Después de mucho darle vueltas, Ciudadanos ha decidido avanzar firme hacia las listas conjuntas en Galicia, País Vasco y Cataluña, comunidades en las que van a celebrarse elecciones este año: en las dos primeras, de aquí a 50 días.

Hasta hace poco, Ciudadanos consideraba que impulsar una réplica del modelo de Navarra Suma en otras regiones no les favorecía, sobre todo tras los comicios del 28-A, cuando se quedaron a sólo 9 escaños del PP. El argumento que esgrimían entonces para justificar tal rechazo era su condición de partido liberal y no conservador, pero también que la corrupción del PP les restaba votos.

Sin embargo, ahora no sólo están dispuestos a propiciar esa alianza, sino que han sido ellos los que han emplazado a los populares a activar esta fórmula electoral. ¿Qué ha cambiado para que, en tan solo unos meses, Ciudadanos haya dado tal golpe de timón?

En primer lugar, que en las elecciones de noviembre el partido se desangró hasta quedarse con tan solo 10 escaños en el Congreso de los Diputados. En segundo lugar, que, como consecuencia de ello, Albert Rivera tuvo que dimitir y abandonar la política, sumiendo al partido en la mayor crisis de su corta historia. En tercer lugar, que Inés Arrimadas, portavoz parlamentaria, no sólo tiene que ganar un Congreso extraordinario para dar estabilidad al proyecto, sino lograr además la supervivencia del mismo.

El discurso de Cs no casa con el galleguismo de Feijóo, y en el País Vasco ha sido el partido más opuesto al cupo

Esa es la verdad, por mucho, que en este momento en Ciudadanos se empeñen en afirmar públicamente que las circunstancias son diferentes y excepcionales, y que ante la amenaza nacionalista hay que dar una respuesta a la ciudadanía con acuerdos entre los constitucionalistas.

No se puede obviar tampoco que en las elecciones de 2016 Ciudadanos no logró representación en Galicia y País Vasco. Está claro que en Galicia su discurso no casa con la idea de galleguismo defendida por Feijóo, y en el País Vasco ha sido el partido que más se ha opuesto al cupo. Con su estrategia de ahora, Ciudadanos intenta matar dos pájaros de un tiro: obtener presencia en ambos parlamentos autonómicos y apaciguar, en parte, la fractura existente en el seno del partido.

En cuanto a Cataluña, sucede algo parecido. En principio, las encuestas anuncian su debacle electoral, más si cabe por cuanto en los anteriores comicios autonómicos se quedaron a tan solo cuatro escaños de alzarse con el gobierno de la Generalitat. Ante este panorama, a Arrimadas no le queda más remedio que proponer una coalición con el PP, en un intento por recuperar a aquellos votantes que abogaban por la unidad de los constitucionalistas.

Mientras tanto, en el PP ya han asumido que no terminan de despegar electoralmente. Los trackings internos que manejan mensualmente lo confirman. Tan es así que, en el mejor de los casos, hoy no pasarían de los 100 escaños en las generales, y, por lo  tanto tienen que hacer algo para romper ese techo de cristal en el que parecen haberse instalado.

Ciudadanos tiene que aceptar que Mejor Unidos es un ensayo general de una futura candidatura conjunta nacional 

Por tal motivo, el Mejor Unidos que impulsa Arrimadas es visto con agrado en la calle Génova. Pero Pablo Casado no quiere precipitarse y ha decidido mantenerse casi impasible. La razón es que sabe de las reticencias de alguno de sus barones y que la operación sólo es posible con Inés Arrimadas, y no quiere hacer ningún movimiento que pueda alentar a sus opositores.

Todo ello nos lleva a pensar que la oferta de concurrir conjuntamente a los comicios en Cataluña y País Vasco podría prosperar. Habría que ver si también en Galicia. Casado y Arrimadas son conscientes de que esta maniobra podría ser su tabla de salvación. Pero hay que convencer a Alberto Núñez Feijóo, algo que no parece fácil. Por otra parte, Ciudadanos tiene que aceptar que esto es un ensayo general de una futura candidatura conjunta nacional que conduciría, probablemente, a la reconstrucción del centro-derecha.

La realidad es que la idea de Mejor Unidos es la única solución que se ha puesto sobre la mesa para, entre otras cosas, intentar poner coto a la fuga de votos hacia Vox. Tal vez no sea la mejor, pero de momento no existe otra para contrarrestar el efecto que la ley D'Hont causa a los partidos que se disputan el mismo espacio electoral, y que tanto PP como Cs han venido padeciendo en sus propias carnes.

No obviemos que con la suma de votos de PP y Cs en una candidatura conjunta, ambos podrían acariciar el gobierno con el apoyo de Vox. Aunque eso sí, teniendo en cuenta que este tipo de uniones no siempre garantizan, como quedó demostrado en Unidas Podemos, el mismo número de votos a los partidos coaligados que por separado.

*** Gema Sánchez Medero es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid.