No porque haya otras prioridades o porque la opinión pública esté más preocupada por la crisis del Covid, hay que pasar por alto que el vicepresidente del Gobierno haya justificado alegremente y desde Moncloa el señalamiento y los insultos a los periodistas.

Y es particularmente grave que ese ataque a los informadores lo haga con nombres y apellidos, incluso con motes y referencias personales. Su argumento es tan pobre como populista: "En democracia todos estamos sometidos a la crítica y el insulto". Cualquiera diría que aún no se ha dado cuenta de que está en el Gobierno. 

¿Buen Gobierno?

Resulta de suma gravedad que un vicepresidente sobre el que los fiscales advierten de "indicios de criminalidad" intente, desde la sede de la Presidencia del Gobierno de España, naturalizar el acoso y derribo a la prensa que le incomoda. 

Este tipo de prácticas podrían contravenir la Ley de Transparencia y Buen Gobierno, que en su artículo 29 consigna como infracción muy grave "la obstaculización al ejercicio de las libertades públicas", y estipula sanciones tan expeditivas como la destitución sin indemnización.

Estupor y silencio

La eurodiputada liberal Mayte Pagaza ha llevado los ataques a la prensa de Iglesias al Defensor del Pueblo y hasta la Comisión Europea. Y es que en el ámbito de la UE hay un especial cuidado en la defensa de la libertad de información como base del sistema democrático.

De momento, Iglesias justifica sus dicterios desde el Consejo de Ministros entre el estupor y el silencio de los socialistas. ¿Hasta cuándo?