Poco ha durado la alegría en la casa de Pedro Sánchez. Sólo un día después de que fuese recibido en Moncloa con aplausos por sus ministros por el acuerdo alcanzado en la UE para la Reconstrucción, y el mismo día que entraba triunfante en el Congreso de los Diputados, sufría dos tropiezos parlamentarios que reflejan su vulnerabilidad. 

Si por la mañana perdía la votación de políticas sociales -mascarón de proa del Gobierno-, por la tarde, el voto nulo de una diputada de Podemos dejaba sin validez el dictamen económico de la Reconstrucción. 

Precariedad parlamentaria

Los hechos demuestran que, cada día que pasa, Sánchez está más en manos del PP. Su precariedad parlamentaria se acentúa por la traición de sus socios nacionalistas, incluido el PNV. La realidad es que después de las votaciones en el Congreso sobre la reconstrucción, sólo salieron adelante las medidas que apoyó Casado: sanidad y Unión Europea. 

Los camaradas de Podemos en Cataluña y País Vasco, ERC y Bildu, están cada vez más lejos de Sánchez. El apoyo de ERC a las políticas educativas de este miércoles puede considerarse el último gesto de los separatistas: las elecciones catalanas están a la vuelta de la esquina y no van a dar tregua al Gobierno.

Los Presupuestos

Sánchez debe tomar nota del revolcón -el primero en lo que llevamos de legislatura- que se ha llevado en el Parlamento, justo el día que más ufano llegaba. Sobre todo porque ahora es cuando empieza el partido de verdad, con la aprobación de los Presupuestos.

La proverbial ductilidad de Sánchez, que queda perfectamente resumida en las palabras que hoy lleva EL ESPAÑOL a portada -hay que aprobpar el Presupuesto "como sea", diga lo que diga Podemos- puede ser positiva si permite atender de la mejor manera posible los graves problemas que afronta España.