidad, mucha libertad. Fue gracias a la fundación con la que también esquío, monto en bici, hago piragua… La gente con discapacidad tiene que ir siempre con un profesor, pero puedes ir a cualquier mar. Tienes una tarjeta de hándicap people y ya está. He ido al Mar Rojo, a Filipinas… Ahí he sido ingrávida, he hecho lo que he querido. En el mar no hay escaleras. Eso es maravilloso" (2004). 

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Año XV. "Esta fue en el Mar Báltico congelado, en una expedición que hicimos a Laponia, con motos de agua por ahí y luego con el barco rompehielos. Llegamos a un sitio en el que la gente se ponía ese traje rojo y se tiraba al agua. A mí me dijeron "tú no puedes, espéranos aquí". Y dije: "¿Perdona? Te voy a decir yo si puedo o no puedo". Es verdad que las piernas están flotando, me agarraba al hielo, el hielo resbalaba… fue un poco caos, pero lo hice. A mí lo del "tú no puedes" me ha servido mucho para poder. 30 años sirviéndome esa frase para hacer cosas que en principio no hubiera hecho ni loca. Pero basta que te digan que no puedes para rebelarte" (2005). 

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Año XVI. "Este fue uno de los momentos más duros de mi vida. En Suecia me puse un tornillo dentro del fémur. Mi madre tuvo que cargarse de esa energía positiva y de esa fuerza para no venirse abajo. Fue un momento horrible, con su renacer posterior. No me privé de dolores, calambres, de "yo no quiero estar aquí", de "yo en la vida anterior he tenido que ser el demonio, porque lo estoy pagando todo en ésta"… Me reconstruyeron el muñón, me tocaron la ciática, me tocaron nervios… cuando me quitaron la epidural, yo decía que me la pusieran otra vez, del dolor que sentía. "Yo me voy con la máquina ésta por la vida". Con la anestesia puesta. Estuve un año de recuperación. Y luego vino la infección del tornillo, que es otro capítulo de cuatro años muy duro. Yo pensaba: ¿va a lograr una bacteria lo que no ha logrado una bomba? Estuve muy triste y muy hundida. Porque eso no estaba en mi mano arreglarlo, como otras veces me había pasado" (2006). 

Año XVII. "Este es el primer equipo del mundo de esquí adaptado femenino. Tengo el honor y el orgullo de integrarlo desde sus comienzos. De ahí sólo quedamos dos aún compitiendo, como yo digo de broma, las "viejas glorias". Ahora la mayoría son de quince. En el esquí no hay edad, porque vas sentada. Es un deporte muy mental, es la cabeza la que gana. Como veas algo que no te gusta, una placa de hielo, una puerta que no te convence o… ahí te caes, o te sales del trazado. Yo aprendo de las jóvenes porque tumban: no les da miedo caerse. A mí antes tampoco, era más loca, pero desde que soy madre sí. Ya me he roto todo. Una caída de esquí significa romperte algo, y yo he pasado ya por bastantes hospitales" (2007). 

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Año XVIII. "Aquí se me salió el disco, en una grave caída, cuando por primera vez iba a representar a mi país en Francia. Una placa de hielo, vueltas de campana. Caí con la cabeza. Yo tenía una hernia de disco y se me salió. Mi padre decía "por lo menos ahora dejarás de esquiar". Y dije: "Ah, no". La libertad que siento ahí es incomparable. Ahí recupero mi gusto por la velocidad" (2008). 

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Año XIX. "Mi primer podio, mi primer oro. Luego he tenido un montón de medallas de plata sobre todo, de bronce... pero esa fue la primera vez que quedé primera" (2009). 

Año XX. "Esta foto fue de cuando, después de los cuatro años de la bacteria, pude por primera vez caminar sin dolor. Fue en Suecia. Me hicieron un estudio biomecánico. Esos primeros pasos fueron emocionantes. Fue "bendito sea el Señor". Poder cruzar mis piernas sin que me doliera… atarme los cordones. Ahora hago yoga, hago pilates. Antes no podía, porque el encaje me lo impedía: es como una cosa que se te clava" (2010). 

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Año XXI. "Ésta la he puesto por mi padre. A mi padre, cuando le dijeron cómo estaba yo, dijo "mejor que no esté, que se quede en esa paz eterna donde no se va a lamentar por lo que le ha ocurrido". Y el día que me llevó al altar, lloraba tanto el hombre… decía "y pensar que si me llegan a hacer caso los médicos, no estarías aquí, y ahora te veo tan bien, tan feliz". Ahora es un abuelo pletórico con sus nietos. 

Con doce años, le dije: "¿Quién me va a querer así, papá, quién se va a querer casar conmigo?". Él lloraba, lloraba, lloraba. Y eso que luego lo tuve facilísimo para el amor. Al final, si tú no tienes barreras mentales… Me acuerdo de mis amigas con quince años: que si complejos, que si "no me he depilado". Y yo decía: "Tía, tú tienes piernas, ¿de qué te quejas?". Al final la primera que tuvo pareja de mi grupo fui yo. Los complejos tú se los contagias al otro, pero yo no tenía complejos. He tenido suerte, además, con mis parejas. He estado con gente que ha llevado todo con mucha normalidad.

