El incidente con policías españoles en torno a la residencia de la embajadora de México en La Paz y las posiciones radicales de Podemos en política exterior le han generado a Sánchez su primer conflicto diplomático mientras acaricia su próxima investidura.

En la embajada de México se encuentran refugiados ahora mismo  nueve exaltos cargos del Gobierno de Evo Morales -entre ellos cuatro exministros- que no pudieron abandonar el país tras la crisis que azotó Bolivia hace mes y medio y que obligó a huir al presidente. Algunos de ellos están acusados de terrorismo -por una emboscada a una caravana que se dirigía a La Paz durante las protestas contra Morales- y de sedición.

Blindar a Podemos

En Bolivia se ha extendido la idea de que la visita de la encargada de Negocios española a la embajadora mexicana tenía como objetivo real ayudar a salir del país a los excompañeros de Morales. El supuesto interés del Gobierno de Sánchez para actuar así sería blindar a Podemos -su inminente socio en el Ejecutivo- de un escándalo, ya que podrían salir a la luz las presuntas ayudas millonarias del régimen de Morales al partido de Iglesias.      

Sea cierta o no esa versión insinuada por las propias autoridades bolivianas, la verdad es que hay muchas sombras en la actuación diplomática española. ¿Por qué no se realizó la visita directamente a la embajada? ¿Por qué la representante española, en ausencia del embajador, se hizo acompañar de media docena de policías con la cara cubierta? ¿Por qué los agentes se negaron a identificarse?

Nuevo 'podemita'

Margarita Robles, encargada de Exteriores en funciones, ha tenido que anunciar la apertura de una investigación y ha enviado a una persona de su confianza a La Paz. Si este mismo domingo informábamos en EL ESPAÑOL de que la llegada de Podemos al Gobierno inquietaba a países como Israel, Marruecos o Arabia Saudí, ya hay que incluir a Bolivia en la lista.

El perjuicio de este incidente puede ser de consideración para España, dado que en el mismo están implicados desde Estados Unidos a México, pasando por Argentina y Venezuela. Por lo pronto, Sánchez, que había mantenido distancias con las posiciones bolivarianas, ha pasado de la noche a la mañana a ser considerado un podemita para media América Latina. Es el precio que paga por los socios que elige.