En los últimos días los medios de comunicación se han hecho eco del ofrecimiento del PP a Cs y a Vox para acudir coaligados en unas más que hipotéticas elecciones de noviembre, bajo la denominación “España Suma”. Pablo Casado ha venido a rescatar una vieja estrategia de Alianza Popular, la unión del centro-derecha bajo unas mismas siglas, que en su día dio tan buenos resultados y que terminó por convertir al PP en el único partido desde el centro a la derecha.

Ahora, en un principio, se trataría de configurar candidaturas unitarias al estilo de Navarra Suma en todas las provincias. Principalmente, porque en el PP existe el convencimiento de que la fragmentación ha sido la única culpable de los resultados cosechados en las elecciones del 28-A. Craso error: hasta que los populares no se den cuenta de que no existen más culpables de su descenso electoral que ellos mismos, no remontarán el vuelo electoral.

Es cierto, no obstante, que si PP y Cs hubieran concurrido en coalición a las elecciones generales habrían obtenido alrededor de 140 diputados, y, por tanto, se habrían convertido en el grupo parlamentario con más asientos en el Congreso de los Diputados. Incluso, habrían conseguido representación en el País Vasco: en concreto, en Álava y en Vizcaya, en detrimento de Bildu y Podemos, respectivamente.

"Rivera y Abascal están convencidos de que una coalición con Casado les haría perder a muchos de sus votantes"

También hay que señalar que si el PP y Vox se hubieran coaligado para el 28-A habrían obtenido 113 escaños, y se habrían convertido, igualmente, en la primera fuerza en el Congreso, por delante de los socialistas, que hubieran llegado a perder 11 diputados.

No obstante, el centro-derecha no habría obtenido la mayoría absoluta el 28-A con ninguna de estas alianzas, pero sí con una unión electoral entre PP, Ciudadanos, Vox y UPN.

La cuestión es que, de momento, esta propuesta ha obtenido una respuesta negativa por parte de Cs, de Vox y del PP de Galicia, aunque eso sí, se ha producido un interesante debate en el País Vasco.

El caso es que el partido liderado por Albert Rivera considera que esta fórmula le puede hacer perder votos, porque una parte de su electorado nunca votaría a una agrupación política integrada por estas tres fuerzas. Además, con ella, no solo no podría aspirar al tan ansiado sorpasso al PP, sino que podría llegar a suponer, a largo plazo, su desaparición del panorama político, como ocurrió con el CDS de Adolfo Suárez.

El caso de Vox no dista mucho del de Cs. El partido de Santiago Abascal considera que una alianza electoral de este tipo podría significar la pérdida de un número importante de sus votantes, y, por tanto, su muerte política.

"Una coalición de PP, Cs y Vox tendría como efecto una gran movilización del votante de izquierdas"

Pese a ello, los populares insisten en cerrar, al menos, acuerdos puntuales: con Cs en las circunscripciones donde se reparte un número de escaños que oscila entre 5 y 10 diputados, porque es allí donde esta asociación podría tener una mayor rentabilidad electoral. Con Vox, en las circunscripciones más pequeñas, que es precisamente donde este partido no obtuvo ningún escaño, pero que, sin embargo, con la suma de sus votos el PP hubiera sido la primera fuerza política en esos territorios.

Entonces, ¿es imposible el pacto? No. ¿Es difícil que se lleve a cabo? Sí, porque los tres implicados son conscientes de que el más beneficiado de esa alianza sería el PP y, de momento, no es algo a lo que parezcan estar dispuestos Cs y Vox. El problema es que las encuestas continúan aventurando que los números no dan para conformar un gobierno del centro-derecha si estas tres fuerzas políticas se presentan por separado.

Por eso, si el bloqueo de la izquierda se consuma, Cs y Vox tienen que terminar de decidir si acuden en solitario a las nuevas elecciones generales o corren el riesgo que supondría presentarse en una coalición que carece de fondo, si se exceptúa el de la utilidad. Todo induce a pensar que ni Rivera ni Abascal cambiarán su negativa inicial:, la estrategia es demasiado arriesgada. Más aún por cuanto nada está garantizando, y este tipo de maniobras pueden no ser tan buenas como pueda parecer  en un principio, porque no cabe duda de que una coalición como esa tendría como efecto una gran movilización del votante de izquierdas. No obviemos que una cosa es extrapolar resultados y otra muy distinta los votos de las urnas.

*** Gema Sánchez-Medero es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid.