Muchas gracias, Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindo. Muchas gracias, Almudena Grandes y Luis García Montero. Gracias de todo corazón, Marta Sanz, nunca te estaremos suficientemente agradecidos por la ininteligibilidad de tus artículos. Muchas gracias bardenes del mundo entero.

Sois la luz que nos guía en las tinieblas sin precedentes de estos tiempos oscuros, que han perdido la risa y han perdido el color. Muchas gracias también a vosotros, actroces y actrizas, ¿qué sería de este país sin el ejemplo que nos dais de lo que significa pensar con ideas claras y distintas?

Qué lástima que Descartes no haya podido ver su gran herencia cultural.

“Las libertades están en juego”, habéis escrito en uno de esos manifiestos magistrales que a veces perpetráis y que hacen palidecer a los mejores del surrealismo. “Esta vez”, habéis añadido, “sí es posible conseguir que la derecha, y la ultraderecha, salgan del poder en la Comunidad de Madrid después de 26 infernales (sic) años de atentados (sic, sic) contra los derechos y la dignidad (sic, sic, sic) de la mayoría ciudadana”.

Qué heroica expresión de resistencia. Hay quienes se han escandalizado de vuestra alegría en la adjetivación, pero sois artistas y literatos, qué menos que unas cuantas licencias poéticas y algún que otro brindis al sol.

Conocedores, como sois, de las envidiables libertades que gozan en Caracas y en La Habana, ¿cómo no iba a suscitaros terror la inminencia de las checas y los gulags de la derecha madrileña?

Nadie podrá olvidar nunca los manifiestos que suscribisteis contra la barbarie terrorista ni vuestras declaraciones de repulsa contra el clima de hostigamiento

Pero nada de esto es nuevo. Vuestra esforzada lucha se remonta al principio de los tiempos. ¿Ha habido alguien, acaso, que se haya batido con más coraje que vosotros contra los atentados a las libertades que desde hace décadas se vienen produciendo en Cataluña y el País Vasco?

¿Qué hubiera sido de todos esos ciudadanos, reconocidos demócratas que se han jugado literalmente la vida por la libertad (y que, en algunos casos, la han perdido), si no hubieran contado con el cálido y desinteresado apoyo que siempre les habéis prestado?

Nadie podrá olvidar nunca los imponentes manifiestos que suscribisteis contra la barbarie terrorista, las multitudinarias manifestaciones que encabezasteis, las inequívocas declaraciones de repulsa contra el intolerable clima de hostigamiento que vienen padeciendo las clases más humildes de Cataluña por parte de la burguesía más corrupta y reaccionaria de nuestro país.

Cuando los historiadores del futuro miren atrás no podrán sino exclamar: “Eh, Julien Benda, en la España de principios del XXI puedes encontrar el ejemplo más depurado de unos clérigos que responden a tus mejores sueños de honestidad e independencia intelectual”.

Lo habéis vuelto a demostrar en los últimos días, saliendo en estampida solidaria a defender a vuestro compañero Javier Cercas, que está siendo víctima de una infame campaña de acoso y derribo por haberse atrevido a decir en la televisión privada de los nacionalistas la obviedad de que España es una democracia.

Siendo Cataluña, al fin al cabo, uno de esos “pueblos de España” a los que aludís en vuestro manifiesto, ¿cómo ibais a dejar pasar esta oportunidad de implicaros en el respaldo a un intelectual progresista frente a los ataques de la más infecta carcundia?

Hay que agradeceros la lucidez con la que habéis criticado la intromisión del poder en la neutralidad de los medios de comunicación públicos

Muchas gracias de parte también de toda esa Cataluña oprimida a cuyo lado siempre habéis estado, sin complejos y sin dudas.

Pero hay que agradeceros también la lucidez con la que habéis criticado la inadmisible intromisión del poder en la neutralidad de los medios de comunicación públicos. No sólo en la TV3, sino también en Televisión Española. Nadie podrá decir nunca que no sois capaces de morder la mano que os da de comer cuando ello es de justicia.

