El dispositivo del Gobierno para "luchar contra la desinformación" ha sido mal concebido y peor presentado. Eso explica la gran polvareda generada y que las asociaciones de periodistas lo hayan recibido como una amenaza para la libertad de prensa.

Los intentos del Ejecutivo por explicar que la iniciativa contra las fake news se limita a recoger sin más una petición de la UE, no son creíbles. Mientras Alemania delega esta tarea en Exteriores -no en la propia cancillería-, Francia la deja en manos de un órgano independiente o Italia la encomienda a la Policía, España recurre a un comité dirigido por personas del aparato de Moncloa.

Pekín y Moscú 

Es un hecho constatado que en Pekín y en Moscú hay maniobras perfectamente orquestadas para interferir en la política europea. Y por ello, el servicio de acción exterior dirigido por Josep Borrell cuenta con una unidad especial dedicada a combatir la desinformación.

El error del Gobierno de Sánchez es haber empezado a tomar decisiones en un terreno tan sensible sin siquiera haber negociado con el resto de partidos ni con el sector de las empresas informativas. Ya hay quien al conglomerado que ha diseñado Moncloa lo llama ministerio de la Verdad.

Parte interesada

Desde el Ejecutivo podrán argumentar que aún no se ha tomado ninguna decisión que demuestre que su intención es controlar los medios de comunicación. Es verdad que ahora sólo existe un plan publicado en el BOE lo suficientemente ambiguo como para no establecer en qué supuestos hay que aplicar el control informativo. 

Pero, ¿por qué se actúa unilateralmente en un asunto que afecta a derechos fundamentales y se camina en dirección contraria al resto de países de la UE, no previendo mecanismos de participación que garanticen la imparcialidad? Además, cuando nuestro ordenamiento jurídico prevé mecanismos para los excesos de la libertad de expresión, principalmente el derecho al honor.

El Gobierno ha abierto el espinoso debate sobre los conceptos de verdad y mentira mientras se atribuye plenas competencias para juzgar, como si él mismo no fuera parte interesada. De hecho, acumula suficientes manchas como para no estar bajo sospecha. Las suspicacias que ha levantado su plan están plenamente justificadas.