Sobran los calificativos porque los propios calificativos han ido superándose en proporción directa a la crisis sanitaria y económica del coronavirus. Aun así, el dato es descorazonador: el PIB cae un 18,5% en el segundo trimestre del año y sume a España en la recesión, una palabra que hace tan solo un año causaba pánico.

Y la cifra es más funesta cuando se atiende a la comparación interanual. En esencia, España es hoy un 22,1% más pobre que hace un año, una contingencia cuyo precedente más inmediato habría que buscarlo, quizás, en la Guerra Civil. De momento, hemos retrocedido a niveles de riqueza de 2002, y la recuperación que algunos aventuraban ha quedado torpedeada por la multiplicación de los rebrotes, la incipiente caída del consumo y por las recomendaciones de muchos países de no hacer turismo en España. La tormenta perfecta para encarar el peor otoño. 

Más que retórica

Y es que si seguimos con las magnitudes comparables, el drama por el Covid no cesa en España: hemos fracasado doblemente, tanto en salvar vidas como en salvar la economía. Ni un "confinamiento estricto" ha evitado la demoledora cifra de muertos, ni medidas más laxas para que el Covid no frene la actividad están teniendo repercusión en el PIB.

Ante la fuerza de los hechos, pues, resultan incomprensibles las actitudes de triunfalismo mostradas por Pedro Sánchez en la Conferencia de Presidentes de este viernes. Entiende el jefe del Ejecutivo que la "recuperación económica" está en marcha cuando, por ejemplo, se han superado incluso las peores previsiones estimadas por la AIReF. Es sintomático en este sentido que barones socialistas como el presidente aragonés, Javier Lambán, hayan exigido mucho más que retórica.

Perdiendo la guerra

Ese mismo triunfalismo queda más en evidencia cuando ya hasta el propio Sánchez reconoce que el número de fallecidos "no es cien por cien cierto". Si hacemos caso a la terminología bélica empleada por el presidente al inicio de la crisis, convendremos en que, a la luz de los hechos, vamos perdiendo la guerra, tanto en vidas humanas como en vida económica.  

Con todo, lo peor es la falta de concreción, la carencia de un plan explicitado y urgente de un Gobierno al que le sobran aplausos y le faltan medidas de fuste. Durante mucho tiempo conviviremos con la crisis y no se ve el fin al mantra de que lo peor está aún por llegar.