El anuncio de la fusión entre CaixaBank y Bankia ha removido los cimientos del sector financiero en España. Ambas entidades aguardan los resultados de la due dilligence que les permita conocerse internamente para, después, dar luz verde a una operación que cambiará por completo el panorama bancario de nuestro país. 

Unas negociaciones que comenzaron de forma discreta antes del verano y que ahora se van a acelerar. ¿El objetivo? Que en el primer trimestre del 2021 pueda empezar a andar la nueva entidad. Una operación que ya se intentó en 2012 pero que no pudo completarse por razones económicas, pero también políticas. 

Sentido común

Ahora las cosas son distintas. Estamos ante el triunfo del sentido común para un matrimonio que es positivo desde casi todos los ángulos. Una unión que obedece a una palmaria lógica industrial por cuanto sus recursos mutuos permitirán sinergias, ahorro de costes y un aumento evidente de la rentabilidad.

De hecho, con la fusión entre CaixaBank y Bankia, la nueva CaixaBankia se situaría entre los bancos españoles más solventes y se auparía en la entidad líder del mercado español, con más de 650.000 millones de euros en activos. 

No sólo eso. Supone la apertura de un nuevo proceso de concentración bancaria en nuestro país, en sintonía con los deseos del BCE para la Eurozona, que reclama menos entidades -y más grandes- para conseguir que puedan surcar las turbulentas aguas de la crisis que se avecina. 

Mayor robustez 

Es lógico, pues, que las entidades financieras tengan que ser de mayor robustez en un escenario de tipos bajos que hacen del negocio bancario un modelo de baja rentabilidad, y que precisa de un alto volumen de negocio para obtener beneficios y atender también a los requerimientos de capital de los reguladores.

Pero hay más: la fusión también es positiva para el contribuyente porque el Estado pasa de ser titular del 61% de Bankia al 14% de un nuevo banco más grande, con presencia en España y Portugal, más rentable y mucho más solvente.  

Mensaje a Bruselas

Es decir, se multiplican las posibilidades de que el Estado pueda recuperar parte de los 24.000 millones de euros con los que hace ocho años se rescató a Bankia. Por ahora sólo se han logrado 3.000 millones, en parte gracias a la pericia de su presidente, José Ignacio Goirigolzarri. Será él quien se sitúe como presidente del banco resultante. Hará equipo con Gonzalo Gortázar como primer ejecutivo, otro number one del sector. 

Más allá del mensaje del músculo financiero que con esta operación se envía a Europa, hay que apoyar esta fusión que, entre otras ventajas en una situación económica delicadísima, aleja el fantasma de la ruinosa banca pública que tanto exige Podemos y que tanto ha asustado a Bruselas. Menos mal que la Unión Europea tiene en Nadia Calviño una firme defensora de sus tesis y que, en esta ocasión, ha conseguido imponerse.