Este miércoles la titular de Educación, Isabel Celaá, se descolgaba con unas declaraciones más que sorprendentes. La ministra entiende que con el pandemonio de la vuelta al colegio hay un "exceso de alarma social" en tanto que la apertura de las escuelas es "innegociable".

Al margen de que la ministra -en un discreto segundo plano desde que estalló la pandemia- realice estas incomprensibles manifestaciones al borde de una segunda oleada, lo cierto es que su gestión la ha situado en el centro de la polémica. Ya la cercan, armados de descontento, desde dentro y desde fuera del Gobierno.

Incomparecencia

De momento, su incomparecencia -una sola rueda de prensa en dos meses- le ha costado no solo las críticas de la oposición, sino también las de Pablo Iglesias, cuyo equipo le asestó un golpe bajo al filtrar su “falta de liderazgo” en pleno Consejo de Ministros. Y no sólo eso: a las previsibles críticas de PP, Ciudadanos y Vox se ha sumado el Sindicato de Estudiantes, que ya ha anunciado una huelga nacional para mediados de septiembre.

Este descrédito se agrava si tenemos en cuenta que a dos semanas de que comience el curso escolar más convulso de la Historia, España aún carece de una estrategia digital coordinada que permita a todos los colegios contar con el equipamiento suficiente ante la pandemia.

Reto

Y eso que su Departamento, tal y como detalla hoy EL ESPAÑOL, ha tenido tiempo más que suficiente -cinco meses- para hacer frente al reto más apremiante de la Educación de nuestro país de los últimos siglos: la implementación de la tecnología en el proceso educativo ante unas circunstancias excepcionales.

Algo no funciona bien cuando, después de esa suerte de aprobado general permitido por Educación al final del curso pasado, nuestros alumnos se ven ahora obligados al retraso analógico o a asistir a las clases en meros barracones. Es para ruborizarse.