Donald Trump solventó ayer miércoles su comparecencia frente a Letitia James, la fiscal general de Nueva York que investiga sus prácticas comerciales y los negocios inmobiliarios de su familia, con una llamativa apelación a la Quinta Enmienda, que protege el derecho de cualquier investigado a no testificar contra sí mismo. 

Y si esa apelación es llamativa es porque fue el propio Donald Trump el que en 2016 se burló de Hillary Clinton cuando esta, que también estaba siendo investigada por el FBI por el caso de unos correos enviados desde su cuenta privada que podrían haber puesto en riesgo información privilegiada, se acogió a ella para no declarar frente al fiscal. Trump se preguntó entonces, de forma irónica e insinuando la culpabilidad de Clinton, por qué querría alguien que se dice inocente refugiarse en la Quinta Enmienda. 

La candidata demócrata quedó finalmente libre de toda sospecha, pero la investigación abasteció de litros y litros de combustible populista la campaña electoral de Donald Trump. Una campaña que incineró a fuego lento a Hillary Clinton hasta su definitiva derrota la noche del martes 8 de noviembre de aquel mismo año.

La rectificación de Trump

Es difícil saber cuál fue el porcentaje exacto de culpa que las acusaciones de Trump tuvieron en la derrota de Hillary Clinton, pero lo que parece obvio es que el impacto no fue menor, como demuestra el eslogan acuñado en 2016 por los partidarios de Trump y que estos todavía corean en sus mítines: "Que la encarcelen" (lock her up). 

"Una vez pregunté por qué recurrir a la Quinta Enmienda si eres inocente" dijo Trump ayer en referencia a su comparecencia frente a la fiscal. "Y ahora ya sé la respuesta a esta pregunta. Cuando tu familia, tu empresa y toda la gente que te rodea se han convertido en el objetivo de una infundada y políticamente motivada caza de brujas por parte de abogados, fiscales y los medios de fake news, no te queda otra opción". 

Por supuesto, Donald Trump tiene derecho a no declarar contra sí mismo, como lo tiene cualquier otro ciudadano americano involucrado en un procedimiento civil como el que está en marcha contra él. Pero no deja de resultar llamativa la rapidez con la que Trump ha rectificado su opinión sobre la Quinta Enmienda y los inocentes que apelan a ella. 

"Caza de brujas"

En realidad, la estrategia de Trump, probablemente decidida por sus abogados, tiene un objetivo obvio. Porque si Trump hubiera declarado podría haber cometido algún error. Un error que habría espoleado una segunda investigación, esta penal, que pesa sobre él por la sospecha de que pueda haber inflado de forma artificial el valor de sus propiedades. 

La decisión de apelar a la Quinta Enmienda tiene además una segunda derivada, tal y como informa el New York Times. Porque así como dicha apelación no suele ser considerada de forma negativa en los procesos penales, sí suele ser vista con malos ojos por los jurados en los procesos civiles. También podría perjudicar su carrera por la nominación republicana si sus votantes creen que está intentando ocultar algo. 

Trump, como ya hizo este lunes en el caso del registro de su mansión de Mar-a-Lago, ha calificado de "caza de brujas" la investigación de la fiscal demócrata Letitia James. Por supuesto, no existe prueba alguna de que ambas investigaciones estén siquiera remotamente ligadas o propulsadas políticamente. 

Pero la conclusión no deja de ser la misma que la del editorial de EL ESPAÑOL de ayer. Trump es un charlatán y sus apelaciones victimistas son hipócritas en alguien que ha hecho de sus ataques a la llamada "cultura del victimismo" uno de los pilares de su agenda política. Pero nada serviría mejor a sus intereses que una investigación que concluyera sin cargos contra él. Es decir, reafirmando su inocencia. Y de ahí la convicción de que esta investigación no deja de ser un arma de doble filo tan susceptible de acabar con Trump como de propulsarlo en su ambición de volver a la Casa Blanca.