Este domingo ha finalizado con día y medio de prórroga la Cumbre del Clima en Madrid. Aunque los especialistas consideraban esta cita como una mera reunión de transición en la que fijar las bases de la convención de Glasgow del año próximo, en líneas generales la convención ha fracasado en sus objetivos principales.

No es comprensible que la Cumbre sobre el Clima más larga de la Historia se haya cerrado con un acuerdo de mínimos que apenas señala cuáles son los principales males sobre los que hay que operar de forma inmediata. Tan vago ha sido lo acordado en Madrid que, por ejemplo, en el documento final apenas se especifica el protocolo a seguir sobre los derechos de emisión de carbono de cada país y se ha dado carpetazo al asunto hasta la próxima Cumbre. Que no haya un acuerdo sobre el llamado mercado de carbono, el asunto capital, da una idea del fracaso. 

Activismo dogmático

Con todo, y a pesar de las interferencias de un activismo dogmático y con escasa capacidad propositiva capitalizado por la joven Greta Thunberg, la sensación es la de que se alarga una prioridad mundial. Aunque gracias a la impagable actitud de la delegación española se ha podido poner fin a las negociaciones, no es de recibo que la COP25 apenas haga un llamamiento a que dentro de un año los países presenten un calendario más ambicioso de reducción de emisiones. Estados Unidos, por su parte, ya ha iniciado los trámites para abandonar el Acuerdo de París de la ONU sobre Cambio Climático.

También potencias como Brasil se han retratado, y ha sido la insistencia de países como Tuvalu o Belice, cuya propia supervivencia está amenazada por la subida del nivel del mar, la que a última hora ha convencido a los brasileños para respaldar los puntos relativos a la importancia de los océanos y los usos del suelo.

Emergencia ecológica

Hay otra lectura que nos deja la Cumbre y es que la política ha silenciado a la Ciencia. De hecho, el ruido de las manifestaciones paralelas ha omitido la voz de los científicos, que son quienes con más celeridad pueden aplicar medidas contra el calentamiento global. Es la principal demanda de la sociedad civil. Que la clase política internacional no haya estado a la altura de la emergencia ecológica abona toda clase de populismos y respuestas contraproducentes. De nada sirve una cumbre cuando ni hay voluntad ni se obliga a los Estados a cumplir unos protocolos más que razonables. 

La Cumbre de Madrid deja una saldo desolador que sólo queda compensado por la consagración de España como una nación puntera en la defensa del Medio Ambiente y con una capacidad organizativa que hay que ponderar después de que las protestas en Chile desaconsejaran que la cita tuviera lugar en Santiago.