Por primera vez en la historia, el Goya a la Mejor Película se lo han llevado ex aequo dos películas, La infiltrada, de Arantxa Echevarría, y El 47, de Marcel Barrena

Más allá de la anécdota, que algunos analistas han querido explicar como el resultado de una voluntad de compensación ideológica por parte de la Academia, la enorme distancia artística que separa ambas películas merece una reflexión por parte de este diario. 

Pocos críticos discrepan hoy de la idea de que La infiltrada es una película con los méritos cinematográficos suficientes para merecer el título de mejor película española de los últimos doce meses. En consecuencia, nadie ha puesto en duda su galardón.

La infiltrada es, además, la película más taquillera del último año, sólo por detrás del imbatible en las taquillas Santiago Segura

Casi todos ellos coinciden también en que El 47, producida por Mediapro, la productora de Jaume Roures, cercano a Podemos y el independentismo catalán, es una película simpática, pero intrascendente y sin mayores méritos cinematográficos, más allá de la excelente actuación de su protagonista, Eduard Fernández

Las películas y los documentales sobre ETA, o mejor dicho, las películas y los documentales críticos con ETA, no han sido generalmente bien recibidos por el mundo del cine español, aunque sí por los espectadores. Sólo Días contados, en 1994, logró romper esa maldición que parece acechar a quien critica a la izquierda radical vasca. 

El Festival de Cine de San Sebastián rechazó por ejemplo incluir La infiltrada en su programación de 2024, a pesar de haber recibido trece nominaciones a los Goya. 

Prueba de esa incomodidad son las críticas que ha recibido María Luisa Gutiérrez, la productora de La infiltrada, tras defender este sábado por la noche que la memoria democrática gubernamental se acuerde también de las víctimas de ETA.

Como ha explicado Víctor Núñez en EL ESPAÑOL, el descenso de la intensidad de los aplausos en ese preciso instante de la gala es una prueba de lo embarazoso que sigue siendo para el mundo del cine español el recuerdo de ETA y de sus crímenes.

El 47, sin embargo, que recuerda una anécdota real, pero sin mayor trascendencia, ocurrida en 1978, encaja de forma perfecta en el ideario socialdemócrata defendido tanto por el Gobierno como por una buena parte del mundo del cine.

Cada uno de los lectores de este diario tendrá una opinión distinta sobre ambas películas, pero lo que parece difícil de negar es que a nivel cinematográfico la distancia que las separa es enorme. "Si hablamos de cine con mayúsculas hay que apuntar a otros candidatos", dice Javier Yuste en El Cultural acerca de El 47

El Goya ex aequo a ambas películas representa así a la perfección la encrucijada en la que se encuentra un cine español cada vez más alejado del espectador del siglo XXI, y que repite durante la gala, año tras año, unas reivindicaciones ideológicas que nunca van más allá de lo declarativo y de las exhibiciones de virtuosismo moral

Unas exhibiciones que, además, y fingiéndose reivindicativas, encajan como un guante en los parámetros ideológicos de la izquierda actual, la que ocupa hoy el Gobierno. El mismo Gobierno que financia generosamente unas películas que, salvo contadas excepciones, casi nunca recuperan en taquilla el dinero público que se invierte en ellas. 

El cine español debe por tanto escoger su camino. O arte e industria, asumiendo la posibilidad de que ese arte incomode a quien les patrocina, o maquinaria de mullida propaganda para un poder cuyo interés en el cine es únicamente utilitarista