1. Dave Chapelle

En junio de 2004, el humorista estadounidense Dave Chapelle abandonó el escenario durante una de sus actuaciones en Sacramento (California) después de que el público le jaleará una y otra vez con la frase "I'm Rick James, bitch!", uno de los gags más conocidos de su exitoso programa de televisión Chappelle's Show.

Chapelle no soportaba que la popularidad de su show televisivo eclipsara y condicionara su trabajo como monologuista.

Al cabo de unos minutos, Chapelle volvió al escenario y dijo al público:

Este programa está arruinándome la vida. ¿Pero sabéis por qué es bueno? Porque los mandamases de la cadena dicen que no sois lo suficientemente inteligentes para pillar lo que yo hago, pero yo lucho cada día por vosotros y les digo lo listos que sois. Aunque resulta que estaba equivocado, porque sois unos imbéciles.

Chapelle abandonó el show en su momento de máxima popularidad, perdiendo 50 millones de dólares, y se fue a vivir con su familia a una granja en Ohio.  

2. El duque de Windsor

Una mujer, la estadounidense Wallis Warfield Simpson, fue la causa de la más real de las espantadas. La del rey Eduardo VIII cuando este renunció a la corona, sólo once meses después de ascender al trono, para poder casarse con la mujer a la que amaba.

Wallis Simpson era una mujer doblemente divorciada y eso, en 1936, la convertía en una candidata imposible para un rey británico.

Eduardo VIII abdicó, se casó con Wallis al cabo de un año y permaneció junto a ella hasta su muerte en 1972. El gen de la espantada grotesca por amor, dominante en los Windsor, fue heredado luego por el príncipe Carlos de Gales (con Camilla Parker Bowles) y por su hijo Enrique (con Meghan Markle). 

3. Curro Romero

El rey de las espantadas. Mítica fue la del 12 de julio de 1987 en la Monumental de Las Ventas, cuando Curro Romero se negó a matar al toro al considerar que ya lo había toreao.

El pifostio que se organizó en la plaza todavía se recuerda hoy. Un espectador saltó a la arena para que Curro Romero le devolviera (a guantazos) el dinero que había pagado por la entrada y acabó en el suelo y con el lomo medido a palos por los peones del diestro. Este, mientras tanto, salía de la plaza protegido por la Policía Nacional y bajo una lluvia de almohadillas y de insultos. 

La espantada tiene una larga tradición en el mundo taurino. Tan larga que el Tribunal Constitucional la amparó jurídicamente en junio de 2004 dándole la razón al torero Julio Aparicio, que se había negado en 1996 a matar un toro en Cádiz porque "la res presentaba un extremo peligro en sus embestidas". Aparicio había sido sancionado por ello con una multa millonaria por la organización del festejo. 

Míticas fueron también las espantadas del estrambótico Rafael Gómez Ortega, El Gallo, que las consideraba un derecho del diestro cuando el toro amenaza cogida. "Las broncas se las lleva el viento y las cornadas se las queda uno" decía para justificarse.   

4. Maria Callas

El 2 de enero de 1958, la diva griega Maria Callas abandonó por sorpresa el escenario del Teatro de la Ópera romano mientras interpretaba la Norma de Bellini. El escándalo fue de órdago. Al teatro había acudido un verdadero quién es quién de la política y la cultura italiana del momento. Y entre ese quién es quién, el presidente Giovanni Gronchi y las actrices Gina Lollobrigida y Anna Magnani.

Sobre la causa de la huida todavía se especula hoy. Los abucheos de una parte del patio de butacas, el cansancio tras la fiesta de fin de año o una indisposición vocal han sido las justificaciones más habituales. El escándalo acabó con la presidencia del Consejo de Ministros italiano pidiendo una investigación de los hechos y con una manifestación de indignados frente al hotel de la Callas que tuvo que ser dispersada a porrazos. 

