Apenas han bastado unas pocas horas para que el anuncio de la creación de una Superliga de los mejores clubes de fútbol europeos haya desatado un encarnizado debate entre los guardianes de las esencias del deporte rey y los partidarios de dar un paso adelante similar al que ya ha dado el baloncesto con la Euroliga.

Los debates románticos acerca de la pureza futbolística original pueden tener su encanto, pero no van mucho más allá del toreo de salón.

Tampoco cabe dar mayor relevancia a esos discursos casi ideológicos que hablan del fútbol como del "deporte del pueblo". Si algo es capaz de finiquitar el fútbol en un tiempo récord es la aplicación de la dialéctica marxista más trasnochada a un deporte que genera millones de euros y decenas de miles de puestos de trabajo en toda Europa. 

Porque lo cierto es que el fútbol empezaba a dar señales de anquilosamiento frente al auge de deportes y competiciones profesionalizadas como la NBA o los deportes electrónicos (los eSports). Estos últimos con audiencias que en nada envidian a las de una final de la Champions League y que incluso la superan.

El cambio de paradigma ya está aquí y cerrar los ojos a esa realidad equivale a sentenciar de muerte al fútbol. 

El modelo de la Superliga es necesario para un cambio en un deporte que se estaba quedando obsoleto y al que la pandemia ha castigado con dureza. Con especial dureza, de hecho, en el caso de los equipos grandes, como el Real Madrid, el Manchester United o el Bayern Munich. Los equipos que sostienen las competiciones y que arrastran a los millones de espectadores que convierten este deporte en rentable.

Sin esos grandes equipos, sin sus grandes estrellas, sin su alcance mediático, sin el atractivo de su historia centenaria y sin sus gigantescas audiencias, ni el fútbol base, ni los pequeños equipos locales, ni el fútbol femenino tienen el menor futuro

Bernabéu y L'Equipe

La Superliga supondrá una nueva era para el fútbol en el siglo XXI. Como lo supuso la creación de la primera Copa de Europa (por aquel entonces llamada Copa de Clubes Campeones Europeos) por Santiago Bernabéu y el diario L’Equipe en 1955. También aquella fue una idea innovadora que rompió esquemas.

La Superliga es, además, un paso lógico para unos equipos que necesitan generar más ingresos de los que aseguran actualmente las pequeñas ligas locales. Son los clubes grandes los que pagan a los mejores jugadores y arriesgan su patrimonio con ellos.

Y son las selecciones nacionales las que se aprovechan de esos jugadores a coste prácticamente cero, sin asumir responsabilidad alguna por las lesiones o el agotamiento de unos deportistas a los que se exprime más allá de lo razonable. 

La creación de la Superliga europea es, en fin, una buena noticia para el fútbol. Por más que la UEFA decida poner trabas a la creación del torneo, incluso con amenazas rocambolescas por boca de su presidente, el esloveno Aleksander Ceferin, esta es ya un hecho. 

En lugar de intentar asustar a los jugadores que compitan en la Superliga con la hipotética exclusión de sus selecciones, haría bien la UEFA en llegar a unos acuerdos mínimos que eviten una ruptura perjudicial para el fútbol y sus aficionados. Porque, ¿cómo sería una selección española sin Marco Asensio o una alemana sin Toni Kroos

Las mencionadas amenazas de la UEFA a los equipos fundadores son poco más que la señal de su impotencia frente al fin de un modelo que le beneficia y la llegada de un nuevo paradigma que amenaza su vieja hegemonía. Veremos en qué queda la Champions, y cuál es su prestigio y su atractivo futuro, si se excluye de ella a los principales equipos del continente. 

Un paso de gigante

La Superliga aglutinará a los mejores jugadores del mundo y en ella participarán la mayoría de los equipos europeos de verdadero alcance mundial: Real Madrid, Chelsea, Liverpool, Manchester United, Juventus y A.C. Milan entre ellos.

La noticia de que el banco de inversión JP Morgan financiará el torneo que disputará la hegemonía a la Champions, una información de la que apenas se conocen más detalles de momento, es una señal más de que el torneo no es una ocurrencia, sino un proyecto sólido que ha llegado para quedarse

Nada habla mejor del futuro que le espera a la Superliga que presidirá Florentino Pérez que las subidas de los dos únicos clubes miembros que cotizan en bolsa. La Juventus, cuyas acciones han subido un 13,4%, y el Manchester United, cuyas acciones han subido un 6%.

La Superliga beneficia a aficionados, clubes y jugadores. El fútbol, con ella, da un paso de gigante.