La semana que comienza es decisiva en la cuadratura del círculo que pretende Pedro Sánchez. De entrada, este mismo lunes las bases de ERC debaten si favorecen con la abstención de sus 13 diputados la investidura del líder socialista, algo para lo que exigen condiciones inasumibles que pasan por la bilateralidad, la amnistía de los presos sediciosos o la figura de un relator. 

La dirección de ERC, consciente de las urgencias de Sánchez, ha pasado de exigir una mesa de diálogo de igual a igual a que las negociaciones sean entre gobiernos. La coacción de los republicanos está clara y por eso tratan de poner a Sánchez contra las cuerdas pidiendo a la militancia que avale el no "a la espera de que el PSOE se mueva". Para más inri, en el equipo negociador de ERC, junto a Gabriel Rufián y Marta Vilalta, se sentaría Josep María Jové, imputado por organizar el referéndum ilegal del 1-O: algo que por sí mismo es un insulto a la democracia. 

Cesiones

En realidad, el mero hecho de que Sánchez siga persistiendo en avenirse a componendas con ERC supone volar muchos puentes de la España constitucional. La pretensión del PSOE de tranquilizar a la opinión pública diciendo que no habrá cesiones en asuntos fundamentales no se sostiene. 

Frente a la huida hacia adelante de los socialistas está el sentir de más de la mitad de sus votantes (51,8%) que, según un sondeo de SocioMétrica para EL ESPAÑOL, rechaza la mesa de negociación con ERC. Ese dato contrasta con la cifra del 92% de militantes teledirigidos que el sábado apoyaron el Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, que defiende abiertamente la mesa de negociación con los independentistas.

Sentido común

Sánchez tiene que ser consciente de que no puede ser investido presidente a cualquier precio. El voto de la militancia no es ni puede ser su excusa para formar un Ejecutivo inestable y dependendiente de quienes quieren la destrucción de España. 

La única solución para no ir a terceras eleccciones es el gobierno de gran coalición entre PSOE, PP y Cs, que es la misma que bendice el 61,8% de los ciudadanos de nuestro sondeo y que apuntala una realidad insoslayable: todo lo que no sea el gran pacto constitucionalista sería ir contra la voluntad de la mayoría de los ciudadanos.