Se ha extendido la idea de que el mayor impacto del coronavirus en España se debe a que hemos “gastado demasiado en futbolistas y poco en Sanidad”. Lo más cómodo sería desestimar la frase como fruto de una errónea filosofía de café. Pero debemos prestarle atención: no solo condensa muchos mitos, sino que, peor aún, puede ser un argumento para atacar nuestra libertad.

Cada verano nos sorprendemos con las cifras, cada vez más elevadas, de los fichajes estrella. Sean cuales fueren las mismas, se trata de negocios entre privados en los que la opinión de terceros es poco relevante. En todo caso, los datos muestran lo equivocado que resulta sacar conclusiones sobre la base de información dispersa.

Los fichajes de los 42 equipos profesionales de Primera y Segunda división durante la temporada 2019/20 sumaron poco más de 1.500 millones de euros. Esos mismos 42 clubes ficharon a más de 1.100 jugadores. De eso se deduce que, en promedio, cada fichaje costo 1,3 millones de euros. Una cifra que nos indica que, más allá de las cifras astronómicas de un puñado de grandes fichajes, la realidad del fútbol es mucho más modesta.

El gasto público en Sanidad fue de 75.400 millones en 2018, un 23% más que en 2007. Solo un sectario sin capacidad de autocrítica puede culpar a Rajoy y a “los recortes” por el desborde del sistema de salud, algo que no se sostiene con datos.

Nadie clama por la vuelta de los parlamentos regionales, que se han demostrado innecesarios

Entonces, ni se ha gastado demasiado en fútbol (¿quién decide cuánto es “demasiado”?), ni se ha gastado poco en Sanidad. ¿Cómo puede parecer poco un gasto medio de 135 euros por mes por cada habitante de España?

El drama es que, pese a semejante gasto y a que políticos y sindicalistas nos quisieran convencer de que teníamos el “mejor sistema sanitario del mundo”, España es el país con mayor proporción de sanitarios contagiados por coronavirus. Peor aún: nuestros sanitarios han sido utilizados como auténticos “escudos humanos”, teniendo que trabajar demasiadas veces sin los medios necesarios.

Los “mejores del mundo” son nuestros médicos, enfermeros y sanitarios, pero no un sistema que consume muchos recursos y se gestiona mal. Parte del derroche puede explicarse por la descoordinación que implica tener 17 sistemas de salud. Si algo ha enseñado esta crisis es que la descentralización exagerada del estado de las autonomías acaba perjudicando al ciudadano común.

El derroche que implican las autonomías se ve nítidamente también en que nadie clama por la vuelta al funcionamiento normal de los parlamentos regionales, que se han demostrado innecesarios. Nos preguntamos cuándo reabrirán las escuelas, los cines, los bares. Pero los parlamentos regionales podrían permanecer cerrados sin que nadie advirtiera su inactividad.

Los socialistas ya hablan de cobrar más impuestos para aumentar todavía más el gasto público

Con todo, los socialistas de todos los partidos ya han comenzado a sugerir la necesidad de “reforzar el Estado del bienestar”. Es decir, la supuesta necesidad de cobrar más impuestos para aumentar todavía más el gasto público. Algo que implica seguir debilitando al sector privado para continuar empoderando al sector público y al gobierno de turno.

No se trata solo de un tema de impuestos y de eficiencia económica: esta crisis ha mostrado que el gobierno es demasiado poderoso y los ciudadanos demasiado débiles. El gobierno tiene tanto poder que es virtualmente capaz de hacer cualquier cosa, aun cuando su apoyo parlamentario sea precario, como es el caso actual.

En lugar de pensar en “reforzar el Estado del bienestar” (más poder a los políticos), lo que debemos pensar es cómo dotarnos de mecanismos para enfrentar situaciones de crisis sin que nuestros derechos fundamentales (propiedad, trabajo, tránsito, expresión, reunión, opinión, etc.) queden, como ahora, a merced del poder de turno.

La democracia española está en un momento crucial. O entendemos que el Estado ha ido demasiado lejos o nuestra libertad puede verse comprometida de forma permanente. Que quieran desviar nuestra atención con las cifras del fútbol, me hace pensar que, tal vez, eso es lo que quieren algunos: una sociedad callada y dependiente del Estado. No cuenten conmigo.

*** Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados.