Aunque en estos momentos la victoria de Isabel Díaz Ayuso parece incuestionable, la izquierda trabaja para arrebatarle la presidencia de la comunidad al PP, tras treinta años de gobierno, y la derecha, para seguir en la Puerta del Sol. El debate electoral de esta noche en Telemadrid mostrará, sin duda alguna, cuáles son las estrategias de PP, Ciudadanos y Vox para el 4-M.

Algunas encuestas vaticinan la desaparición de Ciudadanos de la Asamblea madrileña. Algo que no preocupará a Ayuso siempre y cuando Vox consiga un porcentaje de voto por encima del 6% (como así vaticinan los sondeos de GAD 3, Sigma Dos o Metroscopia).

El problema es que una parte de los votantes de Vox, según el CIS, ve con muy buenos ojos a la candidata del PP y podría terminar inclinándose por ella, apelando al voto útil.

Es por ello por lo que Vox, siguiendo una estrategia típica de los partidos de extrema derecha europeos, ha organizado actos en lugares a priori poco afines con objeto de acaparar la atención mediática y a sabiendas de que las contramanifestaciones terminarían en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad del Estado.

No es la primera vez que Vox recurre a estas artimañas. Valgan de ejemplo Vic en las elecciones autonómicas catalanas y Sestao en las vascas.

Los de Santiago Abascal se mueven como pez en el agua en esta estrategia de confrontación. Estrategia que les dará alas en una campaña en la que, hasta ahora, Vox había mantenido un perfil bajo y sin apenas notoriedad.

En las autonómicas de 2019 la diferencia entre Vox y Podemos fue de pocas décimas en distritos como Usera, Villaverde o el cinturón rojo

Además, presentándose como víctima de la violencia de la izquierda, Vox alienta a su electorado en otros distritos de la capital y lo blinda frente al tirón de la candidata popular. Aunque esto también puede generar un efecto adverso. Es decir, una mayor movilización del electorado de izquierdas.

Vox ha defendido desde su fundación, además, la necesidad de dar la batalla cultural contra la izquierda y de competir por el llamado voto obrero.

En esa lucha, Vox coincide en ocasiones con el discurso de Podemos, que ataca a las grandes multinacionales y la globalización. Aunque, eso sí, Vox suma nuevas ideas que se repiten sin cesar: inmigración, islamización, inseguridad, despilfarro, unidad del Estado, etcétera.

Tanto es así que, en las autonómicas madrileñas de 2019, la diferencia entre ambos partidos fue de pocas décimas en distritos como Usera, Villaverde o el llamado cinturón rojo de la capital.

Pero esta estrategia de confrontación de Vox no se dirige únicamente contra Podemos y el PSOE, sino también contra Ciudadanos y el PP.

Es cierto que, de momento, Rocío Monasterio está eludiendo el enfrentamiento directo con el PP. Y eso pese a que el objetivo de su partido continúa siendo ensanchar su base social para disputarle a los populares la hegemonía en el espacio de centroderecha.

Pero en estas elecciones, y sabedora de que los resultados pueden darle a su partido la llave que abra la puerta del gobierno a Ayuso, Monasterio ha optado por dirigir sus ataques contra las fuerzas de izquierdas y, en menor medida, contra Ciudadanos.

Ayuso ha pedido a su partido no confrontar con Vox e ignorar a Ciudadanos, aunque eso suponga romper con la estrategia de Pablo Casado

Frente a ello, Ayuso tiene un doble dilema.

O bien intenta aglutinar todo el voto de derecha que le sea posible con la esperanza de que este sea suficiente para alcanzar los 69 escaños de la mayoría absoluta (engullendo a Ciudadanos, pero también a Vox).

O, por el contrario, deja a Rocío Monasterio cierto espacio para asegurarse de que la suma de ambos partidos sea suficiente.

Los resultados de las últimas encuestas aconsejan al PP no pasarse de frenada para no dejar a Vox sin representación.

Otra cosa, eso sí, es Ciudadanos. Por eso Ayuso ha pedido a su partido no confrontar con Vox e ignorar a Ciudadanos. Aunque eso suponga romper con la estrategia de Pablo Casado desde el debate de la moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez.

Por otro lado, la aversión entre Vox y Ciudadanos es por todos conocida. Y sólo hace falta fijarse en los acuerdos autonómicos suscritos por los tres partidos tras las elecciones autonómicas y municipales de 2019 para darse cuenta de ello.

Es más. Según los datos del CIS de febrero, los votantes de Vox expresan casi la misma simpatía por Unidas Podemos que por Ciudadanos. Un 3,8% y un 4%, respectivamente.

Los votantes de Vox dicen, en cambio, ser más partidarios de votar por Inés Arrimadas que por Pablo Iglesias. Es más, un 9,2% de los votantes de Vox se considera liberal mientras que sólo el 2,2% se considera progresista.

Si Ciudadanos se acerca a Vox, se aleja del centro político

Algo parecido sucede con los votantes de Ciudadanos. Sólo un 1,2% tiene simpatía por Vox, pero un 5,8% estaría dispuesto a votarles.

La animosidad de Vox hacia Ciudadanos obedece a la política del partido de Arrimadas de pactar indistintamente con populares y socialistas, lo que lleva a los de Abascal a considerarles como un socio desleal y poco fiable.

La animosidad de Ciudadanos hacia Vox es de otro tipo. Porque si Ciudadanos se acerca a Vox, se aleja del centro político.

Pero la clave real de esa animosidad es que las dos fuerzas políticas comparten, en cierta medida, un mismo caladero de votos.

También es cierto que el enfrentamiento entre liberales, por un lado, y conservadores/extrema derecha, por el otro, no es algo nuevo en España. Y sólo hay que echar la mirada hacia atrás para darse cuenta de ello.

Porque, desde el siglo XIX, nuestra historia rebosa guerras, motines y pronunciamientos militares con origen en la falta de entendimiento entre liberales y conservadores/extrema derecha.

Lo que es obvio es que si Ciudadanos entra en la Asamblea de Madrid, PP, Vox y los propios naranjas estarán obligados a entenderse. A no ser que quieran que la izquierda alcance la presidencia de la Comunidad.

*** Gema Sánchez Medero es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid.