He sido durante los últimos seis años miembro de la comisión permanente del Consejo Asesor del Ministerio de Sanidad y, después de mucho esfuerzo, multitud de reuniones y una decena de documentos muy interesantes para orientar el futuro del Sistema Sanitario, no se puede decir que el trabajo haya servido para mucho. Nada se ha traducido en alguna norma o proyecto concreto

Por otra parte entiendo que, dada mi procedencia y la aversión que las actuales autoridades ministeriales han mostrado públicamente hacia el sector sanitario privado, mi etapa acabará aquí. No obstante, no pierdo la esperanza de poder explicar en algún momento que hacer Sanidad priorizando a los pacientes es algo que está por encima del origen de su financiación y de la existencia o no de ánimo de lucro, dado que lo importante no es tener beneficios -que en cualquier caso son sin duda reflejo de una gestión eficiente-, sino los resultados sanitarios que se obtengan. Como me gustaría explicar también que se puede desarrollar un proyecto asistencial de calidad que promocione la docencia y la investigación como vía para obtener buenos resultados económicos.

Le pese a quien le pese, aun cuando disfrutamos de un sistema sanitario público de gran calidad, de alcance universal y con un amplísimo abanico de coberturas, hay ocho millones de ciudadanos -más del 20% de la población- que de forma voluntaria eligen pagar un sobrecoste para cubrir sus necesidades con un seguro de salud. Algo así no ocurre en ningún otro lugar del mundo, y no es por demérito del sistema público, sino por la calidad, la innovación y la eficiencia del sector sanitario privado en nuestro país.

Ahora que comienza un mandato previsiblemente corto, con evidentes dificultades para unir fuerzas en el Congreso, creo que es buen momento para impulsar iniciativas que no respondan a intereses partidistas. Por falta de tiempo y de apoyos, es difícil que medidas muy marcadas políticamente podrán ver la luz, mientras que propuestas de tipo técnico podrán recibir el apoyo de los grupos parlamentarios y servir de base para armar un sistema sanitario capaz de hacer frente a los retos del futuro.

En los próximos años, la vida, tal y como la conocemos ahora, va a mostrar variaciones disruptivas en todos los ámbitos. Los sistemas de comunicación basados en tecnología 5G, los hallazgos derivados de los protocolos blockchain o las posibilidades que proporcionará la explotación de las bases de datos abren un escenario que, al igual que en su momento hicieron el ordenador o los Smartphones, van a cambiar las relaciones humanas en todos los órdenes; también en la forma de afrontar la Sanidad.

No es posible implementar las nuevas tecnologías sin la coordinación y el liderazgo del Estado

Debemos de preparar el sistema sanitario para estos cambios. De nada sirve pregonar la pretensión de tener unos servicios sociales universales y en condiciones de igualdad si tecnológicamente no está todo el mundo conectado a ese sistema. Por eso, en mi opinión, es prioritario afrontar una estrategia digital que priorice la identificación única del usuario con independencia del medio a través del cual se produzca esta autentificación, y que permita también la interoperabilidad de la información clínica entre todos los niveles asistenciales (primaria, especializada, sector socio-sanitario...) y del entorno en el que el paciente decida obtener sus servicios, público o privado.

Hoy en día, esa falta de coordinación hace que, en España, de algo tan elemental como saber la supervivencia del cáncer o la morbilidad de los procesos cardiovasculares se tenga simplemente una estimación. En tales circunstancias, pretender implementar las nuevas tecnologías sin la coordinación y el liderazgo del Estado sólo llevará al caos y a la desigualdad, con grandes diferencias en función de los recursos y el lugar en el que uno resida.

A pesar de los tiempos políticos que corren, este Gobierno tiene la oportunidad de  marcar un antes y un después en el ámbito sanitarioy de esta manera pasar a la historia como el Ejecutivo que, por fin, unificó e integró todo el sistema. Se trata de una tarea que no entiende de ideología y que requiere necesariamente del impulso y de la colaboración público-privada.

*** Juan Abarca Cidón es presidente de HM Hospitales.