Se atribuye a Joseph Fouché, un personaje histórico tan enigmático como siniestro, que “el ministro de policía es un hombre que se ocupa, en primer lugar, de todas las cosas que le incumben, y en segundo lugar de todas las que no”. Fouché ha pasado a la historia como el superviviente por antonomasia. Ambicioso, atrevido y acomodable. Traidor de todos los regímenes y autor (por atribución) de otra frase lapidaria: “Todo hombre tiene su precio, lo que hace falta saber es cuál”.

Señor Marlaska, como un Fouché contemporáneo, ha conseguido el indulto al límite de la tanda de penaltis. Desde su nombramiento como ministro de Interior ha llevado a los españoles del respeto a la sorpresa, de la sorpresa a la perplejidad y de la perplejidad a la indignación. Ha perdido toda autoridad moral en el Ministerio. No querían únicamente sus servidores públicos (policías nacionales, guardias civiles y funciones de prisiones) que se fuera. También lo deseaba Pedro Sánchez, que le había buscado sustituto.

Todo lo que usted sabía sobre el Estado de derecho lo ha olvidado al abrazar las siglas del PSOE. Usted pudo ser recordado como el juez que combatió a ETA, pero lo será por complacer a la izquierda aberzale. Y ha pagado un alto precio por su sillón de ministro. Ha cambiado las sentencias por los acercamientos de etarras, la toga por la cinta de correr y el abrazo a las víctimas por el aplauso de Bildu.

El inmenso vacío de su gestión migratoria lo han llenado las mafias de la inmigración

Ha cesado usted sin motivo a servidores públicos ejemplares, como los coroneles Sánchez Corbí y Pérez de los Cobos. Ha entregado la cabeza de altos mandos de la Guardia Civil en Cataluña para complacer al independentismo. Ha creado cargos públicos a medida para pagar lealtades políticas, rompiendo la tradicional neutralidad y equilibrio entre cuerpos. Ha acercado a sanguinarios terroristas en contra del criterio de las juntas de tratamiento, sin arrepentirse y sin colaborar, para el esclarecimiento de los crímenes de ETA sin resolver.

Ha ocultado a los mamporreros a sueldo de Podemos que agredieron a policías nacionales en Vallecas. Ha pisoteado los derechos fundamentales de los españoles con la patada en la puerta. Dio la orden de controlar las críticas al Gobierno en las redes sociales, algo propio de las dictaduras que defienden sus socios de coalición. Ha pretendido ganarle un pulso a la Guardia Civil y ponerla al servicio de los intereses de su partido, propiciando el mayor ataque a la neutralidad de la justicia. Y, en definitiva, ha matado a Montesquieu y ha resucitado a Maquiavelo creyendo que el fin justifica los medios.

El inmenso vacío de su gestión migratoria lo han llenado las mafias de la inmigración. No controla ni las rutas marítimas hacia Canarias, ni las rutas por tierra hacia Ceuta y Melilla. Sólo controla bien la ruta de los asesinos de ETA hacia el País Vasco. Ellos son los únicos a los que ha servido eficazmente todo este tiempo.

Una vez más, señor Marlaska, ha dado muestra de su bochornoso sectarismo al ocultar que el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, estaba entre los objetivos de los CDR para atentar contra él por el posible beneficio electoral que pudiera tener en las elecciones de noviembre de 2019. Usted lo sabía y no dijo nada. Algo que contrasta con la facilidad con la que, encaramado en un atril en la campaña electoral madrileña y en un discurso incomprensible para quien algo sepa de seguridad, airó las supuestas amenazas contra usted.

Sánchez no encuentra a nadie con ganas de sustituirle en la ignominia

Ha abandonado a los que se jugaron la vida para defender el orden constitucional en Cataluña, sin tan siquiera reconocer sus lesiones en acto de servicio. Y ha indultado a los condenados por los gravísimos delitos cometidos contra el mismo orden constitucional que prometió defender, al que prestan servicio decenas de miles de policías, guardias civiles y funcionarios de prisiones a los que usted abochorna.

Usted, con su silencio y pasividad cómplice, permite los insultos y el acoso a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, cruzándose de brazos y dejándoles desamparados con tal de complacer a los independentistas y a Podemos.

Señor Marlaska, así como los indultos a los golpistas no se sostienen por razones de utilidad pública, sino por el estado de necesidad del señor Sánchez de mantenerse a cualquier precio en el Gobierno, el indulto que le han concedido a usted se justifica por una razón tan sencilla como alarmante. Sánchez no encuentra a nadie con ganas de sustituirle en la ignominia que supone su entrega sin condiciones a los asesinos de ETA, a la izquierda aberzale, a los independentistas y, en general, a cualquiera que permita al presidente estar un minuto más en la Moncloa. Sea cual sea el precio.

Ha elevado usted tanto el listón del servilismo que Sánchez no encuentra un lacayo para reemplazarle. Enhorabuena, nunca cayendo tan bajo se llegó tan alto.

*** Ana Vázquez Blanco es diputada del PP y portavoz popular en la comisión de Interior del Congreso de los Diputados.