Los Demócratas están aterrorizados ante la perspectiva de otros cuatro años de Donald Trump. Es un tipo de miedo peligroso. Es el tipo de miedo que lleva a tomar malas decisiones basadas en la apariencia de una elección segura y racional.

Tras meses de coquetear con un gran número de candidatos que representaban la diversidad a la que el partido Demócrata da tanta importancia, los votantes han decidido apostar sobre seguro. Han optado por un hombre blanco y mayor del establishment para medirlo al hombre blanco y mayor socialista, para poder enfrentarlo este otoño al hombre blanco y mayor republicano.

En otras palabras, tanto Amy Klobuchar como Pete Buttigieg fueron persuadidos por los líderes del partido para que pusieran fin a sus campañas con el objetivo de concentrar el voto moderado en torno a Joe Biden y contrarrestar el entusiasmo de quienes sienten el Bern [la campaña de Bernie Sanders tiene como lema "feel the Bern"]. Funcionó. Los votantes moderados se alinearon tras Biden, convirtiendo las primarias Demócratas en una carrera de dos vías, con Sanders. Ahora les diré por qué esta elección "segura" es una mala elección.

Hay un dicho en la política americana que tiene mucho de cierto. Dice: "Los Demócratas se enamoran, los Republicanos se alinean". Cuando Trump ganó las primarias de 2016, los expertos políticos y los esperanzados demócratas creyeron ingenuamente que muchos Republicanos no irían a votarle tapándose la nariz. Un Partido Republicano dividido y un Partido Demócrata unificado asegurarían la victoria a Hillary Clinton. De ninguna manera.

Los Demócratas prefieren oír palpitar sus corazones a ponerse a elegir a un presidente que sirva a sus intereses

A pesar de algunos ruidosos Never Trumpers [el grupo de conservadores abiertamente opuestos a Trump], la mayoría de los Republicanos se alineó y votó con su partido. Qué montón de ovejas, se podría pensar. Claro, pero son ovejas que ganan. Ovejas que consiguen el poder y moldean el país a su antojo.

Los Demócratas, por contra, no suelen molestarse en levantarse de la cama para ir a votar por alguien que no les entusiasma. Buttigieg tenía toda la razón cuando les recordó que lo hacen mejor con candidatos transformadores. Piensen en Obama, Clinton, Carter y Kennedy. Luego piensen en Hillary Clinton, John Kerry, Al Gore, Michael Dukakis y Walter Mondale.

Mientras que Hillary tuvo ese halo transformador de ser la primera mujer candidata de uno de los dos grandes partidos, como el resto de esos tipos, fue una elección segura y racional, alguien con la experiencia y el conocimiento para hacer un buen trabajo al frente del país.

Pero como los Demócratas han aprendido una y otra vez, esa competencia seria y experimentada no gana elecciones. Los Demócratas prefieren oír palpitar sus corazones a ponerse de una vez a la tarea de elegir a un presidente que sirva a sus intereses.

Y aquí reside uno de los superpoderes de Trump: a la vez que encarna la pesadilla de los Demócratas, les empuja a ponerse del revés en busca de sus votos primarios para disputarle las elecciones. No me malinterpreten: el tirón electoral importa cuando se elige a un candidato. Pero es una trampa peligrosa.

Los Demócratas se han asustado y han optado por un candidato que se parece a los que han elegido los últimos 243 años

Si los Demócratas sólo votaran por quien más les entusiasma, entonces elegirían realmente al candidato con más posibilidades de vencer a Trump. En cambio, demasiados Demócratas se imaginan a sí mismos como bustos parlantes de la CNN prediciendo quién podría ser el favorito de los suburbios o del medio oeste y, por supuesto, quién puede recuperar a los votantes de la clase trabajadora. El problema es que incluso la mayoría de los expertos no son muy buenos en esto.

Peor aún, en las entrevistas con los votantes de todo el país, se les oye hablar del mismo dilema: ¿deben votar con la cabeza o con el corazón? Dado que son Demócratas, la respuesta es ridículamente fácil, deberían votar con sus corazones. Después de todo, noviembre llega pronto y no podrán ganar a menos que todos tengan la suficiente motivación como para rellenar y enviar el voto o tomarse el tiempo para acudir a su colegio electoral.

No es mucho pedir para librar al mundo de Trump, pero no podemos contar con que los Demócratas hagan ese esfuerzo si el candidato no hace que sus corazones latan un poco más rápido.

La realidad es que los votantes Demócratas se han asustado y han decidido que se sentirán más seguros con un candidato que se parece a los que han estado eligiendo los últimos 243 años. Esta actitud particularmente descarta a las mujeres porque, como dice la lógica defectuosa, Hillary perdió. Y olvídense de arriesgarse con alguien joven o de color. Por supuesto, un socialista democrático también queda fuera, sin importar aquí cuánto entusiasme a sus bases de leales votantes. Ahora ya solo depende del propio Biden, ganar o perder.

*** Alana Moceri es experta en relaciones internacionales, escritora y profesora de la Universidad Europea de Madrid.