La democracia española encara 2020 en una situación extraordinariamente complicada. Basta decir, para tomar conciencia de la magnitud del problema, que la llave de la investidura del próximo presidente la guarda en su celda una persona condenada por sedición, cuyo objetivo manifestado abiertamente es destruir España. Parecería surrealista en otro país; también en el nuestro en cualquier otro momento de su Historia.

La realidad es que hoy tenemos un Ejecutivo en funciones a punto de decirle a la Abogacía del Estado que facilite la puesta en libertad de quien ha liderado el golpe separatista en Cataluña; al Rey atado de pies y manos, sin poder denunciar, en su mensaje navideño, las negociaciones que encabeza la persona a la que él ha encargado formar gobierno y que ha decidido abrazarse a un partido republicano que pretende poner fin a la Monarquía; a la Justicia herida por otro revés de un Tribunal europeo; a una Generalitat envalentonada que difunde el esperpento de que la sentencia de Luxemburgo abre la puerta a "algún cambio" de la calificación del grado en prisión de Junqueras...   

Ruptura del sistema

Los españoles hemos superado momentos muy difíciles que han puesto en riesgo el Estado de derecho y nuestro sistema de libertades emanados de la Constitución de 1978. Ocurrió al principio del periodo democrático, cuando ETA golpeaba un día sí y otro también. Vivimos el golpe de Estado de Tejero. Y una fecha dramática, ya entrado el nuevo siglo, como el 11-M.

Cada uno de aquellos embates dejó su huella. Pero entonces, pese a las diferencias ideológicas y de partidos, había una unidad de fondo que hacía impensable una ruptura del sistema que ha proporcionado a los españoles el periodo más largo de prosperidad de su Historia. 

En peligro

La gran crisis económica de 2008 dejó a la intemperie a millones de ciudadanos y abrió las puertas al populismo y al nacionalismo, que aguardaban su oportunidad. Ahora se han hecho fuertes en las instituciones y amenazan con desarticular el entramado institucional que tanto costó fraguar. 

Decir que hoy España y la democracia están en peligro es decir verdad. En lo personal, y en un día tan señalado, cabe desear a todos una feliz Nochebuena en compañía de la familia y los seres queridos; pero es imposible cerrar los ojos a la noche oscura que, si nuestros políticos no lo evitan, se cierne sobre el país. Hoy tiene toda su validez la frase que Adolfo Suárez lanzó a los ciudadanos en la Navidad de 1980: "Brindo por el pueblo español, esperando que tenga unos dirigentes mejores que los que actualmente posee".