De un tiempo a esta parte el unionismo en Cataluña anda fragmentado, desorientado e incluso enfrentado (¿alguna vez no lo ha estado?). Sus facciones, partidos y plataformas debaten, sin ponerse de acuerdo, sobre la patología, el diagnóstico y la medicina necesaria para superar el procés definitivamente. Difieren sobre si se debe restaurar el statu quo anterior o se debe diseñar un nuevo equilibrio político en España en general y en Cataluña en particular. Discuten bizantinamente incluso sobre su propia taxonomía: ¿debemos llamarnos unionistas, constitucionalistas, patriotas, antinacionalistas? Muy lejanos quedan los días dorados de las manifestaciones históricas del 8 y 29 de octubre de 2017 en Barcelona.

Esa división, tan desafortunada como poco sorprendente, encuentra paralelismos asombrosos en el celebrado análisis geopolítico que los académicos John Hulsman y A. Wess Mitchellen elaboraron en su ensayo The Godfather Doctrine en 2008 para explicar el dilema secular de la política exterior norteamericana en el siglo XXI. Haciendo uso de la obra maestra de Francis Ford Coppola, El Padrino, Hulsman y Mitchellen dibujaron una alegoría del poder global americano que pondera doctrinas alternativas al afrontar su crisis de liderazgo mundial tras la resaca geopolítica del fin de la Guerra Fría. El imperio de la familia Corleone, o Pax Corleone, representaría a los EEUU. Las doctrinas alternativas se corresponderían a las distintas estrategias de cada uno de los tres hijos del Padrino: Sonny, Michael y el adoptado Tom Hagen.

Un lector maduro entenderá que no se está homologando a nuestro sistema político con una organización criminal sino todo lo contrario. Los Corleone, al igual que el régimen constitucional español y la hegemonía global norteamericana, han sostenido un ordenamiento político durante décadas. Han aportado prosperidad económica y garantizado un reparto razonable de poder entre las partes. Pero con el paso del tiempo este orden político es impugnado.

En la película, el desencadenante es el intento de asesinato del Padrino por parte de Virgil El Turco Sollozzo, esbirro de la familia Barzini que quiere liquidar la Pax Corleone para poder expandir sus negocios de narcóticos al margen del ordenamiento vigente. Tras el atentado contra el Padrino –el procés– los tres hijos del Padrino, reunidos en una atmósfera de pánico y conmoción, difieren respecto a cómo reaccionar a la amenaza existencial de los Barzini. El Padrino ha sobrevivido a las balas y, aunque está grave, ello permite a los Corleone ganar algo de tiempo.

Los tres hijos del Padrino, Tom, Sonny y Michael, difieren respecto a cómo reaccionar a la amenaza de los Barzini

El hijo adoptivo Tom, abogado conciliador y diplomático, es el primero al que la familia acude en busca de consejo. En calidad de consigliere del clan, Tom ha sido el responsable de guiar a la familia a través de la tupida red de influencias, alianzas y favores que sostienen al imperio Corleone en los EEUU. Tom cree que la respuesta de los Corleone debe ser reformular un statu quo entre las familias mediante la negociación y la transacción –“debemos hablar” “debemos escuchar lo que ofrecen”, musita Tom; “no es bueno para los negocios” advierte el consigliere a los que exigen represalias inmediatas–. Su visión de la situación encaja en la doctrina diplomático-legal de la llamada escuela liberal-institucionalista: la visión wilsoniana del mundo, basada en la negociación, el liderazgo generoso y el equilibrio multilateral, que tuvo en los Clinton a su último gran valedor.

Esta doctrina es también la solución benigna que algunos propugnan en Cataluña de cara a los secesionistas: acercamiento, comprensión y, finalmente, una transacción competencial o económica que alumbre un nuevo equilibrio político-fiscal duradero en España. Al igual que Tom, tienen fe en la eficacia de la diplomacia, la sensatez de las partes y la contención institucional.

Si los líderes separatistas están satisfechos con el nuevo arreglo, afirman para sí mismos, los millones de independentistas quedarán desactivados durante décadas. No solo eso. Tom Hagen esta convencido de que las fricciones entre las distintas familias son, al fin y al cabo, una constante del quehacer mafioso que provoca inevitables conflictos y obliga a la reevaluación constante de los pactos, incluso a la aceptación de la perdida de peso específico de los Corleone. Del mismo modo, los wilsonianos en Cataluña se adscriben a la conllevanza orteguiana y se resignan a una pluralidad indómita en la configuración inacabable de España.

El hijo mayor y heredero Sonny, por el contrario, ansía contraatacar. Harto de insidias, propugna recurrir a la ley del más fuerte y aplicar la fuerza bruta para acabar con los Barzini. En la fábula de Hulsman y Mitchellen, Sonny representa la visión neoconservadora de la administración republicana de George W. Bush. Esa doctrina bebe de una cosmovisión hegemónica que prioriza el uso del poderío militar en respuesta a todas las amenazas exteriores.

Sonny desdeña las recomendaciones y advertencias de Tom y quiere disparar todo el arsenal de la familia Corleone para erradicar cualquier riesgo de amenaza futura. “¡No más reuniones, no más negociaciones, no más trucos de Sollozo!”, le espeta a Tom un colérico Sonny para el cual no cabe transacción alguna con los que han osado intentar asesinar al Padrino, figura paternal y pilar de familia.

