A comienzos de 2017, el equipo detrás de la candidatura de Pedro Sánchez siguió con mucho detenimiento el desarrollo de Vistalagre II, la asamblea donde Pablo Iglesias laminó a los simpatizantes de Íñigo Errejón. Aunque parecían fenómenos desconectados, la derrota de éste último dotaba de virtualidad a la alternativa de Sánchez. Si Susana Díaz iba a apostar por la centralidad y la tradición, Sánchez era el único que tenía un punto de apoyo auténtico para intentar recuperar parte de los tres millones de votos que el PSOE cree haber perdido por la izquierda.

Ese punto de apoyo es el discurso que responsabiliza a Iglesias y a su ambición desbocada  de haber impedido un gobierno del cambio encabezado por Sánchez en marzo de 2016. Este fue precisamente uno de los motivos de división en Vistalegre II. La purga de los partidarios de entenderse con el PSOE en Podemos terminó de perfilar lo que a ojos de los sanchistas es una oportunidad única de reconquistar votantes: lo que se podría denominar el ‘espacio errejonista’ de Podemos.

Sánchez como némesis de Iglesias

A esto se unía el ofendido malestar que reinaba entre las bases del PSOE por la actitud chulesca de Iglesias, con sus apelaciones al sorpasso, a la pasokización y en menor medida a la “cal viva”, y también algo de justicia poética: el objetivo que la dirección del PSOE le fijó a Sánchez en julio de 2014 después de la súbita irrupción de Podemos en las elecciones europeas tenía una consigna clara que era frenar la sangría de votos que fluía hacia Podemos.

Así que la derrota de Errejón fue un signo claro para los asesores de Sánchez de que su candidatura a secretario general del PSOE no sólo era viable, sino que tenía futuro político y redondeaba el historial narrativo de su líder como posible némesis de Iglesias.

Sánchez, con su mujer, Begoña Gómez, en la sala de los Comités Federales. Moeh Atitar

 

Este Pedro Sánchez que ha ganado las primarias no es el mismo que se marchó con el rabo entre las piernas en medio de un naufragio colosal de la institucionalidad socialista en octubre de 2016. Los que le rodean dicen que ha madurado, que ha pasado de la etapa del rencor hacia los que le traicionaron u ofendieron a una de gratitud con los que le tendieron la mano en el ostracismo. También afirman que ha aprendido de sus errores: el obstinado aislamiento, fruto de la desconfianza hacia todos, y la ambigüedad permanente que le llevaba a dejar descontentos a muchos.

Un equipo de mayor tonelaje político

El equipo de Josep Borrell que se ha hecho cargo del backoffice de Sánchez -donde destacan Manuel Escudero, un doctor en Economía con una penetrante mirada política, y el histórico sociólogo guerrista  José Felix Tezanos- también tiene más tonelaje político que el que, salvo algunas honrosas excepciones, tuvo antes. (La primera muestra al respecto es que no han caído en la trampa de abrir un debate sobre si Sánchez respaldará al Gobierno frente a una vulneración de la legalidad por parte de la Generalitat catalana). Y la maciza victoria del aspirante entre la militancia socialista frente al mito del aparato -al que un extendido consenso le atribuía la posibilidad de adaptar la democracia interna a la voluntad de los poderes fácticos- le adorna con unos atributos de liderazgo que antes no tenía.

Errejón va a estar muy solicitado este verano. Tras fijar el nuevo aparato, Sánchez enfilará su estrategia a la conquista de los 'errejonistas' 

Ahora, Sánchez está ocupado con el diseño de la nueva institucionalidad del PSOE de cara al 39º Congreso. Es una tarea que no es sencilla, pero que su renovada legitimidad facilita. Apenas tenga afinada la maquinaria interna, probablemente en el próximo curso, Sánchez enfilará su estrategia a la conquista y seducción del “errejonismo”, un campo formado por los simpatizantes de Podemos que se sintieron atraídos por la idea de cooperar con el PSOE y que están a disgusto con el radicalismo sin objetivos de Iglesias.

¿Cuál es la dimensión de ese grupo y con qué estrategia se le puede seducir? En eso trabajan los socialistas y es lo que deberán dilucidar este verano. Errejón va estar muy solicitado estas vacaciones. Por lo pronto, los sanchistas están recibiendo la ayuda impagable del extremismo del Podemos oficialista: basta ver el trato recibido por Errejón en la manifestación de la Puerta del Sol por el quinto aniversario del 15-M, donde fue increpado y tratado como un paria.

Abandono temporal del centro político

En su despedida tras anunciar que no defenderá la Ponencia socialista que elaboró junto a Eduardo Madina y que ahora el equipo de Sánchez enmendará hasta en 84 puntos, el economista José Carlos Díez planteó que no estaba de acuerdo con que se eliminara la palabra "centro" para dirigirse sólo a votantes de izquierdas. “El 16% de nuestros votantes en junio de 2016 se autocalificaban en las encuestas de centro”, afirmaba Díez, “al igual que cientos de miles de votantes que nos votaron en 2008 y han dejado de hacerlo. El PSOE siempre ha ganado las elecciones desde la izquierda y fiel a nuestros valores, pero mirando al centro”.

Esa no es la idea del equipo de Sánchez y por eso es lógico que Díez renuncie a la defensa de la Ponencia. Su movimiento inicial no se dirigirá a disputar electores en el centro, sino a recuperar militantes y simpatizantes en el caladero de una izquierda de la que Errejón es un referente. Y, más tarde, cuando haya superado esa etapa, se dirigirá al centro en busca de votos.