Hace ya un lustro Arturo Pérez-Reverte tuiteaba: “La Historia ha probado mil veces que no hay nada tan peligroso como un español acorralado”. Aplíquese a lo que está sucediendo en El Corte Inglés, donde la inevitable salida de Dimas Gimeno al frente de la corporación está provocando una situación curiosa.

Al espectador casual podría parecerle que hay una verdadera guerra por el control de El Corte Inglés, o al menos de eso se desprende de los titulares de determinados medios. Y en cierta forma, es una reacción lógica. Note el lector que Gimeno está peleando como un carcayú. El problema es que la única batalla que de verdad se libra no es la del control del grupo: es la de la comunicación. Sobre el papel, con los repartos accionariales en la mano, la disputa entre Gimeno y las hermanas Álvarez-Guil es como un partido de fútbol en el Bernabéu entre el Club Deportivo Calahorra y el Real Madrid: aunque todo puede pasar, el resultado es predecible.

Y la guerra de comunicación está siendo de guerrillas. El presidente del coloso de la distribución ha contratado un gabinete de comunicación experto en estas lides y ha hecho algo habitual en estos casos: buscar medios de comunicación poco amigables con El Corte Inglés y con cierta capacidad de generar influencia y enlaces que los empleados y directivos puedan enviarse los unos a los otros.

Asimismo, en los últimos días han aparecido extrañas plataformas para “salvar El Corte Inglés” creadas por presuntos empleados anónimos que expresan su supuesta preocupación por la guerra en El Corte Inglés, pero que se limitan a favorecer las tesis de Gimeno e incluyen un cuidadoso repositorio de todas las historias en las que se favorecen los argumentos del actual presidente.

No vamos a entrar a discutir cómo ha sido la gestión de Gimeno, o cómo será la de los co-consejeros delegados que le han reemplazado en funciones ejecutivas. Ya habrá tiempo para eso. Lo que no deja de ser curioso es cómo, teniendo cada vez lejos recuperar su antigua posición, Gimeno sigue empeñado en aparecer como un posible ganador.

Poker de ases

Por su parte, la compañía se limita a intentar explicar una verdad sencilla: Dimas Gimeno está jugando con una pareja de doses y las hermanas Álvarez Guil tienen un poker de ases. En realidad, todo se reduce a esto.

Como ya explicamos en EL ESPAÑOL, por no tener, Gimeno no tiene ni representación directa en El Corte Inglés. Tiene una pequeña parte de IASA, que se puede sumar a la de su madre y su tío. Pero en esa sociedad mandan Cristina y Marta, y es muy difícil que las cosas vayan a cambiar por muchas entrevistas que conceda su progenitora.

Para colmo, la actitud de Gimeno, que fuera nombrado presidente a voluntad de Isidoro Álvarez, le va a suponer un problema. La Fundación Ramón Areces, donde el poder de Florencio Lasaga y Carlos Martínez Echevarría es notable, difícilmente apoyará a un directivo que se ha alejado de la tradicional contención de una empresa que ha querido ser siempre familiar y discreta, y que ha empezado a disparar rumores sobre posibles irregularidades y a hacer visible un culebrón que siempre se había mantenido más o menos en segundo plano.

¿Y el resto de accionistas? Corporación Ceslar tiene motivos para levantar la ceja. Está viendo cómo desde el entorno de Gimeno fluyen las filtraciones cuando, precisamente, Carlota Areces tuvo que dejar el consejo por una supuesta deslealtad y por una supuesta filtración a los medios. Parece difícil que apoyen a Gimeno. Lo mismo puede decirse de Cartera Mancor, los herederos de César Rodríguez representados por Paloma García Peña. O del jeque Al Thani, que se está poniendo de perfil.

También cabe preguntarse hasta qué punto tiene lógica que desde el entorno de Gimeno se hable de buen gobierno corporativo y, al mismo tiempo, se discuta una norma aceptada del mismo, como la separación entre presidente y consejero delegado. Bien es cierto que en muchas empresas del Ibex tiende a haber presidentes ejecutivos acompañados de consejeros delegados, pero también que el propio Gimeno votó a favor del cambio de su función a puramente representativa y que ésta no le ha supuesto ningún menoscabo en sus privilegios. Sin la guerra que ha declarado, probablemente podría haber seguido como presidente de la compañía de por vida, cumpliendo con los designios de Isidoro Álvarez.

El problema es que un español puede sentirse acorralado incluso mientras su chofer recorre el trayecto que le lleva desde su lujoso despacho en la madrileña calle de Hermosilla hasta su casa en La Moraleja.