Hace aproximadamente un año y medio, ante el ascenso del radicalismo político en Europa, nos preguntamos en estas mismas páginas dónde estaba la extrema derecha en España. Pues bien, tras los 12 escaños obtenidos por Vox en las elecciones andaluzas parece que ya se puede contestar a esta pregunta sin miedo a equivocarnos.

Está claro que los comicios andaluces han venido a mostrar el hartazgo político que subyace en una gran parte de la ciudadanía. El partido de Santiago Abascal ha cimentado su éxito en un discurso fácil con tienes populistas que ha calado y ha conectado con los votantes desencantados de derechas, pero también de izquierdas que reniegan de los partidos tradicionales. La idea de cambio político, de regeneración, que fue la causa que hizo crecer a Podemos y que Ciudadanos ganara las últimas elecciones catalanas, está seguramente detrás del éxito electoral de Vox en Andalucía.

Cuando el pasado 7 de octubre Vox consiguió llenar el Palacio de Vistalegre de Madrid en un acto multitudinario al que asistieron más de 10.000 personas se produjo un punto de inflexión en la trayectoria de esta formación. En su discurso, Vox ha incorporado respuestas a problemas que preocupan a los españoles y a los que las fuerzas políticas clásicas no ofrecen respuesta, cuando no aparecen directamente como causantes de los mismos. Por ejemplo, respecto de la unidad de España (propuesta: suspensión inmediata de la autonomía de Cataluña), en cuanto a la destrucción de la clase media (propuesta: bonificar a las empresas para crear empleo), sobre la presión fiscal (propuesta: implantar un tipo fijo de IRPF del 20% para las rentas menores a 60.000 euros). acerca de la seguridad de las fronteras (propuesta: deportar a los inmigrantes ilegales y levantar un muro infranqueable en Ceuta y Melilla).

No se puede obviar que Vox no es un partido nuevo: cuenta con cinco años de existencia y un historial de fracasos electorales. Sirvan de ejemplo las elecciones europeas de 2014, en las que el exdirigente del PP Alejo Vidal-Quadras quedó fuera de la Eurocámara al obtener el 1,56% de los votos emitidos. Un año después, en las elecciones autonómicas, Vox no consiguió representación en ningún parlamento regional, y en las municipales lograron únicamente 22 concejales y tres alcaldías en toda España (Cardeñuela Riopico, Barruelo del Valle y Guadiana del Caudillo). En las elecciones generales de 2015 y 2016 tampoco les acompañaron los resultados, quedándose sin escaños en las Cortes Generales.

El voto de Vox procede de tres ámbitos diferentes: del PP, del mundo rural y de sectores indignados

En las anteriores elecciones autonómicas en Andalucía, Vox fue respaldado sólo por 18.017 votantes, es decir, 365.000 menos que en el 2-D. Esta vez ha logrado el apoyo de votantes urbanos de edad media, con estudios superiores y rentas medias-altas, pero también ha conquistado votos en la Andalucía rural, feudo tradicional de los socialistas. El voto de Vox procede de tres ámbitos diferentes: del PP (consigue más votos en los lugares en que los populares tuvieron mejores resultados en las elecciones de 2015), del mundo rural (principalmente allí donde hay más inmigrantes extracomunitarios) y de sectores indignados (el voto de protesta que en otras citas electorales fue para Podemos o Ciudadanos).

De esta manera, Vox parece haber empezado a ser capaz de desarrollar cierta capacidad para llegar a una base social más amplia y menos ideologizada, el de las clases populares más desfavorecidas y trabajadoras, algo que está siendo clave en el auge de la nueva extrema derecha europea. No obstante, todavía es pronto para extraer conclusiones pues no existe una relación clara, por ejemplo, entre el paro y el voto a Vox.

Cabe preguntarse llegado este momento si Vox es un fenómeno pasajero o ha venido para quedarse. A este respecto hay que señalar que no es la primera vez que una fuerza política seduce con sus cantos de sirena a una población que demanda insistentemente un verdadero cambio político. El populismo es un fenómeno que cada día está más presente en nuestras sociedades. Por eso cabe pensar que si Vox consigue realmente terminar de conectar con las clases sociales más desfavorecidas -más allá del problema migratorio-, logrará afianzarse en el panorama político español. Pero para ello deberá sin duda dar un paso adelante y anteponer el proteccionismo al liberalismo.

*** Gema Sánchez Medero es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid.