Este es el segundo año en que se da un incremento de la renta en todos los grupos de renta. Tenemos una población activa joven, diligente y productiva. Las universidades y otros centros de investigación de Estados Unidos destacan en áreas como la ciencia de los materiales, el desarrollo de software, la nanotecnología, la biotecnología, la genómica, y muchos otros campos que son importantes tanto para nuestro crecimiento económico futuro como para el empleo.



Seguimos acercándonos a la independencia energética y a una energía más limpia gracias a los avances en el almacenaje de baterías para energía solar y eólica y al enorme potencial sin explotar para generar energía a partir de ambas.



Pero también nos enfrentamos a serios retos económicos: las enormes desigualdades en la renta y la riqueza; una población activa en la que los adultos sin estudios, especialmente varones blancos, están escasamente representados; las notables diferencias entre el crecimiento de prósperas regiones urbanas y suburbanas y el de condados plagados de pequeños pueblos y áreas rurales; las enormes insuficiencias en la infraestructura nacional que van desde carreteras y puentes deficientes hasta tuberías oxidadas y peligrosas, pasando por una red eléctrica incapaz de trasladar energía limpia y barata desde donde se origina de manera más eficiente a donde más se la necesita, y la usencia de una banda ancha de internet rápida y asequible en zonas que necesitan que se las incluya en la economía nacional con urgencia.



El futuro de los inmigrantes indocumentados — incluyendo a los Dreamers y a los millones que trabajan y pagan sus impuestos — es incierto



El futuro de los inmigrantes indocumentados — incluyendo a los “Dreamers” y a los millones de personas que trabajan y pagan sus impuestos — es incierto en un momento en que nuestra población activa no puede crecer sin ellos ya que la tasa de natalidad entre estadounidenses nativos apenas alcanza los niveles de reemplazo necesarios.



Desde Charleston a Charlottesville nos llegan recordatorios de una división racial que sigue siendo una lacra y que puede ser reavivada en cualquier momento con consecuencias devastadoras. Además, los opioides y sus descendientes, la heroína y el fentanilo, están convirtiéndose en causa de muerte e invalidez entre muchos estadounidenses a un ritmo preocupante. Hace varios años que sabemos que se trata de un gran reto para la sanidad pública pero, aún así, no tenemos ni los recursos ni lo organización necesarios para cambiar el rumbo.



Finalmente, nos enfrentamos a una serie de importantes desafíos a la seguridad, desde la proliferación nuclear, hasta el terrorismo, pasando por el cambio climático y la ciberseguridad. Este último podría ser el problema más serio ya que pone en riesgo todos los sistemas que necesitamos para poder lidiar con las otras cuestiones.



A pesar de que, en líneas generales, se ha dado un progreso económico desde el crack de 2008, todos estos retos han contribuido a una movilidad económica en claro retroceso, a una creciente alienación política y social y a más inseguridad personal para millones de nuestros conciudadanos. Estas fuerzas han aumentado la división entre nosotros y hacen aún más difícil que recuperemos nuestro objetivo común.



Con demasiada frecuencia el resentimiento se impone a la razón, la ira nos ciega y la mojigatería se presenta como autenticidad



La buena noticia es que, cuando nos esforzamos enérgicamente por abordar nuestros problemas con respuestas conocidas y asequibles, conseguimos dar un fuerte impulso a nuestra economía y nuestras comunidades por medio de rentas más altas, más movilidad vertical, y más seguridad. Numerosas ciudades y varios estados son prueba de ello diariamente.



Pero, como nación, seguimos un camino muy distinto. Con demasiada frecuencia, el tribalismo basado en la raza, la religión, la identidad sexual o el lugar de nacimiento ha reemplazado al nacionalismo inclusivo con el que uno puede sentirse orgulloso de su tribu a la vez que acoge a la gran comunidad estadounidense. Con demasiada frecuencia también, el resentimiento se impone a la razón, la ira nos ciega y la mojigatería se presenta como autenticidad. Estas tendencias se ven avivadas por el mundo de Snapchat, Twitter y Facebook, donde los problemas que aparecen en las noticias no captan nuestra atención más que unos segundos y la supervivencia de los periódicos depende de que los titulares de sus editores en línea sean retuiteados.

Demasiadas redes sociales son hervideros de invasores tanto extranjeros como nacionales. Estos firmes esfuerzos por borrar la línea entre los hechos y la ficción, y la verdad y la mentira pueden neutralizar los beneficios de estar interconectados. Cuando la confianza se esfuma y el conocimiento se devalúa al ser considerado como una defensa por parte del sistema del statu quo, puede pasar cualquier cosa. Vemos a millones de ciudadanos a los que se está privando de sus derechos, señalados por cuestiones de raza, etnicidad o edad, no porque no se les considere aptos para votar sino porque prefieren el nacionalismo inclusivo al tribal.



¿Quién sale vencedor en este tipo de ambiente? Los que ya lo tienen todo hecho y que llegarán aún más lejos. Los menos responsables de entre los miembros de los medios políticos que triunfarán al cubrir cada nueva polémica y cada nueva atrocidad. Así como los enemigos de la democracia que alimentan el desacuerdo y tienen la esperanza de que los estadounidenses acaben por ceder y admitir que el autogobierno bien informado ya no funciona, y quizá ya ni tan siquiera sea posible, en el mundo moderno.



Hay que expandir la definición de “nosotros” y reducir la definición de “ellos”

Hace veinticinco años, cuando fui elegido presidente, dije que cada estadounidense debería seguir la orden de los artífices de la Constitución y crear una unión más perfecta, expandir la definición de “nosotros” y reducir la definición de “ellos”. Todavía lo creo. Y, por ello, prefiero las políticas que promueven la cooperación en lugar del conflicto y que construyen una economía, una sociedad y una política de suma no de resta, de multiplicación, no de división.

Desafortunadamente, hay demasiada gente ocupando puestos de poder en todo el mundo que está decidida a hacer lo contrario. Si lo hacemos también aquí, perderemos la ocasión de construir nuestros días más gloriosos. Por tanto, nuestro reto más importante es decidir quiénes somos los estadounidenses en realidad, como ciudadanos, como comunidades, y como nación. Todo lo demás depende de ello.

*** Bill Clinton fue el 42º presidente de los Estados Unidos