SÍ. Sé que no servirá para nada, pero propongo que el próximo Gobierno, en vez de publicar en el BOE los bienes de 1.000 altos cargos, como sucedió el sábado pasado, nos haga saber una breve historia familiar de dichos personajes públicos. O ambas cosas a la vez. Porque tener una casa más o unos cuantos miles de euros menos en la declaración de la renta es una nadería en el libro de la vida de cualquiera. Lo que moldea el ser, el tener y el hacer es lo que mamamos en casa.

Pongamos un ejemplo al azar. El dedo cae en la c y en la v. C, de Calvo, Carmen; y V, de vicepresidenta del Gobierno. La desconocida historia de la mano derecha o, mejor, izquierda, de Pedro Sánchez, el hombre sin sombra porque se rompería el molde, explica el aserto anterior: casi todo está escrito en el ADN familiar.

Pedro Sánchez, junto a la vicepresidenta, Carmen Calvo. Efe

La cabra, inexorablemente, tira al monte. Carmen Calvo nació en Cabra (Córdoba), en una familia humilde, trabajadora, ejemplar y matriarcal, en la que el pelo y la leche destacarían en el escudo de los Calvo Poyato si lo hubiera. El pelo y la leche también servirían de santo y seña del Gobierno Sánchez. ¿Elecciones anticipadas? Pelo y leche. Lo veremos más adelante.

La feminista Carmen Calvo, ministra de Igualdad además de vicepresidenta, es hija de una pareja en la que el primer apellido lo pone el padre, como es buena o mala costumbre, pero el peso específico procede de la madre, como tantas veces ocurre. Ella se llamaba Carmen Poyato, de los Poyato de Cabra de toda la vida, más conocidos por el apodo como sucedía en la España del siglo pasado: los Rucheras. Probablemente el manantial de Rucheras, que aparece en una guía de Andalucía, perteneció al bisabuelo o tatarabuelo de nuestra estudiada hoy para el BOE del año que viene.

En los años 60 del siglo pasado 'La Rucheras' era la peluquera de Cabra, según ha sabido este preguntón. La hija, si es necesario, da toques de atención a todo quisque en España, y la madre le tocaba el pelo a todas las señoras de la localidad cordobesa. Pero como era una mujer industriosa, como la vicepresidenta del Gobierno, devota de Benjamin Franklin sin conocerlo, no perdía un minuto, porque el tiempo es oro. Cuando no peinaba o cuidaba a sus tres hijos, José, Paco y la susodicha Carmen, repartía leche de la vaquería de su suegro, que ella y su marido acabaron explotando.

La feminista Carmen Calvo, ministra de Igualdad además de vicepresidenta, es hija de una pareja en la que el primer apellido lo pone el padre, pero el peso específico procede de la madre

Del pelo a la leche, pero sin que jamás nadie en Cabra pudiera decir aquéllo de François Villon, el poeta bandido de finales del siglo XV: “Solo distingo un pelo en un vaso de leche”.

En resumen, los abuelos de Carmen Calvo eran: el paterno, vaquero, y el materno, el del manantial, agricultor con su huerto. Los padres de la ministra, muy trabajadores, consiguieron dar estudios universitarios a sus tres hijos. Si la más pequeña, “con labia y feminista desde pequeña”, dicen en el pueblo, se licenció en Derecho y posee un doctorado sin sospecha, el mayor, José Calvo Poyato, primero hizo magisterio, luego se licenció en Historia y tiene sus seguidores con sus libros históricos. También le dio tiempo a ser alcalde de Cabra y diputado por el extinto Partido Andalucista.

¿Pero qué tiene que ver el pelo y la leche con el discurrir político de la dirigente socialista, feminista, a veces lenguaraz, miembro/miembra del Gobierno de Sánchez?

