El Gobierno se plantea obligar a los ciudadanos a descargarse una aplicación móvil para acelerar así los plazos de desconfinamiento escalonado tras la epidemia. Grosso modo, Moncloa trata de adaptar el modelo surcoreano de contención y control de la enfermedad que, en este momento, es el más eficaz a nivel planetario. Pero está claro que las sociedades abiertas europeas quedan muy lejos de la cultura asiática.

La ventaja del sistema que ahora se estudia estriba en que se puede monitorizar a los enfermos sin necesidad de desplazar equipos y, posteriormente, geolocalizarlos para controlar que el contagiado no abandona la zona de confinamiento.

Controlando directamente los flujos y las zonas de contagio, las acciones preventivas se aplicarán donde sean precisas, sin necesidad de que la paralización de la actividad afecte a todo el país. Y esto, con todos los peros, puede convertirse en una gran ayuda.

Viejo debate

A día de hoy el Gobierno trabaja con dos sistemas complementarios: AsistenciaCOVID19 y DataCOVID19. El primero permite autodiagnósticos y recibir recomendaciones sanitarias personalizadas; el segundo, hace una triangulación de datos anonimizados que facilitan los terminales móviles y que facilitan las antenas de telefonía y que, por ejemplo, ayudan a prevenir situaciones de colapso hospitalario sin identificar a los titulares de las líneas.

Conviene recordar que el estado de alarma capacita a las autoridades sanitarias al uso de datos en una situación de excepcionalidad. Sin embargo, es el propio avance tecnológico el que nos vuelve a situar ante la disyuntiva entre libertad y seguridad, un debate que ya surgió con la polémica por la instalación de cámaras de vigilancia en las ciudades.

Más sacrificios

Es un hecho que, en su gran mayoría, la sociedad española ha interiorizado que, para frenar al virus, se tienen que asumir sacrificios que pasan, indefectiblemente, por la pérdida de la libertad de movimientos. Pero de ahí a que el Gobierno pueda tener el control exacto de nuestros movimientos media un abismo. El ejemplo más radical es el de la Rusia de Vladimir Putin, donde, con la excusa de la pandemia, el régimen rastrea los movimientos de los ciudadanos sin ningún pudor.

En las circunstancias actuales hay que ser tan flexibles con las limitaciones en beneficio de la salud como conscientes de cuáles son nuestros derechos más inalienables. Por eso, cualquier iniciativa en ese sentido debe estar profundamente restringida, acotada en el tiempo, debatida en el Parlamento y justificada por parte del Gobierno.