Ni para SocioMétrica ni para EL ESPAÑOL fue una sorpresa la masiva asistencia el domingo del encuento de Vistalegre. Y fueron pocos, porque las 13.000 personas que acudieron a la fiesta de la "derecha extrema" no eran sino una representación de los más de medio millón que actualmente dicen que votarían a VOX y que llevamos publicando desde noviembre de 2017. ¿Cuáles son las claves de este ascenso, y hasta dónde puede llegar?



Rajoy o el principio de todas las cosas



Rajoy era un lastre para el PP ya a principios de 2017. Desde el punto de vista de la opinión pública, sus decisiones y comparecencias eran percibidas lentas, aburridas y faltas de iniciativa.

Su valoración como presidente era, mes a mes, la más baja de toda la historia. Y aún así, siguió ahondando la brecha con sus electores negándose a hablar sobre España, familia, vida o religión.

Se le plantaron varios parlamentarios. No hizo ningún caso. No lideró ninguna reforma social ni echó para atrás las de Zapatero. Dio por buena la memoria histórica y la perspectiva de género ante la estupefacción de las bases.

Se le percibió cobarde para acometer reformas estructurales sobre el sistema democrático, y a costa de no hablar de valores, topológicamente, sacó al PP del espectro ideológico de la derecha para colocarlo en tierra de nadie.

Fue demasiado equidistante en Cataluña, y a costa de no enfadar, la sociedad civil le pasó por encima con banderas españolas antes de que se diera cuenta.

Por último, la decadente arrogancia arriolista le hizo creer que el aparato le mantendría a salvo de una nueva reelección, en el convencimiento de que a los sufridos votantes del PP se les puede hacer de todo que siempre le volverían a votar. Perdió el contacto con una realidad generacional que ya no era suya.



Las palanca final: los votantes mayores de 65 años



No digo que todo eso fuera necesariamente así. Digo que así era lo que nos decían en las encuestas los votantes del PP, y así lo fuimos contando periódicamente en estas páginas. Su intención de voto bajó del 30% al 19%, con el acelerador en la crisis catalana, mientras subían también mes a mes tanto Ciudadanos como VOX.

Obviamente en diferente proporción, pero de forma nítida e imparable. Con la lupa puesta, la clave del acelerador fue el colectivo de los más mayores, y así lo escribimos en abril de este año: “en los últimos meses las encuestas detectan que una proporción importante de mayores de 65 años está empezando a perder el miedo a cambiar de partido.

Algo que ocurre o bien porque sus hijos lo han hecho ya y les empiezan a convencer sus argumentos, o bien porque la diferencia ideológica está dejando de ser un problema. En cualquier caso, a no ser que exista un giro copernicano en el PP, el goteo de fugas de este segmento -hasta ahora fiel-, va a ser imparable”.





Pues bien, el goteo se hizo visible el domingo en Vistalegre. Cierto es que la fuga principal lo fue, y lo sigue siendo a Ciudadanos, pero la lluvia fina en forma de apoyos que iba cayendo sobre la siglas de VOX y su programa escueto, claro, sin ambages ni complejos, si bien pequeña en cantidad es de mucho mayor calado, pues mantengo que los motivos expuestos en el primer párrafo, instalados en la mente de los más mayores, son de difícil reversibilidad.



Si Podemos es extrema izquierda, por qué no una extrema derecha



Puede ser que Pablo Casado haya frenado estas fugas, y que en el momento actual se estén repartiendo promesas de vuelta atrás a los colectivos descontentos que ha ido dejando el PP en los dos últimos años, pero le va a costar, y tal y como hemos escrito varias veces, sobre todo en relación a Podemos, no sirven recetas antiguas que minimizan los riesgos con argumentos de sociología barata. Acuerdense de donde leyeron esto primero: ni la extrema derecha tiene pocos votos en España, ni Abascal es un friki, ni sus dirigentes unos fachas, ni el programa electoral es de ultraderecha.

A nadie de los 10.000 que el domingo gritaban vivas a España se les escapa que apoyan a un partido que hoy no sacaría más de 5 escaños, pero la democracia española ya es mayor de edad, más europea, más fragmentada, y ha cambiado la percepción de voto útil hacia un concepto de voto estratégico. VOX resurge en este contexto, pentapartidista, simétrico en cuanto a posicionamiento ideológico, y sustentado entre mayores de 65 que usan watsapp, y que se han quitado el sentido de culpa no votando al PP cuando lo habían hecho “in extremis” y “con la nariz tapada” en las últimas dos convocatorias.

*** Gonzalo Adán es doctor en Psicología Social y director de Sociométrica.