A mi primer novio, con el que estuve tantos años, su entorno le decía: "¿Vas a estar toda la vida con un mecano?". Y él me lo contaba enfadado: "Estos son unos…". Es absurdo pensar así. Él se había enamorado de mí y punto. A día de hoy tenemos contacto, imagínate, con el tiempo que ha pasado. Me llevo muy bien con todas mis antiguas parejas" (2011). 

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Año XXII. "Nace Carlos, mi primer hijo. Eso es la felicidad" (2012). 

Año XXIII. "Aquí mi primer viaje a Mar de Plata con Carlos. Su padre es de allí y fuimos a conocer sus orígenes" (2013). 

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Año XXIV. "Carlos conectado con su hermano Gael, todavía en la panza" (2014). 

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Año XXV. "Con Antonio, cuando nos dieron un premio en la Fundación Starlite por nuestros proyectos para las personas con discapacidad. Es majísimo. Él demuestra que la gente más grande es la más humilde y normal" (2015). 

Año XXVI. "A Alejandro Sanz siempre le doy mucho las gracias. Él fue al hospital en el 91 a verme y me dijo: "El brillo que hay en tus ojos es lo más bonito que vi en mucho tiempo, conserva ese brillo como yo lo conservaré en mi corazón". Cuando me dejaron de brillar los ojos, me acordé de esa frase y dije "algo hay que hacer". Mi último libro va de eso: cuando te dejan de brillar los ojos, tienes que mover ficha, aunque duela. Me ha acompañado la música de Sanz toda mi vida: 30 años de mi vida, 30 años de éxitos de Alejandro Sanz. Justo empezó el año del atentado con Pisando fuerte" (2016). 

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Año XXVII. "Mi cuarto bebé, mi estrella fugaz. Se fue directamente al cielo y rompió mi vida. De hecho, luego vino mi divorcio y todo. Fue muy dramático. Me dejaron de brillar los ojos ahí. Quien ha pasado por ahí, lo sabe. Mucha gente me escribía y me decía: "Pues yo ni siquiera tengo un hijo, y tú tienes tres". Y yo lo sentía. Pensaba: "Ostras… y es verdad". Me sentía peor por sentirme mal, por tener la culpa, por el ¿de qué te quejas? Bueno, nada es peor que nada. Todo es cómo lo interpretas. Era mi niña. Tengo tres varones. Estaba convencida de que era una chica" (2017). 

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Año XXVIII. "A éste le he llamado "el año de la meditación". Después de un 2018 horrible, me refugié en esto. Fue antes de cumplir los cuarenta y antes de mi separación. La separación fue un renacer para ambos. Hubo un ciclo, una etapa que se terminó. Ahora somos equipo de crianza. Yo no puedo decir más que "gracias" a la vida por este ciclo tan productivo. Él me ha ayudado a mí en muchas facetas de mi vida y espero que él tenga también ese recuerdo de mí.

¿Beneficios del yoga? Bueno, tengo casi 43 y me veo mejor que con 30. Qué cuerpazo después de tres hijos, está mal que lo diga yo (ríe). Ahora ligo más que con 20, estoy feliz, me siento libre, que se dice pronto. Que una mujer sea libre… es lo más importante. Hago lo que quiero, con quien quiero, como quiero y cuando quiero. La semana que estoy con mis niños soy 100% madre, pero la semana que no, viajo, conozco, disfruto. Estoy en un momento que, como dice Mota, "no te digo que me lo mejores, iguálamelo" (ríe). Tiene que venir alguien verdaderamente increíble para que yo renuncie a esta libertad" (2018). 

Año XXIX. "Se me rompió el tornillo de la pierna. Sólo a la tercera pudieron recomponérmelo y volví a andar. Yo en 2020 lo dije: "El año pasado tuve una cuarentena mucho peor, me han robado ya dos veces el mes de abril". Me volví a sentir amputada. Pero me fui a Tailandia sin piernas porque mi vida no se podía frenar por eso" (2019). 

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Año XXX. "El camino de Santiago este año, como parte de mi proceso de empoderamiento. Sola. La gente me invitaba a comer y tal, y no, yo quería estar sola. Me encantó que así fuera. Es muy simbólico. Representa mucho mi vida: en el camino de Santiago pasan cosas increíbles si te abres, si abres tu espíritu y tu alma. Conoces gente alucinante. Conocí este agosto a un sacerdote majísimo de 30 años y pensé "ojalá nos contagiaran a todos así la fe, de esta forma tan bonita". Pero también te caes. Pasas miedo, esfuerzo, sacrificio, cansancio, dolor, frío, inseguridad. La vida para mí es eso. Amor y dolor, como el camino. La vida a veces es "empújame, ayúdame"… y otras veces vas a toda leche con el viento en la cara" (2020).