Sabemos, queridos camaradas, que para vosotros no hay nada más importante que la verdad y la objetividad, salvo el tartar de atún de Barbate y las residencias de verano. Por eso, siempre que se ha producido un episodio de acoso a la libertad, allí habéis acudido.

Aún recuerdo cómo salisteis en defensa de Rosa Díez cuando la boicotearon en la Complutense de Madrid, o de Fernando Savater y Cayetana Álvarez de Toledo en la Universidad de Barcelona.

Muchas gracias también a los excelentísimos rectores de estás universidades por la enorme dignidad que siempre demuestran en estos casos.

Pero volvamos a Madrid, que es donde, al parecer, se juega ahora la batalla contra el fascismo. No se puede calificar sino de grandiosa y oportuna la firme condena que habéis realizado de los sucesos de Vallecas.

Los que ya tenemos cierta edad (que vamos para viejos, digámoslo claro) creímos revivir aquellos tiempos en los que Fuerza Nueva designaba ciertos barrios como Zona Nacional.

Me parece lógico que algunos de vosotros hayáis decido enviar vuestro dinero a un doloroso exilio de paraísos fiscales

No se me ocurre expresión más ajustada de fascismo que impedir por la fuerza que un partido político legal se exprese en el espacio público.

Por eso me ha congratulado tanto que así se lo hayáis explicado a vuestros lectores, fervientes progresistas que podrían pensar, sin embargo, que el uso de la fuerza está justificado en ciertos casos. Otros, menos decididos y decentes que vosotros, habrían eludido su responsabilidad afirmando, por ejemplo, que el fascismo es Ayuso.

Ya sé que todas estas actitudes os han granjeado infinitos problemas. De todos son conocidas las dificultades que sufrís en vuestra vida cotidiana.

En un país tan repleto de fascistas, apenas si os dejan expresaros. Vuestras libertades se encuentran conculcadas, se boicotean vuestras conferencias y presentaciones de libros, os censuran los artículos, os expurgan la novelas, os manipulan las películas.

España es, sin duda, un reducto del franquismo. Por eso yo os comprendo, hermanos: antes que seguir contribuyendo a este infierno (sic) me parece perfectamente lógico que algunos de vosotros hayáis decido enviar vuestro dinero a un doloroso exilio de paraísos fiscales.

En fin, nunca se ha producido una situación más injusta en la historia de nuestra cultura. ¿Es que hemos gozado jamás de un nivel semejante al que, gracias a vuestro talento, ahora disfrutamos? Si el siglo XVII fue nuestro Siglo de Oro y los principios del XX nuestra Edad de Plata, ¿cómo habría que referirse a estos momentos que deslumbran al mundo con brillo de diamante?

Gracias a las sucesivas leyes educativas vivimos en un país progresivamente lerdo y degradado

Es verdad que algunos ultraderechistas del sector de la crítica sostienen que nuestra producción cultural es, en general, ínfima e irrelevante, simplona y unilateral, perfectamente roma desde un punto de vista intelectual e infectada de burda ideología.

Vamos, que parece un reflejo de nuestra política.

Por algo será. Si los grandes artistas del pasado no renunciaban a reflejar la inagotable complejidad del mundo, vosotros, más ambiciosos, queréis mucho más: como si hubierais leído a Marx, aspiráis a cambiarlo.

Sea como fuere, no debemos afligirnos. El futuro está de vuestro lado, queridos intelectuales revolucionarios.

Si gracias, entre otras cosas, a las sucesivas leyes educativas vivimos en un país progresivamente (progresistamente, iba a escribir) lerdo y degradado, ahora, gracias a la nueva iniciativa de la ministra del ramo de este bendito Gobierno de progreso, tendremos generaciones y generaciones de jóvenes que ya tal vez ni siquiera os entiendan.

Pero, seamos sinceros. Tampoco se pierden tanto.

*** Manuel Ruiz Zamora es filósofo.

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