“El adversario del PSOE son las derechas”, afirmaba este martes la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, al ser preguntada por el pacto del PSN con Bildu en la Comunidad Foral. Y más allá de plantearnos qué tipo de deriva ideológica e histórica atraviesa el Partido Socialista, la sentencia no puede contener más verdades. Se ha demostrado en Navarra. Cualquier opción ideológica un milímetro a la derecha del PSOE será siempre peor que Bildu, los mismos que todavía no han condenado los asesinatos de ETA.

A esa derecha apestada cualquiera puede añadirle el apellido que quiera (los “falos y la testosterona” de la ministra Delgado) o generarle un nuevo neologismo (“trifachito”) siempre que vaya acompañado de un masaje parlamentario como el de Sánchez a sus nuevos socios de Bildu en el Congreso la semana pasada. Sí a los de la antorcha y la bengala, a los de los ongi etorri, a aquellos que hacen “recibimientos normales de amigos y familiares” a los asesinos.

Y no, no lo vamos a negar. En Navarra, aquellos que defendemos un gobierno constitucionalista alejado de las posiciones supremacistas del nacionalismo del PNV (que ahora no debe ser la derecha) o la ideología filoterrorista de Bildu, estamos tragando mucha mierda estos días. Para qué voy a mentir, hay cosas que se soportan con la mente aunque no con el corazón.

Pero también debo reconocer que mis diecinueve compañeros y un servidor, a pesar de la enorme pesadumbre con la que vivimos lo que está ocurriendo, también sentimos un enorme orgullo. El orgullo de saber que no todo vale para acceder al poder, el orgullo de saber que hay líneas rojas, en este caso negras, que jamás traspasaremos.

Para la socialista María Chivite todo es relativo cuando puedes tener el deseado sillón del Gobierno de Navarra

Porque, sin duda, María Chivite va a ser la nueva presidenta del Gobierno de Navarra. Y ni siquiera hacía falta esperar al resultado de la consulta más sesgada de la historia de Bildu, porque está todo más que atado desde hace meses entre PSN, Geroa Bai, Podemos e Izquierda-Ezkerra. Tanto es así que hasta firmaron un pacto de silencio hasta ver los resultados de unas elecciones en las que Navarra Suma dobló en escaños al segundo partido, el PSN de Chivite.

Pero tras las elecciones no se dieron por aludidos en ningún momento de que Navarra había optado por desbancar al cuatripartito nacionalista en favor de un gobierno constitucionalista. Porque su lectura de los resultados nunca siguió la lógica que se esperaba ya que, aun pactando con el mismísimo diablo, había que dejar fuera del gobierno a “la derecha”. Como fuese. Y esto debía llevarse a cabo incluso con los votos favorables de Bildu.

Porque no nos engañemos, Bildu no va a votar abstención este viernes. Bildu va a votar sí a condicionar el futuro Gobierno de Navarra, va a votar sí a ser el “interlocutor prioritario” y va a votar sí a marcar las políticas, esencialmente identitarias y anexionistas, del futuro Gobierno de Navarra. No lo decimos nosotros, lo dicen ellos. No lo ve el Partido Socialista, lo ve todo el mundo.

Poco importa que los programas de Navarra Suma y el PSN coincidan en más de un 70% (esto no se basa en una imaginación, está trabajado y verificado). Poco importa que el PSN se haya opuesto durante toda la pasada legislatura a las políticas identitarias y educativas de sus nuevos acompañantes. Poco debe molestar que la mayoría de sus futuros socios se hayan opuesto a todo tipo de infraestructura de progreso en Navarra como la Alta Velocidad o el Canal de Navarra. Todo es relativo cuando puedes tener el deseado sillón del Gobierno de Navarra, pero eso sí, solo el sillón.

¿Qué control va a tener Chivite de su gobierno cuando Geroa Bai y Bildu tienen más escaños que ella y Podemos?

Porque en un breve ejercicio matemático uno se da cuenta de que una izquierda de PSN (11), más Podemos (2) e Izquierda-Ezkerra (1) suma 14 escaños, mientras que los nacionalistas de Geroa Bai (9) e independentistas de Bildu (7) alcanzan los 16. Con estos datos sobre la mesa, ¿cuál es el control que va a tener de su gobierno María Chivite? ¿Qué tipo de políticas va a poder llevar a cabo si no tienen el sello del nacionalismo? ¿Cómo va a poder impulsar cualquier tipo de medida si no tiene el beneplácito de la izquierda abertzale? Sin duda, Chivite será presidenta, pero nunca podrá gobernar.

Y Chivite será presidenta, pero será difícil que su votante olvide que logró auparse gracias a un Bildu que tendrá el control total de la legislatura. Gracias a un Bildu que mantiene su hoja de ruta anexionista en Navarra. Que sueña con un gobierno débil para seguir imponiendo su ideología excluyente y su ingeniería social. Una ideología por la que muchos fueron asesinados y que, a día de hoy, sigue sin ayudar a esclarecer asesinatos (300) como los de Carlos Sáenz de Tejada o Diego Salvá que recordábamos estos días.

Estos son los socios del futuro Gobierno de Navarra. Y por eso, este viernes, cuando se inicie la segunda votación para la investidura, verán a 20 parlamentarios, con una enorme pena pero con la mayor de las dignidades, votando que no. Que así, no. Porque ningún sillón valdrá jamás cuatro años de buena conciencia. Porque estar del lado de las víctimas siempre fue el camino difícil, pero también el correcto.

*** Alberto Bonilla es secretario de Comunicación de Ciudadanos Navarra y diputado de Navarra Suma en el Parlamento Foral.