En respuesta a las informaciones que ha venido publicando EL ESPAÑOL en los últimos días sobre el hecho de que Pedro Sánchez fuera concejal del Ayuntamiento de Madrid con un programa contrario a la prostitución mientras su mujer Begoña Gómez realizaba tareas de gestión y contabilidad en las saunas de su padre, el PSOE ha decretado la ley del silencio.
Y ello pese a que no es únicamente este periódico el que le pide a Pedro Sánchez que explique si se benefició económicamente de los negocios de prostitución de su suegro cuando ya había iniciado su carrera política.
Ha sido el Partido Popular quien ha concretado en forma de acusaciones estas revelaciones, y le ha exigido a Sánchez que aclare si conocía a qué se dedicaban su suegro y su mujer mientras él era concejal.
Este martes, el PSOE ha pasado de rehusar comentar estas informaciones a descalificarlas de plano.
"Yo no leo EL ESPAÑOL", ha afirmado Patxi López cuando se le ha preguntado por los testimonios y pruebas recabados por este diario sobre los pagos de Begoña Gómez a los proveedores de las saunas de Sabiniano Gómez.
"Sé cómo titulan ciertas cuestiones, simplemente para alimentar el ruido, el fango, el 'ensucia que algo queda'”, ha añadido el portavoz socialista.
Curiosamente, la frase escogida por Patxi López es un calco de la pronunciada por María Dolores de Cospedal en 2013.
Al ser preguntada durante su interrogatorio como testigo por el juez Ruz sobre unas informaciones del periódico que destapó la contabilidad B del PP, su exsecretaria general declaró desdeñosamente: "Yo no leo El Mundo".
Es evidente que tanto el desprecio de López como el de Cospedal responden a un intento de desprestigiar de cara a la ciudadanía a dos cabeceras molestas con el poder.
Y no puede sorprender esta convergencia en los estilos entre el PSOE actual y el PP de entonces. Porque ya Mariano Rajoy había replicado en 2013 la estrategia del felipismo contra la prensa crítica.
Como hace hoy el Ejecutivo de Sánchez, el Gobierno Rajoy y sus terminales mediáticas trataron de reducir el caso Bárcenas a una campaña contra un político honrado, motivada por la animadversión personal de un director de periódico perverso empeñado en deponerlo.
Y ello pese a que el periódico que entonces lideraba el director de EL ESPAÑOL había aportado pruebas documentales definitivas (como los SMS de Rajoy con Bárcenas cuando ya se conocían las cuentas en Suiza del extesorero) de la complicidad del expresidente con la red de corrupción arraigada en su partido.
Rajoy recurrió a una teoría de la conspiración análoga a la que hoy aventa el Gobierno de Sánchez al referirse a la "bulosfera". Habló del "círculo de la calumnia": un delincuente le da información a un periódico que manipula y tergiversa adecuadamente".
Pero lo más irónico del asunto es que Rajoy estaba emulando a Felipe González, cuando arremetió contra El Mundo desde el Parlamento a propósito del caso Juan Guerra. Y lo hizo con unas palabras que eran un remedo de las pronunciadas por Rubalcaba en 1997 para invalidar las revelaciones de El Mundo sobre los GAL.
De modo que la historia del señalamiento y la descalificación se repite una y otra vez. El sanchismo copia al marianismo como el marianismo copió a su vez al felipismo.
Y es que el verdadero bucle no es el "círculo de la calumnia" que invocaba Rajoy, sino el ciclo del avestruz.
O sea, la estrategia de difamación y descrédito a la que se entregan todos los gobernantes que tienen algo que ocultar cuando se ven escrutados por los medios de comunicación.