Nuestros 'Sonnys' patrios ven en la aplicación de la ley la principal y a veces única arma contra el secesionismo

En España, nuestros Sonnys patrios serían aquellos que ven en la aplicación de la ley, con toda su severidad penal y administrativa, la principal y a veces única arma contra el secesionismo. Insisten en que hay que golpear con dureza, sin dilaciones, de manera inmediata. No hay que perder el tiempo con ensoñaciones negociadoras: urge aplicar el artículo del 155 con largo recorrido y someter a Cataluña a un proceso exprés de desnacionalización social, cultural y económica.

Coraje político y el BOE serán la terapia de choque. Pero no hay pericia ni reflexividad en la estrategia de Sonny. Sus acciones vienen motivadas por la ansiedad de recuperar la claridad moral de la hegemonía pretérita de la vieja Pax Corleone. Es decir, la restauración de una evocadora Pax Constitutionalis, anclada en los mitos fundacionales de la Transición, imbuidos en la convicción de que un mayor grado de unidad nacional es la gran tarea pendiente del Estado.

Sin embargo, la estrategia que finalmente salva a los Corleone de la amenaza de los Barzini y los prepara para afrontar la nueva realidad política no proviene de ninguno de los hermanos que controlan inicialmente los resortes de la familia sino de Michael, el más joven y aparentemente menos experimentado de los hijos del Padrino. Michael no profesa ningún apego por ninguna doctrina particular. Su objetivo primordial es proteger los intereses de la familia y salvarla de la ruina a toda costa.

Michael ve el mundo sin dioptrías, deudas y prejuicios; es además un héroe de guerra condecorado. Es consciente de que los tiempos han cambiado y que la era de dominio de los Corleone, tal y como la construyeron, está periclitada. Michael simboliza la llamada escuela realista: la doctrina de política exterior pragmática y agnóstica que entiende y acepta los cambios estructurales y reevalúa el tablero geopolítico para formular las decisiones más sensatas y juiciosas conforme a los nuevos paradigmas.

Al igual que los grandes exponentes de la política exterior realista norteamericana (George Kennan, Henry Kissinger o Zbigniew Brzezinski), Michael se da cuenta de que las respuestas convencionales son estériles. Los Corleone ya no pueden apostar exclusivamente por el uso de la fuerza. Tampoco pueden abandonarse a la multilateralidad disgregadora y anárquica. Es necesario recalibrar su estrategia, con una configuración más compleja y sofisticada, que combine múltiples doctrinas conforme a la necesidad y la oportunidad del momento.

Además, Michael entiende algo fundamental que desafortunadamente no es habitual en la acción política española: hay que dotarse de paciencia y controlar los tiempos con una visión a largo plazo. Por ello, la estrategia del benjamín de los Corleone contra los Barzini (y contra todos los enemigos de la familia Corleone) se ejecuta en varias etapas, con grandes dosis de prudencia, perseverancia y preparación meticulosa.

Cataluña ha estado sometida a 40 años de 'nation-building' nacionalista y 10 años de 'state-building' separatista

En España, el unionismo está obligado a desarrollar una estrategia realista si sinceramente desea el éxito en la consecución de su objetivo. El empleo por separado en Cataluña de doctrinas neoconservadoras o liberal-institucionales o bien solo sirven a intereses cortoplacistas o bien solo ayudan a satisfacer conciencias propias. La embestida sistemática es una táctica equivocada por carecer de metas estratégicas definidas. El apaciguamiento negociador también lo es por basarse en diagnósticos fosilizados. Ambas son extemporáneas, ineficaces e inflexibles.

Las reglas de la política en el siglo XXI han cambiado. El territorio también. Eliminar al nacionalismo de manera definitiva, con una Cataluña integrada e integradora al final del túnel, exige primero comprender su compleja ecuación política y lingüística, el arraigo y resiliencia nacionalista, y las ramificaciones internacionales de cualquier acción-reacción.

Cataluña ha estado sometida a 40 años de nation-building nacionalista y 10 años de state-building separatista. Revertir este proyecto exige tiempo, paciencia e ingenio. Cualquier plan de acción requerirá una secuencia estratégica y no siempre será posible guiarse por un norte ideológico riguroso si resulta que hay que cruzar pantanos y ciénagas a lo largo del camino. Y todo ello vale para los múltiples frentes del unionismo: lengua, educación, fiscalidad, TV3, judicialización, subvenciones, etc.

Pero la tarea más difícil a la que Michael Corleone se enfrentaría en Cataluña sería la de sumar fuerzas en torno a esa nueva doctrina. Es decir, unir al unionismo. No se trataría de trazar otra mediatriz equidistante, esta vez entre las distintas sensibilidades unionistas. Sino de aglutinarse en torno a una estrategia duradera, flexible y pragmática, con múltiples líneas de acción.

El unionismo debe entender que las viejas doctrinas han caducado o son insuficientes por separado. El tiempo apremia. Por desgracia, el separatismo sí tiene una estrategia perenne y eficaz: recoger los frutos del paso del tiempo en una Cataluña donde los poderes públicos están concienzudamente diseñados para perpetuar un entorno social de persuasión constante. Tarde o pronto, les llegará la tentación de arremeter de nuevo con otro ejercicio de tensión inducida.

La familia Corleone volverá a ser el objetivo. Los Barzini y Sollozzo de turno estarán allí, latentes y al acecho, y apuntarán sus armas contra el nuevo don, el pilar del ordenamiento político. La próxima vez puede que tengan más puntería y acaben con su vida en un instante. Entonces, sus hijos, sumidos en el pánico y la conmoción, no tendrán tiempo para reaccionar ni siquiera con la mejor de las doctrinas.

*** Toni Timoner es Máster en Relaciones Internacionales por la SAIS-Johns Hopkins University de Washington, DC y representante de Societat Civil Catalana en Londres. El contenido de este artículo refleja opiniones exclusivamente personales del autor.