No era la primera reacción airada de la Callas. Sus celos de otros cantantes y sus ataques de ira están bien documentados. Una simple búsqueda de los términos "Callas Stanley Pringle" en Google Imágenes muestra lo que ocurrió cuando el agente Pringle le entregó a la Callas un requerimiento judicial por una reclamación de 300.000 dólares de su anterior representante mientras el público aún andaba aplaudiéndola tras una de sus actuaciones en Chicago. 

5. Roberto Durán

El mejor boxeador panameño de todos los tiempos ha acabado pasando a la historia (al menos entre los que no son tan aficionados al boxeo como a su anecdotario) por la frase que pronunció tras abandonar de forma sorprendente una pelea con Sugar Ray Leonard en el Superdome de Nueva Orleans en 1980: "No más, no boxeo más". 

Lo extraño es que Roberto Durán ya había vencido a Sugar Ray Leonard ese año y que esa segunda pelea, aunque no pintaba bien para él, no parecía justificar una espantada de ese calibre.

A la vuelta a su país, Durán se pasó meses escondiéndose de los aficionados que querían lincharlo por haber abandonado la pelea sin luchar hasta el final. La espantada, sin embargo, no impidió que Durán sea considerado hoy como uno de los mejores boxeadores de su época. 

6. Naomi Osaka

La tenista japonesa Naomi Osaka, una de las máximas representantes de ese nuevo modelo de deportista que acumula más causas sociales y contratos publicitarios (relojes, fideos, maquillaje) que títulos conseguidos, fue noticia en mayo tras abandonar Roland Garros por el escándalo provocado tras su negativa a comparecer frente a la prensa y ser sancionada con una multa de 15.000 dólares por ello.

Osaka, que achacó su espantada al "daño" que le genera a su "salud mental" responder las preguntas de la prensa deportiva, ha vuelto a provocar una nueva polémica tras su derrota en los Juegos Olímpicos frente a la checa Marketa Vondrousova. Una derrota que, sumada a su apoyo a la organización extremista Black Lives Matter, ha provocado multitud de críticas en un Japón en el que las modas del activismo identitario americano suenan a divertimento caprichoso de occidentales acaudalados.

Naomi Osaka, en un sorprendente giro de los acontecimientos, ha achacado las críticas al racismo por su condición de mestiza (su padre es haitiano y su madre, japonesa). 

7. Simone Biles

Llegó a Tokio con la imagen de una cabra bordada en el maillot ("cabra" es goat en inglés, las siglas de greatest of all time, "la más grande de todos los tiempos") y afirmando que "no hay que avergonzarse de ser la mejor" y ha acabado dando la espantada.

Convertida por la izquierda en el estandarte de la idea de que fracasar es vencer (y rendirse, lo valiente y lo ejemplar), Simone Biles ha sumado su nombre al de otros muchos deportistas cuyas impresionantes virtudes físicas se vieron traicionadas por un problema anímico inesperado en el momento más inoportuno.

Se habla hoy de que la causa de la espantada de Biles podrían ser los conocidos entre los gimnastas como twisties: la pérdida momentánea, en pleno ejercicio, de la memoria muscular. Un fenómeno similar al que cualquier conductor ha sufrido en algún momento y que consiste en olvidarse por un segundo de cuál es el pedal del freno y cuál el del embrague. En el caso de un gimnasta, ese bloqueo momentáneo (e involuntario) puede desembocar en un ejercicio descontrolado que acabe en una lesión grave. 

Sea culpa de la pérdida de confianza provocada por un twistie o por otra razón, lo que parece obvio es que la espantada de Biles no ha tenido nada que ver con la salud mental, al menos en su sentido médico estricto, sino con el estrés que sufren todos aquellos profesionales, sea cual sea su disciplina, sometidos a una exigencia excepcional.

Una exigencia a la que la propia Biles ha contribuido sumando a la presión de ser la mejor deportista en su especialidad la de ser, además, una vengadora social (un solo ejemplo de muchos: la presidenta de la Federación de Gimnasia de Estados Unidos se vio obligada a dimitir tras ser linchada después de un tuit de Simone Biles contra ella).  

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