La salida de Lionel Messi del F.C. Barcelona supone el fin de una era para el club azulgrana. También implica el fin de un ciclo para el fútbol español. Un ciclo cuyo final empezó a atisbarse en julio de 2018, cuando Cristiano Ronaldo anunció su salida del Real Madrid y su fichaje por la Juventus de Turín. Sólo el hipotético fichaje de Kylian Mbappé por el Real Madrid podría ahora revertir la devaluación de la Liga. 

La interpretación política es también inevitable. La incapacidad del club de la Ciudad Condal para retener al jugador más importante de su historia es la metáfora más perfecta posible de la decadencia de una Cataluña que, obsesionada con el procés, fiándolo todo a glorias pasadas y derrochando a manos llenas, ha cavado su propia tumba y se ha condenado a la irrelevancia.

El F.C. Barcelona de Joan Laporta ha justificado la salida de Messi con el argumento de que el acuerdo con el jugador no se ha podido formalizar por los obstáculos económicos y estructurales que ha puesto la Liga española.

Se refiere el club azulgrana a ese límite salarial que le obligaba a generar una cantidad de dinero cuatro veces mayor al salario de Messi (unos 200 millones de euros) para poder inscribirlo. Algo absolutamente imposible en el mercado actual y, desde luego, fuera del alcance de un F.C. Barcelona que ya había superado dicho límite salarial.

Pero el F.C. Barcelona sólo está fingiendo un pesar que en realidad es alivio. Porque la permanencia de Messi habría hipotecado el futuro del club, que carga con una deuda de 1.173 millones de euros (700 de ellos a corto plazo), y le habría condenado a una quiebra prácticamente inevitable.

Lo peor que le podría haber pasado al club barcelonés, en fin, es que la Liga le hubiera permitido saltarse el límite salarial, porque eso le habría obligado a conservar a Messi en plantilla.

Una muerte anunciada

La salida de Messi es la crónica de una muerte anunciada. Una muerte que quedó prácticamente sentenciada el año pasado, tras el episodio del burofax del jugador a Bartomeu en el que aquel anunciaba su intención de abandonar el club, y el de la filtración del contrato del jugador argentino, que este interpretó como una traición imperdonable, dados sus problemas anteriores con Hacienda. 

El retorno de Joan Laporta al club recondujo en cierta medida la situación. Pero el obstáculo no era ya la relación personal de Messi con la presidencia, sino la inviabilidad de su contrato. Un contrato que está hoy fuera del alcance de un club como el Barça y sólo en el rango de clubs como el PSG o el Manchester City

Ni siquiera el acuerdo de la Liga con CVC, que llega con el pan de 2.700 millones de euros bajo el brazo (millones que beneficiarán a Real Madrid y F.C. Barcelona en mayor medida que al resto de clubes de la Liga), le ha permitido al club azulgrana retener al jugador argentino. 

Tema aparte es hasta qué punto los inversores que han puesto dinero en la competición española, y en especial el fondo CVC, pueden sentirse engañados por la salida del jugador más emblemático y con más potencial comercial de toda la Liga

Una Liga devaluada

Con la salida de Messi, Laporta evita hipotecar el club e incrementa las posibilidades de que este sobreviva. Las auditorías realizadas tras su llegada han confirmado que el club había estado viviendo por encima de sus posibilidades. Y no sólo en la sección de fútbol, sino también en el resto de las secciones. En el club barcelonés se ha disparado durante muchos años con pólvora del rey. Y el resultado está a la vista. 

Yendo más allá de los confines del Camp Nou, resulta difícil negar que la salida del jugador argentino devalúa la Liga y la deja a la espera de que Florentino Pérez consiga el fichaje de Mbappé, el único jugador con la capacidad profesional y el atractivo comercial suficiente para evitar que la era posterior a Cristiano y Messi se convierta en una pálida sombra de los 10 o 15 años anteriores

Visto lo visto, parece cada vez más obvio que Florentino Pérez sabía perfectamente lo que hacía cuando lideró la creación de la Superliga Europea. Porque aunque Messi ya no es deportivamente el jugador que fue en sus mejores tiempos, su prestigio y su atractivo internacional ayudaban a que la Liga continuara siendo considerada como una de las más competitivas del mundo. Sin él, la Liga vale hoy mucho menos.