Justo cuando Pablo Iglesias ejerce ya como vicepresidente del Gobierno in péctore, Podemos se ve salpicado por un supuesto escándalo de corrupción. Según denuncia el que fue abogado y responsable de auditar la seguridad jurídica del partido, José Manuel Calvente, en la formación había sobresueldos y no pocas anomalías. 

Ante esto, la cúpula de Podemos ha reaccionado con el despido tanto de Calvente como de su mano derecha, Mónica Carmona, argumentando un presunto episodio de acoso sexual del primero hacia una trabajadora del partido. La historia no acaba aquí, pues el abogado avisa también de que elevará su despido a instancias judiciales. Hay escándalo para rato.

Irregularidades

Ha sido la propia Carmona la que ha denunciado ante el órgano superior de Podemos, el Consejo Ciudadano Estatal, que ella y Calvente están sufriendo un "acto de represalia" por investigar a instancias de la formación "graves irregularidades" relativas, por ejemplo, a la contratación de escoltas sin titulación para ello o los despidos indiscriminados.  

Su compañero es incluso más rotundo cuando denuncia en declaraciones a EL ESPAÑOL que "el aparato prepara una dura campaña difamatoria" contra ambos. Calvente es expeditivo después de más de tres años escribiendo informes sobre las malas prácticas en en el seno de la organización: "Pablo (Iglesias) e Irene (Montero) han dicho basta y me han fulminado".

Transparencia

Al margen de la espiral de acusaciones cruzadas, es comprensible que, de entrada, esta tormenta en Podemos genere perplejidad en la opinión pública. Acaso porque si las acusaciones eran tan graves no se obró entonces en consecuencia. O por qué es precisamente ahora, cuando el futuro gobierno puede descansar en Podemos, que toda esta guerra sucia sale a la luz.

Sea como fuere, Podemos, que tanto clamó por la transparencia en los partidos y que tanto la exigió a otros, se ve salpicado por los peores tics que denunciaba en el bipartidismo. A Podemos le estalla lo que siempre ha señalado en terceros, y la razón es que, por desgracia, nadie está libre de pecado. Ni en la vieja ni en la nueva política.