El pelo. Dicho sea sin ánimo de tirar del pelo a la ministra, una mujer valiosa para unos, simplemente atrevida para otros. Pensemos en el Gobierno de Sánchez en sus más de cien días de mandato. Y pensemos, también, en frases hechas utilizadas en el castellano con el pelo: tomar el pelo, no cortarse un pelo, no tener un pelo de tonto, de medio pelo, poner los pelos de punta, caerse el pelo, salvarse por los pelos… ¿Vienen al pelo estas frases con lo que una mayoría de españoles piensa de la gobernanza de Sánchez?

La leche. Ahora en sus horas bajas, por los sucedáneos de avellana, avena y otros fakes presentados como leche, este nutriente líquido también forma parte de nuestro lenguaje y de la literatura. No conozco lo suficiente a Carmen Calvo y no sé si tiene mala leche. Pero sí sabemos que ella, como vicepresidenta del Gobierno, forma parte de un Ejecutivo que oscila entre un cuento agrio y la famosa fábula de Samaniego.

No sé si [Carmen Calvo] tiene mala leche. Pero sí sabemos que ella, como vicepresidenta del Gobierno, forma parte de un Ejecutivo que oscila entre un cuento agrio y la famosa fábula de Samaniego

¿Se acuerdan del cuento de la lechera? "Llevaba en la cabeza una lechera el cántaro al mercado con aquella presteza"…. "Que va diciendo a todo el que la advierte: yo sí que estoy contenta con mi suerte". ¿Acaso no se le ve contento con su suerte a Pedro Sánchez, con esa felicidad que exhalan sus andares? Con esa multiplicación de los 84 diputados del grupo parlamentario socialista, echando agua a la leche con el apoyo de los 'hunos' y de los otros (Unamuno), para estirar esta legislatura muerta.

Ya se sabe qué le pasó a la lechera. Que se metió una leche cuando iba brincando y soñando que con la venta del cántaro compraría huevos, de los huevos saldrían gallinas, de las gallinas pollos, de los pollos se pasaría a los cochinos, y con las ganancias de los puercos podría comprar vacas y terneros… Y, bingo, prolongar la legislatura por lo menos hasta el 2020. La moraleja de Samaniego es la siguiente: “modera tu alegría”, vaquero, lechera, “no seas ambicioso”, convoca elecciones, “porque ni el presente está seguro”.

El artículo debería finalizar aquí. Podríamos escribir cinco millones de palabras sobre las aventuras y desventuras del Gobierno Sánchez, como pelos tiene, dicen, el cuerpo humano. Aunque sobrepasemos las mil palabras de educación con el lector, los acontecimientos de esta semana en Cataluña son de tal gravedad que requieren algunas letras más.

Guardias Civiles custodian a mineros detenidos durante la Revolución de Asturias, en octubre de 1934

La actuación del actual president de la Generalitat, Torra, peluche de Puigdemont, debería formar parte de la Historia Universal de la Infamia. Borges escribe en su libro: "La tierra que habitamos es un error, una incompetente parodia. Los espejos y la paternidad son abominables porque la multiplican y afirman". En esto se ha convertido la política independentista catalana, aunque para ser sinceros, deberíamos admitir que en la deriva ha habido una gran responsabilidad de la política española en las últimas décadas.

En Cataluña, como serán conscientes el hortelano y la lechera de la Moncloa, se está a punto de alcanzar el maldito cabo de Hornos, del cual no se lograba salir. Todas las catástrofes humanas (y en España, hace exactamente 84 años, tal día como hoy, se vivía la revolución de Asturias y de Cataluña) resultan al principio anecdóticas.

Arrimadas, increpada en la calle por una señora independentista. E.P.



Hitler era y parecía un fracasado bravucón, con instintos asesinos. Hubo quien se lo tomó a broma y se rio cuando impedía a los judíos ancianos sentarse en los bancos de Viena. En Cataluña los políticos no nacionalistas ya llevan escolta y Arrimadas ha sido invitada en sede parlamentaria a abandonar Cataluña.

El futuro no está escrito, pero sí sabemos que el cántaro de la lechera se hizo añicos, y con él, todo el cuento.