El Ministerio de Sanidad notificó ayer 80.000 nuevos contagios de Covid y una incidencia acumulada de 600 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días. Es decir, 30.000 positivos y 100 puntos más que la semana anterior en España. Dos datos que no parecen desligados de la irrupción de la variante ómicron y que obligan a cambiar ciertas inercias.

Cabía esperar de Pedro Sánchez que, en la declaración institucional del domingo, hubiese mostrado la determinación que exige una situación límite como la que sufre España, necesitada de medidas inmediatas. Cuando hay escaladas de infección de estas dimensiones, y ante la naturaleza escurridiza de ómicron frente a las vacunas, no basta con sacar pecho por la campaña de inmunización. Se necesitaba algo más que una reunión con los presidentes autonómicos a tres días vista y a 48 horas de Nochebuena.

Tan grave como la débil iniciativa de Moncloa es la desidia operativa para ofrecer los números de la sexta ola. Es inaceptable que, cuando llevamos casi dos años de pandemia, Sanidad deje pasar 73 horas antes de anunciar la cifra de contagios.

¿Cómo es posible que, en un escenario que puede reportar los peores datos de infecciones hasta la fecha, el Gobierno central y los autonómicos actúen como si la pandemia fuera un episodio nacional superado? ¿Por qué hay administraciones que cumplen con su obligación diaria y otras que no? ¿Qué tiene que pasar para que dejen de mantener informativamente a oscuras a los ciudadanos y a los especialistas sanitarios desde el viernes por la tarde hasta el lunes por la noche?

Podía comprenderse que el Estado, abrumado al inicio de la pandemia, careciese de medios y exprimiese los muchos o pocos recursos a su alcance en un escenario desconocido. Pero ¿qué explicación posible hay para que el vicio de la desinformación se haya enquistado de este modo en España? ¿Por qué no hay ningún partido de la oposición que haya alzado la voz ante el escándalo?

Sin parangón

Con las decenas de miles de empleos públicos que se han creado en los últimos dos años, resulta razonable preguntarse si no se podían haber reunido equipos de trabajo de fin de semana y festivos para dar a conocer el estado diario de una pandemia que ha arruinado el país y que se ha cobrado la vida de casi 90.000 personas, según Sanidad.

Esta situación no tiene parangón en el mundo desarrollado. En ningún otro país de nuestro entorno se renuncia a aportar datos de contagios, que son fundamentales para reaccionar rápida y proporcionalmente a la gravedad de la crisis. Sin embargo, este cierre por vacaciones es predominante en nuestro país desde mediados de 2020. Es decir, desde cinco olas atrás. Y tiene que corregirse de inmediato.