Pedro Sánchez hizo ayer una declaración institucional desde Barcelona para anunciar la celebración de una cumbre extraordinaria el miércoles por la tarde con los dirigentes autonómicos. Es decir, para exclusivamente comunicar una reunión. El pretexto de la cumbre es coordinar una solución contra la escalada sin frenos de las infecciones por coronavirus en España. El último dato de incidencia acumulada indica que hay más de 500 casos registrados por cada 100.000 habitantes y que el peligro de transmisión comunitaria es muy alto.

También aprovechó el presidente la declaración para recordar que el virus “sigue entre nosotros”, reconociendo “un riesgo cierto y real para la salud de nuestros compatriotas”, y para pedir “tranquilidad y confianza”, asumiendo la inquietud y el pesimismo que puede sentir la ciudadanía con la muy clara irrupción de la sexta ola.

La principal pregunta que surge sobre la cumbre, que tendrá lugar a apenas 48 horas de las reuniones familiares de Nochebuena y será telemática, es de qué servirá. ¿Tenemos razones para confiar en que resultará en una respuesta conjunta de todas las comunidades autónomas? ¿O debemos inferir, a la luz de la vocación descentralizadora de la gestión sanitaria y la experiencia concedida por casi dos años de pandemia, que no es más que un mero acto de mercadotecnia?

En este periódico hemos defendido en anteriores editoriales la necesidad de aprobar una ley de pandemias que fije un marco legislativo común a las 17 administraciones regionales, sin excepción. Más si cabe ante la realidad de un Gobierno que no dispone de ninguna mayoría para ampliar la limitada ley de medidas especiales de salud pública.

Resulta inexplicable que el Ejecutivo, después de 22 meses de pandemia y del varapalo del Tribunal Constitucional a los dos primeros estados de alarma, siga sin procurarse instrumentos legales para adoptar medidas urgentes y colectivas en circunstancias excepcionales como la producida por el coronavirus. El Partido Popular, que apoya la redacción de esta nueva ley, acierta al reprobar la falta de iniciativa de Moncloa en este sentido.

Criterio único 

Sánchez, en fin, no anunció ninguna estrategia nueva en su comparecencia. Sí retomó las recomendaciones preventivas de la mascarilla y el enjabonado de manos, y celebró el éxito de la campaña de vacunación en España.

Es cierto que las satisfactorias cifras de inmunización general han evitado miles de muertes en nuestro país. Pero, con las primeras investigaciones sobre la naturaleza escurridiza de ómicron en la mano, fiarlo todo a la vacunación puede no ser suficiente.

El escenario requiere de astucia y cintura para que la precaución prime sobre la restricción; y la prudencia, sobre la prohibición. También demanda una acción cohesionada, un criterio único para todos los españoles y una cumbre interterritorial que sea algo más que fuegos artificiales.