Anoche terminó probablemente la campaña más sucia de la Democracia. Atrás quedan las cartas con balas y la exhibición que de esas amenazas hizo el Gobierno, el señalamiento a periodistas de Pablo Iglesias, la propaganda de Vox contra los menas, los adoquines de Vallecas y las patadas a policías; la última manipulación de José Félix Tezanos...

El cierre de estas dos semanas no podría ser peor. Existe la fundada sospecha de que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, cambió el signo de la campaña con su decisión de no informar de las detenciones de personas vinculadas a Podemos en las agresiones a policías. Quince días de apagón informativo por parte del Gobierno de la transparencia. 

Pablo Casado pedía anoche la dimisión de Marlaska. La salida del ministro del Gobierno está más que justificada. Si sabía lo de las detenciones y calló, no merece seguir en el cargo. Y hay que tener en cuenta que Marlaska se ha implicado personalmente en esta campaña de Madrid más de lo que cabría esperar de un ministro del Interior que, además, figura como independiente en el Gobierno.

Otra campaña

Existe la improbable posibilidad de que Marlaska no supiera nada. En ese caso, su desconocimiento le señalaría igualmente. Pero ¿alguien puede creer que los policías no dieran parte a sus superiores de la relación de Podemos con las agresiones a los agentes, y que la información nunca llegara al ministro? Por mucho menos, Marlaska destituyó al jefe de la Comandancia de la Guardia Civil, Diego Pérez de los Cobos, y ahora pasan los días y no se toma ninguna medida disciplinaria.  

Es más fácil creer, desde luego, que se ha tratado de ocultar esa información a la opinión pública por la repercusión que pudiera tener, tanto electoral como política, al tratarse Unidas Podemos del socio del PSOE en el Gobierno de España. Qué distinta hubiera sido la campaña (desde los debates a las predicciones de las encuestas de última hora) de haberse hecho pública esa información.

Contra el populismo

Después de la campaña que hemos vivido, hoy, en el día de reflexión, habría que recapacitar sobre las consecuencias del uso de la crispación como herramienta para movilizar y enfrentar. Creemos que es necesario un acuerdo de las fuerzas de la centralidad política para evitar que, como estrategia electoral, se estimulen los peores sentimientos de los ciudadanos.

Ese compromiso debería servir también para el día después de las votaciones. PP y PSOE, las únicas formaciones con capacidad de intentar formar gobierno, deberían acordar el no coaligarse con los populistas de Vox y de Podemos. Quienes usan como munición el desgaste de la convivencia no deben tener cabida en el Ejecutivo madrileño. 

En estas elecciones, se ha visto con claridad, concurren fuerzas que se nutren de envenenar la convivencia y que dinamitan la senda de la moderación, que ya tarda mucho en llegar. Madrid y España necesitan concordia. Votemos a los partidos que pueden traerla.